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Identidades sexuales disidentes en Cartas de un seductor de Hilda Hilst

Dissident Sexual Identities in Cartas de um sedutor, by Hilda Hilst

Identidades sexuais dissidentes em Cartas de um sedutor, de Hilda Hilst

Resumen

El presente artículo estudia Cartas de un seductor, de Hilda Hilst. Nuestro objetivo es analizar las representaciones de las identidades sexuales disidentes presentes en la diégesis de dicha novela. La hipótesis que sostenemos es que en este texto de Hilst se produce una intención por desestabilizar el orden sexual heteronormativo, mediante la presentación de personajes queer, cuya performance demuestra que las identidades genéricas no son fijas o estables. Además, en este libro se produce la formulación de una ética sexual, que pretende cuestionar las prácticas sexuales normalizadas por el pensamiento heterocentrado. Para desarrollar nuestro análisis, apelamos a las contribuciones de la narratología, los estudios de género y la teoría queer.

Palabras-clave:
Hilda Hilst; Cartas de un seductor; narrativa brasileña; identidades disidentes; heteronormatividad

Abstract

This article studies Cartas de um sedutor, by Hilda Hilst. Our goal is to analyze the representations of dissenting sexual identities present in the digesis of this novel. The hypothesis we propose is that in this Hilst text there is an intention to destabilize the heteronormative sexual order, through the presentation of queer characters, whose performance demonstrates that generic identities are not fixed or stable. In addition, this book posits the formulation of a sexual ethic, which aims to question sexual practices normalized by heterocentric thinking. To develop our analysis, we rely on the theoretical contributions of narratology, gender studies and queer theory.

Keywords:
Hilda Hilst; Cartas de um sedutor; Brazilian narrative; dissenting identities; heteronormativity

Resumo

Este artigo estuda Cartas de um sedutor, de Hilda Hilst. Nosso objetivo é analisar as representações de identidades sexuais dissidentes presentes na diegese desse romance. A hipótese que apoiamos é que, neste texto de Hilst, existe a intenção de desestabilizar a ordem sexual heteronormativa, através da apresentação de caracteres queer, cuja performance demonstra que as identidades genéricas não são fixas ou estáveis. Além disso, esse livro produz a formulação de uma ética sexual que visa questionar práticas sexuais normalizadas pelo pensamento heterocentrado. Para desenvolver nossa análise, apelamos às contribuições da narratologia, estudos de gênero e teoria queer.

Palavras-chave:
Hilda Hilst; Cartas de um sedutor ; narrativa brasileira; identidades dissidentes; heteronormatividade

Sem ser panfletária nem dogmática, você é a criatura mais subversiva do país. Porque você não subverte politicamente, nem religiosamente, nem mesmo familiarmente - o que seria muito pouco: você subverte logo o âmago do ser humano. Caio Fernando de Abreu em carta a Hilda Hilst

Hilda Hilst, célebremente pornógrafa

Hilda de Almeida Prado Hilst, máslconocida como Hilda Hilst (Jaú, 21 de abril de 1930 - Campinas, 4 de febrero de 2004) es una de las figuras más importantes de la literatura brasileña contemporánea y, quizá, el nombre más controvertido de la misma (Martínez, 2010MARTÍNEZ TEIXEIRO, Alva (2010). A obra literária de Hilda Hilst e a categoria do obsceno (entre a convenção e a transgressão: o erótico-pornográfico, o social e o espiritual). Tese (Doutorado em Literatura Brasileira) - Universidade da Coruña, Coruña., p. 41). Aunque inicialmente no recibió el reconocimiento de la crítica especializada, durante los últimos quince años (específicamente, después de su fallecimiento) ha empezado a prestársele mucha atención tanto en Brasil como en el resto del mundo. Hoy en día, las diversas tesis universitarias, artículos académicos, capítulos de libros, libros monográficos, entre otros,1 1 En el año 2018, la editorial Tordesilhas publicó Eu e não outra: a vida intensa de Hilda Hilst de Laura Folgueira e Luisa Destri, la primera biografía sobre esta notable autora. demuestran el enorme interés que suscita esta escritora que cultivó magistralmente la poesía, el teatro, la crónica y la narrativa.

De su producción narrativa destaca notablemente la tetralogía denominada por los entendidos como “El ciclo obsceno”, compuesto por las novelas La obscena señora D (1982), El cuaderno rosa de Lori Lamby (1990), Cuentos de escarnio. Textos grotescos (1990) y Cartas de un seductor (1991). Si bien en un primer momento estas obras fueron encorsetadas con el rótulo de ficciones eróticas o pornográficas,2 2 Vale preguntarse si es lo mismo erótico que pornográfico. Clarice Cerqueira nos aclara: “O erótico trata a obscenidade de forma sutil, está no campo da insinuação, numa espécie de jogo de sedução, explorando a sensualidade e sugerindo algum sentimento. A pornografia, no entanto, descreve o ato sexual em si, o mostra de maneira explícita, com a repetição gratuita de imagens obscenas, até mesmo incluindo aí o sadomasoquismo. Portanto, parece que o limite existente entre o erótico e o pornográfico seja uma questão de intensidade” (2011, p. 5). lo que le valió a Hilst ser catalogada como una escritora de esta índole (Brennes-García, 1997BRENES-GARCÍA, Ana María (1997). Pornography. In: SMITH, Verity (Ed.). Encyclopedia of Latin American Literature. London, Chicago: Fitzroy Dearborn. p. 667-668., p. 667), 3 3 En el año 2000, en una entrevista Hilda Hilst se refiere a este membrete que los críticos le asignaron: “E passei a ser conhecida como uma escritora erótica, o que é muito estranho pois dos quase quarenta livros que escrevi, só quatro deles tem esse tipo de abordagem. Pra mim foi uma delícia, uma brincadeira que eu considero de muito bom gosto” (cit. en Cerqueira, 2011, p. 2). lo cierto es que a medida que se las estudia y analiza, se ha demostrado que estamos ante la presencia de una literatura con una enorme carga semántica,4 4 González Landa, siguiendo a Yuri Lotman, nos explica: “El texto artístico posee una carga semántica potenciada; adquiere dicha potenciación porque incluye, en relación dialéctica, dos sistemas semánticos: el de la lengua natural, que permanece, y el de la construcción de la lengua artística. Con ello, los textos literarios contribuyen a expresar, en su universo de ficción, niveles de la realidad y de la conciencia humana que con los demás tipos de enunciados no se llegan a alcanzar” (1992, p. 67). que sí se refiere a lo sexual, pero desde una perspectiva más enriquecedora y profunda que la que se acostumbra desarrollar en esta vertiente erótica o pornográfica.5 5 El hecho de considerar estas obras como eróticas o pornográficas contribuyó a que las mismas no fueran tomadas en serio por la crítica especializada. Mónica Ojeda nos dice: “En el mejor de los casos las representaciones pornográficas solo pueden ser vistas -desde el imaginario cultural- como un arte malo, superficial, carente de trascendencia y, en el peor, como producciones sobre los aspectos más mundanos y denigrantes de la carne” (2014, p. 57). Krzysztof Kulawik nos explica que la distinción entre el trabajo narrativo de Hilst y este tipo de literatura comercial se produce “a razón de su inaccesibilidad, reflexión existencial profunda y estilo críptico” (2001KULAWIK, Krzysztof (2001). Travestismo lingüístico: el enmascaramiento de la identidad sexual en la narratva neobarroca de Severo Sarduy, Diamela Eltit, Osvaldo Lamborghini e Hilda Hilst. Disertación (Doctorado en Filosofía) - University of Florida, Florida., p. 32).

En efecto, la narrativa de Hilda Hilst desborda plenamente los parámetros de esta literatura de masas, como es la de naturaleza erótica o pornográfica, en la que se usan escenas de sexo gratuito o momentos desenfadados de auto-objetivación (Perriam, 2012PERRIAM, Chris (2012). Una lectura culta, amena y didáctica: lo Middlebrow queer y la construcción de identidades en la narrativa popular gay española 1999-2009. In: FORASTELLI, Fabricio; OLIVERA, Guillermo (Coord.). Estudios queer: semióticas y políticas de la sexualidad. Buenos Aires: La crujía ediciones. p. 79-87., p. 80) y cuya finalidad primordial es provocar la excitación sexual (Sontag, 1967SONTAG, Susan (1967). La imaginación pornográfica. Revista de Occidente, n. 55, p. 14-32.).6 6 Respecto a la literatura pornográfica, Gilles Deleuze sostiene que es “una literatura reducida a unas cuantas consignas (haz esto, haz aquello...), seguidas de descripciones obscenas. En ella, violencia y erotismo se aúnan, pero de manera rudimentaria” (Deleuze, 2001, p. 22). A diferencia de esta, los textos narrativos de Hilst albergan una serie de contenidos diversos, los cuales implican un determinado tipo de lector que esté en condiciones de poder entenderlos. El lector modelo (Eco, 1981ECO, Umberto (1981). Lector in fabula. Editorial Lumen: Barcelona.) que impone la narrativa de Hilst debe contar con competencias filosóficas, literarias, políticas, por citar solo algunas de las más importantes. Leer a Hilst, entonces, no resulta una tarea fácil si es que no se está provisto de una batería de conocimientos y habilidades previos. Por eso, bajo ese ropaje de literatura de consumo masivo, se agazapa una formidable obra que, desde lo sexual,7 7 Como le decía Hilda Hilst a S. Francisco en una entrevista: “a única maneira de chamar a atenção é falar de sexo” (cit. en Blumberg, 2015, p. 131). nos provee de claves primordiales que nos permiten entender las tensiones en las que se debate la sociedad contemporánea.

El presente artículo pretende examinar la novela Cartas de un seductor, uno de los libros menos estudiados de la narrativa de Hilda Hilst (Gumiero, 2018GUMIERO, Vania Pereira (2018). Todos se engolem: uma leitura atropofágica de Cartas de un seductor, de Hilda Hilst. Dissertação (Mestrado em Letras) - Universidade de São Paulo, São Paulo., p. 27). Nuestro objetivo es analizar las representaciones de las identidades sexuales disidentes presentes en la diégesis de dicha novela. La hipótesis que sostenemos es que en este texto de Hilst hay una intención por desestabilizar el orden sexual heteronormativo, mediante la presentación de personajes queer, cuya performance demuestra que las identidades genéricas no son fijas o estables. Además, en este libro se produce la formulación de una ética sexual, que pretende cuestionar las prácticas sexuales normalizadas por el pensamiento heterocentrado.

Cartas de un seductor: complejidades formales de una novela pornográfica

Cartas de un seductor es la historia de Stamatius, un escritor marginal, que nos relata la existencia precaria que vive junto a su compañera Eulalia. Ambos personajes enfrentan una miseria espantosa, en la que el paliativo principal a tanta carencia radica en practicar el sexo desenfrenado y la escritura. Cuando Stamatius se distrae por alguna razón (especialmente su odio hacia otro escritor llamado Karl), Eulalia le pide que respete su vocación y retorne a la escritura. De este modo, para complacer a su amante, Stamatius redacta cinco cuentos: “Horrible”, “Bestia”, “Sábado”, “Triste” y “Nuevos antropófagos”. Lo peculiar del caso es que estos relatos se encuentran insertos en la novela y los lectores podemos acceder a ellos. Esta peculiaridad enmarca a Cartas de un seductor en lo que se denomina una metaficción. Logde nos dice que “La metaficción es la ficción que habla de la ficción: novelas y cuentos que llaman la atención sobre el hecho de que son inventados y sobre sus propios procedimientos de composición” (cit. en Quesada, 2009QUESADA, Catalina (2009). La metanovela hispanoamericana en el último tercio del siglo XX. Madrid: Arco Libros., p. 46). En efecto, no solo asistimos a la presentación de los relatos que Eulalia le solicita a Stamatius, sino que en la diégesis en la que se desenvuelven estos personajes se elaboran diversos comentarios en torno a los hechos y personajes que participan en dichos relatos.

Una parte importante de Cartas de un seductor la constituye el conjunto de misivas (veinte en total) que Karl, el escritor al que odia Stamatius, le dirige a su hermana Cordelia. Un aspecto fundamental sobre estas cartas es que no queda muy claro si en verdad Karl se las ha escrito a Cordelia, o es que estamos ante un relato epistolar, elaborado por el propio Stamatius, para injuriar a Karl, a quien detesta ostensiblemente. En la novela, después de presentarnos dichas misivas, se reinicia la historia de Stamatius y Eulalia con el siguiente diálogo:

Yo, Stamatius, digo: voy engulléndolo, Eulalia, voy deshaciéndome de ese asqueroso de Karl.

Eulalia: ¿y quién es ese tipo, eh, amorcito? ¿es pariente tuyo? Escribí de gente fina, de gente importante, o si no querés, eso que te conté de mi vida, tengo un montón de cosas para contarte, tengo para tirar a patadas, escribí, dale, Tiu, escribí de la gente que conocí allá en Río Fino (Hilst, 2014HILST, Hilda (2014). Cartas de un seductor. Buenos Aires: Cuenco de Plata., p. 60).

Lo anterior nos puede hacer pensar que estas cartas son producto de la escritura de Stamatius, por eso este nos dice, después de ser presentadas estas cartas: “voy engulléndolo”, “voy deshaciéndome de ese asqueroso de Karl”. Para este escritor, “engullir” “deshacerse” remiten a la acción de escribir, dar cuenta mediante la escritura de aquello que necesita ser asimilado, porque de algún modo incomoda o perturba. En este caso, Karl y su peculiar forma de vivir. Una cuestión que problematiza aún más Cartas de un seductor es que encontramos en esta novela una sección denominada “Otros huecos”, en la que nuevamente son Stamatius y Eulalia los protagonistas. Sin embargo, después de relatarnos los pormenores de sus aventuras sexuales, unidos a las meditaciones existenciales de ambos personajes, esta sección termina con el siguiente párrafo: “Voy tragando a Eulalia, voy dimitiendo. Y voy quedando mucho más solo. Restarán mis huesos. ¿Debo pulir mis huesos antes de desaparecer? (Hilst, 2014HILST, Hilda (2014). Cartas de un seductor. Buenos Aires: Cuenco de Plata., p. 96). Se trata de la misma fórmula escritural que analizamos líneas atrás. El empleo de esta puede llevarnos a pensar que “Otros huecos” no es parte de la diégesis principal, sino un relato más como lo son los cuentos que Eulalia le pidió que escribiera a Stamatius. El que lleve un título aparte, los epígrafes de Bataille y Cioran con los que se inicia esta sección, ayudarían a creer en esta posibilidad.

Al margen de estas disquisiciones, el caso es que estas cartas existen y forman un relato que nos presenta una diégesis en la que habitan e interactúan una serie de personajes que no siguen los patrones de la sexualidad heteronormativa. No hay aquí un uso gratuito de la sexualidad, sino que esta se emplea para provocar al lector, interpelarlo sobre sus creencias sexo-genéricas. En lo que sigue nos encargaremos de analizar estas identidades.

La correspondencia entre Karl y Cordelia, un relato epistolar homoerótico masculino

Como dijimos, una parte fundamental de Cartas de un seductor de Hilda Hilst lo constituye el conjunto de cartas que Karl le dirige a su hermana Cordelia. En dichas misivas, Karl, hombre aristócrata y adinerado, le pide a su hermana que regrese a casa para volver a vivir los momentos de felicidad que pasaron antaño. Pero la felicidad a la que hace referencia este personaje, en realidad está representada por los innumerables contactos sexuales que tuvieron de manera incestuosa. Un asunto que perturba a Karl, y que inquiere constantemente de Cordelia, es si esta, en el pasado, tuvo algún tipo de relación sexual con su padre, hombre al que ambos deseaban con furor. Asimismo, en estas cartas el escritor le cuenta a su hermana sobre las actividades de seducción que ejercita sobre un personaje llamado Albert, joven pobre de los arrabales. Este relato epistolar8 8 Puede afirmarse que este relato menor, las cartas entre Karl y Cordelia, son una manifestación de los relatos epistolares. Para ser precisos y utilizando la clasificación que propone Spang, sería uno correspondiente a la comunicación epistolar monológica, en la que “se reúnen las cartas de un solo remitente y permanecen sin respuesta explícita. Sin embargo, frecuentemente es posible deducir entre líneas la contestación y la reacción del destinatario o por alusión en la carta siguiente del mismo remitente” (2000, p. 644). presenta algunas peculiaridades que lo hacen muy singular.

En primer lugar, es cierto que se trata de un texto erótico o pornográfico, pero debemos señalar que este no se enmarca en los cánones de la heterosexualidad (relaciones entre hombres y mujeres), sino que desarrolla principalmente una historia en la que la homosexualidad está presente y es glorificada. En segundo lugar, esta ficción homoerótica no es la del tipo que comúnmente se privilegia en la literatura erótica o pornográfica, que es la de índole femenina o lesbiana. En este relato, asistimos a una historia que preferentemente desarrolla anécdotas relacionadas a la homosexualidad masculina.

Finalmente, un dato que no podemos dejar pasar por alto es que esta ficción erótica o pornográfica homoerótica masculina está escrita por una mujer. ¿Tiene algún tipo de implicancia que la autora de este texto pertenezca al género femenino? Pues de algún modo sí, porque usualmente son los hombres los que ponen en escena los cuerpos de las mujeres para satisfacer la mirada de otros hombres; un ejercicio que deriva en la inevitable cosificación u objetualización de las mujeres.9 9 Respecto a esta idea, Constance Mui expresa lo siguiente: “porque la mujer nunca es un tema en particular, la pornografía no objetifica a una mujer sino la idea de mujer. Como tal, la pornografía se trata realmente de la objetivación de todas las mujeres, sacándolas de sujetos libres que existen en sus cuerpos en objetos reificados que existen solo como cuerpos” (1998, p. 126). Entonces, resulta curioso que sea precisamente una mujer la que produzca una ficción que hable acerca de las relaciones sexuales entre hombres. A partir de este hecho, ¿puede afirmarse que este relato se constituye como una venganza, en contra de los hombres que, desde siempre, se han encargado de representar a las mujeres en la literatura erótica o pornográfica como objetos sexuales? ¿Hay un intento de parte de esta mujer de cosificar u objetualizar al hombre al representarlo en sus relaciones sexuales homoeróticas, situación que socava las bases mismas de la masculinidad? Para dar respuesta a estes interrogantes, procedamos a realizar el análisis de las identidades periféricas presentes en este relato de Hilda Hilst.

Cuerpos expuestos, identidades movedizas

En este relato, la narración está a cargo de Karl, quien le escribe a Cordelia acerca del tiempo en el que vivían juntos en familia y mantenían relaciones sexuales incestuosas. Karl le insiste imperiosamente que ella retorne a casa para reanudar esas prácticas que los dos tanto estimaban. Como dice Laura Cabezas: “En la prosa hilstiana, el cuerpo se presenta con más fuerza al ausentarse” (2014CABEZAS, Laura (2014). Prosa sagrada. El inicio narrativo de Hilda Hilst. In: GONZÁLEZ, Carina (Ed.). Fuera del canon: escrituras excéntricas de América Latina. Pittsburgh: Universidad de Pittsburgh. p. 251-272., p. 262). Desde el inicio de la correspondencia Karl se nos presenta como un personaje complejo. En la carta II que le dirige a Cordelia, escribe:

Mejor hablemos de una evidencia perturbadora para el vulgo, pero genuina y transparente para mí: ¡cómo se aman los machos unos a otros ¡¿Por qué hacen de ese hecho tan simple tamaño misterio y sufrimiento? Perdóname, Cordelia, pero excepto por ti, hermana mía y tan bella, jamás tuve un deseo nítido y apremiante por mujer alguna. Aunque siempre me gusta que me la chupen. Entonces seduzco a algunas con cara de ser buenas chupapijas. Pero el falo en la rosa, en las mujeres, sólo in extremis. Hay en todas las mujeres una languidez, un entregarse que me desanima. Me gustan los cuerpos duros, esbeltos, de nalgas como esos frutos de carne todavía verde, tenazmente adherida a la cáscara. Me gusta los pies grandes, alargados, odio esos pies de mujer, fofos o rellenos-gorditos, hasta vi pies cuadrados y redondos. Me gustan los culos de hombre, los culos viriles, los pelos negros o medio rubios ahí atrás, un contraerse, un cerrarse lleno de opinión. Con sus gemidos y sus balbuceos y sus grandes traseros enrojecidos las mujeres no me atraen (Hilst, 2014HILST, Hilda (2014). Cartas de un seductor. Buenos Aires: Cuenco de Plata., p. 17-18).

Karl se nos muestra como alguien que no sigue los mandatos de la heteronormatividad y, en especial, los de la masculinidad. A diferencia de la mayor parte de los hombres, no experimenta ningún tipo de aprehensión o reparo hacia la homosexualidad masculina.10 10 Recordemos junto Sedgwick que el vínculo homosocial masculino se estructura en torno de la hostilidad a la homosexualidad (cit. en Spargo, 2007, p. 62). Simplemente acepta su existencia. Para este personaje, no se trata de una cuestión que merezca mayor reflexión. Por eso se pregunta por qué algo tan sencillo y sin importancia provoca el interés y el dolor de mucha gente. En el marco de estas ideas, Karl acepta su inclinación sexual hacia los hombres, sin mediar alguna turbación al respecto. Tiene bastante claro que no gusta de las mujeres y prefiere el contacto sexual con otros varones, pero desempeñando el papel activo (la mención a los traseros nos permite inferir un deseo por penetrar). De otra parte, debemos anotar que esta ética sexual que ejercita este personaje es permeable. Si bien considera desagradable el contacto con las mujeres mediante el coito (“el falo en la rosa”), este es factible siempre y cuando se experimente una situación límite de deseo. Entonces, la prohibición del contacto sexual con las mujeres no es absoluta, sino depende del propio cuerpo y sus requerimientos. Además, un aspecto que no debemos soslayar es que Karl reconoce en las mujeres una habilidad extraordinaria en la práctica de la felación, algo que, al parecer, los hombres no pueden hacer de forma correcta.

Este rechazo a las mujeres tiene su explicación en el hecho de que Karl considera que estas son seres lánguidos (débiles, fatigados). Del mismo modo, le molesta la pasividad con la que se entregan en el acto sexual. El subtexto de estas consideraciones revela que este personaje tiene predilección por los seres fuertes, vigorosos, activos, cualidades que el imaginario social asume propias de los hombres. Lo anterior no nos debe llevar a pensar que Karl desea desempeñar un rol pasivo; recordemos su interés en los traseros, los cuales son vistos como pasibles de penetrar. En esta línea de sentido, debemos advertir que la apreciación que realiza este personaje sobre hombres y mujeres, si bien se centra en el cuerpo, pone especial atención en los pies y el trasero. Pero fijémonos que mientras los de los hombres son estimados como estéticos y, por lo tanto, agradables, los de las mujeres son todo lo contrario, lo que libera a estas de cualquier sexualización posible. He aquí una inversión de la economía de lo visible, que en el discurso erótico o pornográfico sexualizaba ambas partes del cuerpo de las mujeres, las fetichizaba,11 11 Susana López Penedo nos explica: “Freud definió el fetichismo como la sobrevaloración sexual de una parte del cuerpo u objeto inanimado, y consideraba esta sobrevaloración como una característica del amor masculino” (2008, p. 65). En efecto, el fetichismo es básicamente un acto realizado por el hombre. reconociéndoles valores de excitación sexual.

Podemos reconocer aquí una mirada fetichista, que objetualiza al hombre al no verlo como una totalidad, sino en función a determinadas partes de su cuerpo. Linda Williams nos explica que, en este tipo de discurso, la primera técnica es la del encuadre pornográfico, que consiste en fragmentar los cuerpos (cit. en Dorlin, 2009DORLIN, Elsa (2009). Sexo, género y sexualidades: introducción a la teoría feminista. Buenos Aires: Nueva Visión., p. 16). Lo novedoso radica en que ya no estamos ante la acción protagonizada por un hombre hacia una mujer, sino de un hombre hacia un par. Es un varón cosificando a otro hombre. Añadamos algo más: esta objetualización se resignifica porque ya no se trata de hombres y mujeres, sino individuos del mismo sexo. El discurso pornográfico, que, por esencia, es heterosexual, androcéntrico y machista, experimenta un giro. Estrella Díaz Fernández nos dice que “la imagen del cuerpo se construye para la mirada del otro” (2018DÍAZ FERNÁNDEZ, Estrella (2018). Sonrisas verticales: homoerotismo femenino y narrativa erótica. Barcelona: Icaria., p. 31). En el relato de Hilst, esta mirada es una de corte homoerótico masculino, pues es el cuerpo del hombre el que es expuesto y presentado como una mercancía.

Vinculado a lo anterior, Karl, en la misma carta, realiza un curioso comentario sobre el trasero de las mujeres. Le dice a Cordelia:

El culo de la mujer debe dar buenas lonjas de carne en caso de catástrofe en la nieve. ¿Leíste sobre esos tipos que se comieron a los amigos y amigas congelados? ¿Te acuerdas de aquel otro japonés, que literalmente devoró a su amante holandesa? Sólo que en este caso no hubo catástrofe ni nieve. Se la comió en su casa, y después de haber pasado un tiempo en el manicomio, cuando salió (no sé por qué salió), declaró: fui malinterpretado. ¿Y cómo puede malinterpretarse a alguien que se come literalmente a otra persona, sin catástrofe ni nieve de por medio? Volviendo a las nalgas. Las tuyas. Doradas y frescas. Fuiste única. Tus nalgas también. Firmes, altas, perfectas como las de un muchacho (Hilst, 2014HILST, Hilda (2014). Cartas de un seductor. Buenos Aires: Cuenco de Plata., p. 18).

El personaje narrador esboza como idea que si bien los traseros de las mujeres no son estéticos (y, por lo tanto, no son aptos para hacer el amor), pueden servir como fuente de comida en casos excepcionales. En esta consideración se produce una ironización de la metáfora sexo igual comida, en la que, por antonomasia, se asume que los hombres desempeñan el rol activo en esta operación, siendo las mujeres el objeto a comer. En este sentido, los hombres se comen a las mujeres. Sin embargo, para Karl esto solo puede ser aceptable si es que se está en una situación extrema. En el pasaje citado, este personaje realiza una digresión sobre el acto antropófago de comerse a una persona. Esto solo se justifica si se está en un contexto de “catástrofe y nieve” (como los hombres que se comieron a los amigos congelados), pero no en otro de diferente naturaleza (el caso del japonés). Cómo llevar a cabo tal acción, si es que no se está en algún tipo de riesgo. Ahora Karl no se está refiriendo a la cuestión antropófaga, sino a la metáfora sexual. Cómo comerse (tener sexo con) una mujer si no se está en un aprieto (una urgencia sexual). Se puede afirmar que estamos ante un cuestionamiento de la relación entre hombres y mujeres. Se impugna el pensamiento heterocentrado, pues no se considera normal y aceptable el trato sexual (el “comerse”) entre un hombre y una mujer.

Un aspecto importante en el relato es que Karl puede ser definido como un transgresor, porque no respeta los mandatos sociales referidos a la familia. Siempre vio a su padre con deseos de lujuria y tuvo relaciones incestuosas con su hermana. Esta situación que, ante los ojos de una gran parte de los seres humanos, puede ser considerada aberrante, para Karl son sucesos que ocurrieron en el pasado y de los cuales no hay por qué sentirse culpable. Más adelante, en la misma carta II, le escribe a su interlocutora:

Cordelia, ¿piensas que somos odiosos y malditos por haber sido lo que fuimos? Todos deben pensar que sí, porque no leyeron a Rank. ¿Todavía tienes los libros que te di? ¡qué ser humano admirable! Qué lujo de conocimiento y fantasía. Lo adoro. De haber sabido en aquel momento que ese hombre estaba vivo me habría entregado a él, aunque me habría costado convertir mi culo en un rombo gigante. Un hombre de tamaña calidad sólo podría haber tenido un gran pedazo, un sabio y portentoso mazo rompeculos y rompecorazones (¡qué suerte la de Anaís!). Hubo gente pensante en el planeta, pero todo sigue igual. ¿Dónde estarán ahora esos dioses? ¿En la nada, en la luz? Hermana mía, casi siempre me siento muerto. Solo la erección, el resplandor, la cintilancia, el sexo me arranca de la mismidad (Hilst, 2014HILST, Hilda (2014). Cartas de un seductor. Buenos Aires: Cuenco de Plata., p. 19-20).

Es muy reveladora la manera cómo Karl intenta justificar los actos cometidos con su hermana Cordelia. Según este personaje, todo se puede explicar en forma razonable. Pero solo es posible dicha comprensión si es que se conoce el pensamiento de Otto Rank, discípulo de Freud. Lo curioso del caso es que no se detalla dicho pensamiento. El personaje narrador pasa casi inmediatamente a una especie de declaración abierta de su homosexualidad, dejándonos con la duda acerca de cómo se concibe que un hermano tenga relaciones con su hermana. Esta omisión obliga al lector a remitirse a las ideas de Rank acerca de la sexualidad. Con esta decisión narrativa, Cartas de un seductor se ha convertido en una especie de hipertexto12 12 Según Gerard Genette, el hipertexto es el texto que se deriva de un texto anterior, denominado hipertexto (1989, p. 16). de los libros de este pensador austriaco; es decir, que el lector solo podrá entender el sentido de esta novela si es que conoce las ideas de este psicoanalista, de no ser así debe buscar los textos de este último.13 13 En realidad, esta parte que estamos analizando de Cartas de un seductor también guarda relaciones intertextuales con otro texto, Diarios de un seductor (1844) de Sören Kierkegaard. En esta novela se narra la relación entre Juan, “el seductor” -especialista en las artes del engaño y la manipulación-, y la joven e inocente Cordelia.

De otra parte, respecto a esta declaración de homosexualidad, reparemos en algo muy importante. A diferencia de un inicio en el que podíamos catalogar a este personaje como un homosexual activo, por el hecho de apreciar los traseros de otros varones y desear penetrarlos, ahora Karl se descubre como un homosexual pasivo, porque nos revela la posibilidad de ser objeto de penetración (“me habría entregado a él)”. Pero prestemos atención que dicho acto no puede ser realizado por cualquier amante, sino por aquel que posea cierta sabiduría como la de Rank. En este aspecto es muy significativo que se piense que la dimensión del pene es proporcional a la inteligencia del hombre que lo porta (“Un hombre de tamaña calidad sólo podría haber tenido un gran pedazo, un sabio y portentoso mazo rompeculos y rompecorazones”). En esta identificación se puede apreciar una referencia irónica al imaginario androcentrista y machista, en el que una de sus fantasías más recurrentes es asumir el paralelismo entre el tamaño del miembro viril y la dimensión del espíritu del hombre que lo posee.

Un aspecto significativo es la reflexión final del fragmento citado. Nos habla acerca de un personaje que se siente “muerto”, pero que solo reacciona con la erección, con el sexo que lo saca de su actitud pesimista y escéptica acerca del mundo. No es exagerado afirmar que esta perspectiva descubre una posición existencialista respecto a la vida. Karl no solo es un transgresor, sino un perverso, porque como veremos más adelante, no duda en cometer maldades en contra de los otros sin importarle las consecuencias de estas acciones. Pero, a pesar de todo, Karl se deprime. Con justa razón Jacques Allan Miller señala que la depresión contemporánea proviene de la perversión, y no de la neurosis como en la época victoriana (cit. en Ubilluz, 2006UBILLUZ, Juan Carlos (2006). Nuevos súbditos: cinismo y perversión en la sociedad contemporánea. Lima: Instituto de Estudios Peruanos., p. 114). Solo el acto sexual anima a este personaje, le provee de un sentido. No es para nada gratuita la mención a la luz, el resplandor, la cintilancia, todos estos semas nos remiten a la revelación que es brindada por este acto, pero aclaremos que no se trata del que se corresponde con el del tipo tradicional, heteronormativo, sino con el de carácter homoerótico masculino. Solo el sexo entre hombres es el que posibilita cierto asidero en el mundo y permite sobrellevar los rigores de la existencia. Este tipo de sexo permite la comunicación con el otro, arrancándonos de nuestra mismidad. Estamos ante un uso del sexo homoerótico masculino como una estrategia para poder redimirnos y salvarnos de una realidad insoportable: la soledad.

Subrayemos que Karl no está hablando del sexo en general o de aquel que el orden sexual heteronormativo acepta y patrocina como normal (entre hombres y mujeres), sino del que se practica solo entre hombres. Karl piensa que el verdadero sexo es el de corte homoerótico masculino. En un pasaje de la carta IV nos explica esta idea. Aquí hace referencia al famoso paciente de Freud, Daniel Paul Schreber, y le escribe a Cordelia:

Se supone que empezó a ponerse paranoico ante la evidencia de saberse o sentirse un homosexual pasivo. Las cosas del caño, del orto, son muy complicadas. Si aceptaran sumariamente el agujero negro, si lo recogieran como muchos tanto quieren, el sol brillaría para estos enfermitos. El tal Schreber habla mucho del sol (¡se imagina fecundado por atrás por los rayos del sol! ¡qué hijo redondo y oscurino y luminoso le iba a salir), habla de la lengua fundamental, que viene a ser una lengua con sintaxis propia, que omite palabras, deja frases inconclusas y expresiones gramaticales incompletas, cosas que muchas veces me siento tentado de hacer y no hago, pero terminaré por hacer si continúo leyendo los textos de esa marica togada. Nunca me importó entregar el culo, o creo que no me importa. A ti tampoco, ¿no, Cordelia? Me acuerdo muy bien de tus chillidos de placer con mi pepino clavado ahí adentro. Pero dicen los doctos que, para el hombre, entregar el marrón es tutta un’altra cosa, masajea la próstata dicen (es verdad, yo ya aullé algunas veces cuando la pija fue puño). Las explicaciones son engorrosas, demasiado técnicas y no quiero explayarme en este momento, si tuvieras interés (¿por qué lo tendrías?) puedo mandarte un libro de João Silvério, Libertinos del paraíso, un tratado magistral sobre todo lo relativo y ligado al ojal (Hilst, 2014HILST, Hilda (2014). Cartas de un seductor. Buenos Aires: Cuenco de Plata., p. 22-23).

En opinión de este personaje-narrador, Schreber se volvió loco por no aceptar su condición de homosexual pasivo. La reflexión que extrae de esta anécdota es que, si se es presa de una pulsión semejante, lo indicado es dejarse llevar por esta y simplemente acatarla. Como lo ha hecho Karl, quien nos revela que no tiene ningún reparo en pasar de la calidad de homosexual activo a pasivo (“es verdad, yo ya aullé algunas veces cuando la pija fue puño”). Entre las disquisiciones que elabora Karl sobresale la de explicar la naturaleza del sexo anal. Si bien acepta que este tipo de sexo puede ser practicado tanto por hombres como mujeres. El gozo, el verdadero gozo, estaría reservado para los hombres debido a que estos, a diferencia de las mujeres, tienen una próstata (el placer se produciría por acción del rozamiento de este órgano corporal). En este sentido, se propone que la sexualidad auténtica, aquella que lleva al placer, es privativa del hombre. Esta sería la única sexualidad importante. Hay aquí una deconstrucción de las prácticas heterosexuales, en las que se privilegia la vagina como el centro del placer. Se afirma que el ano es realmente el encargado de proveer satisfacción. Estamos ante un cuestionamiento de la heteronormatividad, porque en la búsqueda del placer se valora como el único posible el que se proveen hombres con otros hombres; en esta lógica se excluye a la vagina y, por ende, a la mujer.

En la última parte de la cita, Karl le dice a Cordelia, respecto al sexo anal, que “si tuvieras interés (¿por qué lo tendrías?) puedo mandarte un libro de João Silvério, Libertinos del paraíso, un tratado magistral sobre todo lo relativo y ligado al ojal”. Esta indicación, más que ir dirigida a su interlocutora, nos parece que está hecha para el lector modelo de la novela. El mecanismo consiste en nuevamente remitir a este potencial lector más allá del texto y, a su vez, convierte a este relato en un hipertexto del libro de Silvério. Con esta exposición de los motivos que justifican la práctica del sexo anal, hay aquí un gesto perverso hacia este mismo lector, pues se lo está incitando a saber más sobre estas prácticas, se le está proporcionando materiales para que pueda conocer y, ¿por qué no?, experimentar con el sexo anal.

Un aspecto sobre el cual debemos incidir es que la identidad sexual de Karl no es estable. Es decir, que su orientación no es fija respecto a su objeto de deseo. Si bien es cierto que gusta de los hombres, también admite la posibilidad de tener sexo con las mujeres. Un hecho singular es que Karl piensa que puede controlar este deseo. Le cuenta a Cordelia lo siguiente:

Hermanita mía, esto de saber tan poco de la tal madame Grand (la cara de mamá) me pone contento. Tal vez me cure definitivamente de mi malestar continuo en relación a las mujeres. Entonces, bueno, a ver si vienes. Voy a dedicarme un poco más a las vaginas. Es muy probable que más de una vez tenga recaídas porque el culo es el culo y comerse un buen culo es desgarrador, desgarrador para el otro y bueno para los dos. En verdad, lo que queremos es desgarrar al otro. Y después llaman deseo a semejante comilona. En la naturaleza todo come. Del león a la hormiga. Hasta las estrellas se engullen unas a otras Tengo pavura del cosmos. El Creador debe tener un intestino enorme. Los doctos en ciencias descubrieron que cuanto más grande el intestino más místico el individuo ¿Y quién más místico que Dios? Gran intestino, ora por nosotros. Hablando de comilonas, debo decir que me volví a comer a Petite (Hilst, 2014HILST, Hilda (2014). Cartas de un seductor. Buenos Aires: Cuenco de Plata., p. 52).

De las palabras de Karl podemos inferir que, para él, el detalle de que no le gusten las mujeres es “un malestar” que puede tener remedio. Por esta razón, ese personaje decide entrar en contacto sexualmente con más mujeres (“dedicarme más a las vaginas”). Karl asume que puede orientar su sexualidad en función a su voluntad. Aunque más adelante reafirme su pensamiento acerca del sexo anal, como aquel que es especial (“un culo es un culo”). En la cita, Karl despliega una filosofía del comer y llega a la conclusión de que se trata de una acción que se da en la naturaleza y con todos los seres vivos. Notemos que Karl está estableciendo una especie de principio universal que rige en el mundo: comerse unos a otros, principio que regiría también el sexo anal, el cual es también una manifestación de comerse al otro.

Como hemos visto, Karl se siente atraído por los hombres, pero según las necesidades del cuerpo, opta por una mujer si es necesario, a la que reconoce una habilidad especial en la práctica de la felación. Si bien prefiere desempeñar un rol activo en la relación sexual, no se hace ningún problema con la posición pasiva, con tal de gozar.14 14 Javier Sáez y Sejo Carrascosa formulan un apunte interesante a este respecto: “La masculinidad de los hombres se construye de una manera extraña: por un lado, evitando a toda costa la penetración, pero por otro lado con un curioso permiso para penetrar lo que sea, incluyendo los culos de otros varones” (2011, p. 19). Con esta conducta, lo que hace Karl es evidenciar que las identidades sexuales no existen, o, en todo caso, no son fijas o estables, sino movibles. A partir de esta circunstancia, podemos decir que Karl es un personaje queer, que se encuentra más allá de los mandatos de la heteronormatividad. No hay en él un intento por encajar en lo masculino o lo femenino, por el contrario, transita de uno a otro polo.15 15 Como indica bien Tasmin Spargo: “lo queer está en perpetua discordancia con lo normal, con la norma, sea esta la heterosexualidad dominante o la identidad gay/lesbiana. En una palabra, es definitivamente excéntrico, a-normal” (2007, p. 53). Pero a pesar de esto, puede revelarse en su comportamiento una política que pretende reformular el trato sexual entre hombres y mujeres. Una pregunta que surge es si este personaje en realidad es bisexual, es decir, alguien que puede sentirse atraído por una persona independientemente de su sexo (Coll-Planas, 2013COLL-PLANAS, Gerard (2013). Dibujando el género. Madrid: Egales., p. 80). Si bien en una primera lectura podría pensarse algo así, debemos recordar que en el texto Karl asume que la heteronormatividad es una imposición que le otorga a la vagina una sobrevaloración para el sexo. Mucho más placentero es la cavidad anal. En ese sentido, el sexo anal, el que se produce entre hombres, es el único sexo, el auténtico. Con esta postura hay una desestabilización de los supuestos sobre el ser y hacer sexuado y sexual tradicionales. Es importante citar a Beatriz Preciado para entender la trascendencia del gesto de Karl. Esta autora nos explica que

el cuerpo hetero es producto de una división del trabajo de la carne según la cual cada órgano se define por su función. Una sexualización cualquiera implica siempre una territorialización precisa de la boca, la vagina, el ano. Es así como el pensamiento heterocentrado asegura el vínculo estructural entre la producción de la identidad de género y la producción de ciertos órganos como órganos sexuales y reproductores (2005PRECIADO, Beatriz (2005). Devenir bollo-lobo o cómo hacerse un cuerpo queeer a partir de El pensamiento heterosexual. In: CÓRDOVA, David; SÁEZ, Javier; VIDARTE, Paco (Ed.) Teoría queer: políticas bolleras, maricas trans mestizas. Madrid: Egales . p. 111-131., p. 128).

En efecto, Karl lo que hace es resignificar el ano como órgano del placer y desliga el sexo de la reproducción. Si bien la mujer también puede acceder a este placer, lo hace de forma limitada, porque el verdadero placer estaría en la próstata, en el órgano que solo los hombres poseen. Esto nos lleva a decir que estamos ante un acto desestabilizador, no se busca destruir las otras formas de la sexualidad, sino que esta práctica sea incorporada a la scientia sexualis a la que hace referencia Foucault.

Transgresión, sadismo y perversión

Karl es un personaje que tiene por costumbre aprovecharse de los demás. Lo que busca en ellos es fundamentalmente que le provean de placer. Para lograr sus objetivos ha diseñado y perfeccionado toda una gama de estrategias. La víctima de turno es Albert. En sus cartas, Karl le cuenta a Cordelia lo interesado que está en este muchacho:

Presta atención, Cordelia, y si yo dijera a Albert: sé que tienes ocho hermanitos y que los mantienes, y me gustaría conocerlos y ayudarte. ¿Te parece que el infeliz me desplumaría? Puedo saltearme la parte de los hermanitos, y sólo decir: Albert, no soy más que un hombre solitario, alguien que necesita un amigo. ¿Suena afectado, hermana mía? Bueno, él podría responder: señor, no soy más que un mecánico y no tengo nada que pueda interesarle, y, además, soy hombre. ¿Será? Querida, sé que estas flaquezas mías te enfurecen, pero me pongo inseguro cuando la pija suplica. Y suplica. ¡Albert! ¡Albert! ¡Si vieras qué culito apretado, hermana! ¡qué glúteos perfectos! ¡El creador cuando quiere, sabe qué hacer con las manos! (Hilst, 2014HILST, Hilda (2014). Cartas de un seductor. Buenos Aires: Cuenco de Plata., p. 21).

Como se observa, Karl tiene un plan trazado para conquistar a Albert. Sabe que puede ser rechazado e incluso agredido por este, pero apelará a una serie de argucias, entre las que se cuenta el ofrecimiento de ayuda económica para mantener a los hermanos del muchacho. Otra de las estrategias será colocarse en una posición de minusvalía (“no soy más que un hombre solitario, alguien que necesita un amigo”). Resulta interesante que este personaje, quien se jacta de admirar la inteligencia y la racionalidad, pierde la cabeza con tal de satisfacer sus deseos sexuales, entonces se deja dominar por el cuerpo (“cuando la pija suplica”). Una segunda cuestión es que lo que le atrae de Albert sea lo “apretado” de su trasero, sus “glúteos perfectos”. Esta preferencia revela precisamente que estamos ante un personaje homoerótico masculino activo, pero recordemos que no tiene ningún problema en ser objeto de penetración. Karl posee una identidad movediza, fluctuante entre lo activo y lo pasivo.

Detengámonos en el primer encuentro de tipo sexual entre este personaje y Albert. Este último ha aceptado la invitación del primero a tomar unas bebidas. Luego de beber varias cervezas y hablar sobre mujeres, Karl pasa a referirse a la masturbación entre los hombres. En este contexto, le pregunta si alguna vez lo hizo con otro hombre, a lo que el muchacho le responde que sí, pero cuando niño y en grupo. Entonces, Karl aprovecha esta coyuntura para proponerle hacerlo en su auto. Es así que

Él: es la primera vez que me subo a un Mercedes.

Yo: (solo en el pensamiento) también es la primera vez que vas a subirte a un mástil. (¿O no?)

Subimos al auto. No sé cómo hice para llegar a una callecita oscura.

Yo: ¿qué tal si desplumamos el ganso acá y ahora mismo?

Él: (un poco tenso, sonriendo) ¿por qué no?

Ahí me atreví: ¿por qué no te abrís la bragueta, guacho?

Él: (muy calmo pero riéndose) ¿por qué no?

Tanta calma me pareció sospechosa, pero no era momento de hacer discursos al respecto. Entonces vi la pijota rosada, lustrosa, nimbada de rocío. Me fui de boca. Se fue ensanchando y alargando todo. Desplumé mi ganso mientras chupaba aquel magnífico bastón de mando. Él sudaba y gemía abandonado. ¡Belleza! ¡Rosado! ¡Lustroso nimbado de rocío!

Él: (muy serio, después de encharcarme la boca) nunca dejé que un macho me chupara la pija.

Yo: (serísimo) comprendo. Nunca le chupé la pija a nadie tampoco.

Él: (mirándome a los ojos) mentira.

Yo: (mirándolo a los ojos y fingiéndome irritado) ¿qué te pasa, por qué iba a mentirte?

Él: (medio tristón) y bueno… entonces es raro, ¿no?

Yo: (neutro) ¿estás enojado?

Él: (nervioso) ¿por qué? ¡no entregué la zanja, mierda! Mira es mejor que me dejes en una parada de ómnibus más adelante porque nunca nadie me vio en un auto como éste donde vivo. Llamaría mucho la atención (Hilst, 2014HILST, Hilda (2014). Cartas de un seductor. Buenos Aires: Cuenco de Plata., p. 30).

La escena es significativa porque, por un lado, revela el pánico que sienten los hombres ante la homosexualidad, pero con unas bebidas encima, dejan aflorar sus deseos homoeróticos. Una cuestión interesante es como los mandatos de la masculinidad les prohíben a los hombres entrar en contacto sexualmente con otros hombres, pero de hacerlo estos deben asumir la parte activa en la relación. Por esta razón, Albert deja sentado que no ha succionado el pene de otro hombre o ha sido penetrado por este (“entregar la zanja”), sino que pese a todo él sigue conservando su calidad de macho, ya que no asumió una parte pasiva en el acto. A él se lo chuparon, no fue el quien succionó. Como indica Valcuende del Río: “Un hombre no pierde necesariamente su masculinidad, aunque se mueva en un ámbito peligroso, si realiza ‘la penetración’. Otra cuestión es si mantiene una posición definida como ‘pasiva’, es decir, si ‘es penetrado’; en este caso, su masculinidad es puesta en cuestión” (2010VALCUENDE DEL RÍO, José María(2010). Sexo entre hombres: los límites de la masculinidad. Revista Internacional de Ciencias Sociales y Humanidades, v. 1, n. 20, p. 11-37., p. 13).16 16 Serge, André, nos explica: “Sea cual sea la idealización de la virilidad que supone, la homosexualidad masculina pone siempre en juego, en el interior mismo del movimiento de esta idealización, la posibilidad de una degradación de la virilidad y un menoscabo primordial de su símbolo. Por eso ninguna corriente de ‘liberación sexual’, ninguna conmoción de las costumbres conseguirá jamás borrar la marca indeleble de culpabilidad que afecta a la homosexualidad masculina” (1995, p. 75). Otro aspecto a destacar de la cita es que Albert no quiere que lo vean con Karl en un Mercedes, no es que dos hombres no puedan relacionarse, sino que caen en la sospecha si uno de ellos pertenece a una clase social más acomodada. Inmediatamente se asume que el de más baja condición económica le presta algún tipo de servicio prohibido al de mayor escala social. El imaginario asume que el pobre le presta servicios sexuales al que más tiene, lo que equivaldría a decir que el pobre es el pasivo, de algún modo ha sido feminizado por el que tiene más dinero. Como dice Coll-Planas: “La pasividad en la relación sexual, asociada a la femineidad está connotada en nuestra cultura” (2013, p. 53). Por esta razón, Albert llora. Karl le relata a Cordelia:

Arremetí con una cháchara teatral medio boba, tendiente a lo sentimental, al blablá, más tirando a lo tímido (soy conmovedor cuando hago ese personaje) que a lo racional, y le dije: son cosas que pasan, ¿y qué? Creo que me emocioné contigo etc. Tal vez hasta me haya enamorado. Frené delante de un semáforo en rojo. Encendí un cigarrillo. Y él estaba (¡imagínate, Cordelia!) llorando. ¡pobrecito! ¡Qué criaturas tan adorables! ¡Qué almitas ingenuas! ¡Y cómo lloraba el pobre, Cordelia! ¡Qué cuerpitos hambrientos!¡qué neuronas modestas! Apoyé, como siempre con naturalidad, mi mano sobre su muslo y arriesgué un delicuescente “perdóname”, y enseguida un “creo que te injurié. ¡Él: ¿qué? Yo: (traduciendo) creo que te ofendí con mis “arrobos”. Él: ¿qué? Yo: (traduciendo) ¿te ofendí porque te la chupé? Oh Cordelia, ¡tal vez deba iniciarlo en la lengua primordial de Schreber? En fin, lo dejé en la parada de ómnibus. Llorando (Hilst, 2014HILST, Hilda (2014). Cartas de un seductor. Buenos Aires: Cuenco de Plata., p. 31).

Este fragmento de la escena es muy importante. Veamos que, en primer lugar, ante la ofuscación de Albert, Karl trata de calmarlo apelando a una serie de recursos actorales (“soy conmovedor cuando hago ese personaje”). Acción que lo presenta como un sujeto cínico. Esta situación se enfatiza más cuando al verlo llorar no siente compasión o empatía por él, sino una especie de piedad, la que se puede sentir por un animal, en todo caso con alguien que se encuentra en un estado de minusvalía social. Expresiones como: “Criaturas tan adorables” “almitas ingenuas”, “cuerpitos hambrientos”, “neuronas modestas” prueban esta impresión que tiene este tipo de personas sobre los individuos como Albert, los pobres. No hay aquí un intento de comprender al otro. Como señala Deleuze, el héroe sádico presume de una frialdad esencial (2001DELEUZE, Gilles (2001). Presentación de Sacher-Masoch: Lo frío y lo cruel. Buenos Aires: Amorrortu., p. 53). Para este personaje aristócrata los pobres son como objetos, con los cuales se puede jugar y divertirse. Esta situación se agudiza más cuando emplea palabras que sabe que su interlocutor no entenderá, lo que enfatiza la ignorancia en la que vive. Estamos ante un uso discriminador de la educación y la cultura, que sirven para establecer jerarquizaciones. No hay un deseo de comunicarse con este otro, sino de humillarlo, por su falta de educación y cultura. De esta manera, Karl no solo se nos presenta como un personaje cínico, sino perverso. López Martínez nos dice que: “la estética de lo erótico y de lo obsceno se resuelve en un sujeto sexual activo que se satisface a sí mismo a través de la fantasía de haber convertido al otro o a los otros en objetos pasivos de su deseo” (cit. en Díaz, 2018DÍAZ FERNÁNDEZ, Estrella (2018). Sonrisas verticales: homoerotismo femenino y narrativa erótica. Barcelona: Icaria., p. 49). Esta es una puesta en escena de una realidad en la que, como reflexiona Juan Carlos Ubilluz, nos parece más normal que el otro está allí no como un partenaire sino como parte de una mercancía que consumimos para gozar (2006UBILLUZ, Juan Carlos (2006). Nuevos súbditos: cinismo y perversión en la sociedad contemporánea. Lima: Instituto de Estudios Peruanos., p. 118).

Este libro también puede leerse como la crónica de una seducción. Aquí la víctima es Albert, quien lentamente va a ser inducido en los placeres homoeróticos. Recordemos que en un primer momento este muchacho siente pudor por dejarse llevar por este deseo, pero a medida que se suceden los encuentros sexuales con Karl, Albert empieza a entregarse desenfrenadamente a la homosexualidad. Karl le relata a Cordelia:

a mí lo único que me queda es volver con Albert, el joven mecánico. Se soltó. Ayer en la noche, después de recibir tu carta, hicimos todas las posiciones: araña, centrifugado, cascada y burrito. No voy a contarte cómo son. Imagínatelas. También hicimos el “carro alegórico”: yo acostado, el encima del lustroso, con los brazos abiertos y cantando “no me digas adiós”. Ya no llora (Hilst, 2014HILST, Hilda (2014). Cartas de un seductor. Buenos Aires: Cuenco de Plata., p. 59).

No sabemos si lo que le cuenta Karl a Cordelia es verdad, lo cierto es que Albert se ha soltado y vive su sexualidad (disidente) de manera libre y gozosa. El hecho de practicar las diferentes posiciones amatorias que desarrolla con Karl son la prueba fehaciente de esta afirmación. Un punto importante aquí es el hecho de que ya no llora. Por lo tanto, asume como natural el tener sexo con otro hombre. Ahora bien, un aspecto muy interesante es que, de algún modo, Karl está incitando a Cordelia para que imagine cómo son esas posiciones. Nuevamente estamos ante la figura del perverso, que asume que su deseo no heteronormativo puede ser compartido por el otro.

Una cuestión más: Cordelia no solo sería la víctima elegida, sino que esta condición se extrapola a los lectores de las cartas. Se trata de atentar contra el pudor de estas, forzar la angustia de su división, para luego hacerlos admitir que han nacido para ser parte de este goce homosexual. De este modo, este narrador pretende instaurar una comunidad de goce, es decir, comunidades que se erigen sobre modos particulares de gozar, en este caso, el goce homosexual, pero no de forma tradicional, sino de aquel que considera que las identidades son flexibles y movedizas. El goce de este narrador consiste en constatar que la homosexualidad es la materia con la que está hecha el mundo. Por esta razón, Karl es un perverso. Como explica bien Serge André, el perverso nos revela su fantasma obsceno para de este modo “demostrarnos cómo nosotros, quienes lo escuchamos [o leemos, en este caso] estamos sujetos a dicho fantasma, lo queramos o no -incluso preferible contra nuestra voluntad” (1995, p. 47).

Consideraciones finales

No puede decirse que Cartas de un seductor sea una novela erótica o pornográfica común y corriente. Se trata de un texto que emplea los recursos de este subgénero literario y los potencia al máximo. La complejidad de su estructura, el alcance de sus reflexiones, las innumerables referencias a textos literarios, filosóficos y políticos hacen de esta novela un texto realmente difícil que más que estar dirigido a la masa, solo puede ser entendido cabalmente por un lector modelo formado en la mal llamada alta cultura.

Cartas de un seductor, pese a su brevedad, contiene una serie de textos que se desarrollan de manera autónoma. Uno de ellos, quizá el más importante, es el relato epistolar en el que Karl se dirige a su hermana Cordelia. En este relato nos encontramos con un texto erótico pornográfico homoerótico masculino que nos presenta un intento de cuestionar los modelos propuestos/impuestos por la heteronormatividad. El personaje-narrador Karl, con la performance que desarrolla a lo largo de este texto, no solo desafía esta heteronormatividad, sino que niega las identidades que esta establece y patrocina. Hay en este proceder un gesto de queerización,17 17 Queerizar debe entenderse como leer o analizar algo desde la perspectiva queer” (Barker y Scheele, 2017, p. 102). una deconstrucción del orden sexual heredado de la modernidad.

Ya no estamos ante la representación del homosexual humillado y ofendido. No es más objeto de burla y escarnio, como gran parte de la literatura latinoamericana lo ha representado en sus ficciones. En el libro de Hilst tenemos a un personaje homoerótico masculino que asume el control de su vida y se convierte en un ser transgresor, perverso y cínico. Al margen de la valoración que le podamos dar a esta representación, estamos ante una nueva representación del homosexual como un sujeto, con capacidad de agencia.

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    En el año 2018, la editorial Tordesilhas publicó Eu e não outra: a vida intensa de Hilda Hilst de Laura Folgueira e Luisa Destri, la primera biografía sobre esta notable autora.
  • 2
    Vale preguntarse si es lo mismo erótico que pornográfico. Clarice Cerqueira nos aclara: “O erótico trata a obscenidade de forma sutil, está no campo da insinuação, numa espécie de jogo de sedução, explorando a sensualidade e sugerindo algum sentimento. A pornografia, no entanto, descreve o ato sexual em si, o mostra de maneira explícita, com a repetição gratuita de imagens obscenas, até mesmo incluindo aí o sadomasoquismo. Portanto, parece que o limite existente entre o erótico e o pornográfico seja uma questão de intensidade” (2011CERQUEIRA, Clarice (2011). Uma estratégia obscena: O caderno Rosa de Lori Lamby, de Hilda Hilst, em perspectiva. REEL - Revista Eletrônica de Estudos Literários, Vitória, s. 2, ano 7, n. 8, p. 1-17. Disponible en: Disponible en: https://docplayer.com.br/112361295-Uma-estrategia-obscena-o-caderno-rosa-de-lori-lamby-de-hilda-hilst-em-perspectiva.html . Acceso en: 20 enero 2020.
    https://docplayer.com.br/112361295-Uma-e...
    , p. 5).
  • 3
    En el año 2000, en una entrevista Hilda Hilst se refiere a este membrete que los críticos le asignaron: “E passei a ser conhecida como uma escritora erótica, o que é muito estranho pois dos quase quarenta livros que escrevi, só quatro deles tem esse tipo de abordagem. Pra mim foi uma delícia, uma brincadeira que eu considero de muito bom gosto” (cit. en Cerqueira, 2011CERQUEIRA, Clarice (2011). Uma estratégia obscena: O caderno Rosa de Lori Lamby, de Hilda Hilst, em perspectiva. REEL - Revista Eletrônica de Estudos Literários, Vitória, s. 2, ano 7, n. 8, p. 1-17. Disponible en: Disponible en: https://docplayer.com.br/112361295-Uma-estrategia-obscena-o-caderno-rosa-de-lori-lamby-de-hilda-hilst-em-perspectiva.html . Acceso en: 20 enero 2020.
    https://docplayer.com.br/112361295-Uma-e...
    , p. 2).
  • 4
    González Landa, siguiendo a Yuri Lotman, nos explica: “El texto artístico posee una carga semántica potenciada; adquiere dicha potenciación porque incluye, en relación dialéctica, dos sistemas semánticos: el de la lengua natural, que permanece, y el de la construcción de la lengua artística. Con ello, los textos literarios contribuyen a expresar, en su universo de ficción, niveles de la realidad y de la conciencia humana que con los demás tipos de enunciados no se llegan a alcanzar” (1992GONZÁLEZ LANDA, María Carmen (1992). La construcción del sentido en los textos literarios. Didáctica: Lengua y literatura, n. 4, p. 65-84., p. 67).
  • 5
    El hecho de considerar estas obras como eróticas o pornográficas contribuyó a que las mismas no fueran tomadas en serio por la crítica especializada. Mónica Ojeda nos dice: “En el mejor de los casos las representaciones pornográficas solo pueden ser vistas -desde el imaginario cultural- como un arte malo, superficial, carente de trascendencia y, en el peor, como producciones sobre los aspectos más mundanos y denigrantes de la carne” (2014OJEDA. Mónica (2014). Pornoerótica latinoamericana: subversión en la narrativa de mujeres en el exilio. Anales de literatura hispanoamericana, n. 43, p. 57-69. , p. 57).
  • 6
    Respecto a la literatura pornográfica, Gilles Deleuze sostiene que es “una literatura reducida a unas cuantas consignas (haz esto, haz aquello...), seguidas de descripciones obscenas. En ella, violencia y erotismo se aúnan, pero de manera rudimentaria” (Deleuze, 2001COLL-PLANAS, Gerard (2013). Dibujando el género. Madrid: Egales., p. 22).
  • 7
    Como le decía Hilda Hilst a S. Francisco en una entrevista: “a única maneira de chamar a atenção é falar de sexo” (cit. en Blumberg, 2015BLUMBERG, Mechthild (2015). Sexualidade e riso a trilogia obscena de Hilda Hilst. In: AZEREDO, Nilze María de; BUSATO, Susana (Org.) Em torno a Hilda Hilst. São Paulo: Editora da Unesp. p. 121-137., p. 131).
  • 8
    Puede afirmarse que este relato menor, las cartas entre Karl y Cordelia, son una manifestación de los relatos epistolares. Para ser precisos y utilizando la clasificación que propone Spang, sería uno correspondiente a la comunicación epistolar monológica, en la que “se reúnen las cartas de un solo remitente y permanecen sin respuesta explícita. Sin embargo, frecuentemente es posible deducir entre líneas la contestación y la reacción del destinatario o por alusión en la carta siguiente del mismo remitente” (2000SPANG, Kurt (2000). La novela epistolar. Un intento de definición genérica. RILCE, v. 16, n. 3, p. 639-656., p. 644).
  • 9
    Respecto a esta idea, Constance Mui expresa lo siguiente: “porque la mujer nunca es un tema en particular, la pornografía no objetifica a una mujer sino la idea de mujer. Como tal, la pornografía se trata realmente de la objetivación de todas las mujeres, sacándolas de sujetos libres que existen en sus cuerpos en objetos reificados que existen solo como cuerpos” (1998MUI, Constance (1998). Rethinking the pornography debate: some ontological considerations. Bulletin de la Société Américaine de Philosophie de Langue Française, v. 10, n. 2, p. 118-127., p. 126).
  • 10
    Recordemos junto Sedgwick que el vínculo homosocial masculino se estructura en torno de la hostilidad a la homosexualidad (cit. en Spargo, 2007SPARGO, Tasmin (2007). Foucault y la teoría queer. Madrid: Gedisa., p. 62).
  • 11
    Susana López Penedo nos explica: “Freud definió el fetichismo como la sobrevaloración sexual de una parte del cuerpo u objeto inanimado, y consideraba esta sobrevaloración como una característica del amor masculino” (2008LÓPEZ PENEDO, Susana (2008). El laberinto queer. La identidad en tiempos de neoliberalismo. Madrid: Egales ., p. 65). En efecto, el fetichismo es básicamente un acto realizado por el hombre.
  • 12
    Según Gerard Genette, el hipertexto es el texto que se deriva de un texto anterior, denominado hipertexto (1989GENETTE, Gerard (1989). Palimpsestos: la literatura en segundo grado. Madrid: Taurus., p. 16).
  • 13
    En realidad, esta parte que estamos analizando de Cartas de un seductor también guarda relaciones intertextuales con otro texto, Diarios de un seductor (1844) de Sören Kierkegaard. En esta novela se narra la relación entre Juan, “el seductor” -especialista en las artes del engaño y la manipulación-, y la joven e inocente Cordelia.
  • 14
    Javier Sáez y Sejo Carrascosa formulan un apunte interesante a este respecto: “La masculinidad de los hombres se construye de una manera extraña: por un lado, evitando a toda costa la penetración, pero por otro lado con un curioso permiso para penetrar lo que sea, incluyendo los culos de otros varones” (2011SÁEZ, Javier; CARRASCOSA, Sejo (2011). Por el culo: políticas anales. Madrid: Egales . , p. 19).
  • 15
    Como indica bien Tasmin Spargo: “lo queer está en perpetua discordancia con lo normal, con la norma, sea esta la heterosexualidad dominante o la identidad gay/lesbiana. En una palabra, es definitivamente excéntrico, a-normal” (2007SPARGO, Tasmin (2007). Foucault y la teoría queer. Madrid: Gedisa., p. 53).
  • 16
    Serge, André, nos explica: “Sea cual sea la idealización de la virilidad que supone, la homosexualidad masculina pone siempre en juego, en el interior mismo del movimiento de esta idealización, la posibilidad de una degradación de la virilidad y un menoscabo primordial de su símbolo. Por eso ninguna corriente de ‘liberación sexual’, ninguna conmoción de las costumbres conseguirá jamás borrar la marca indeleble de culpabilidad que afecta a la homosexualidad masculina” (1995ANDRÉ, Serge (1995). La impostura perversa. Buenos Aires: Paidós., p. 75).
  • 17
    Queerizar debe entenderse como leer o analizar algo desde la perspectiva queer” (Barker y Scheele, 2017BARKER, Meg-John; SCHEELE, Julia (2017). Queer: una historia gráfica. Madrid: Melusina., p. 102).
  • 18
    Organizadoras: Amara Moira e Tatiana Nascimento
Editora de sección: Paula Dutra

Fechas de Publicación

  • Publicación en esta colección
    27 Nov 2020
  • Fecha del número
    2020

Histórico

  • Recibido
    29 Feb 2020
  • Acepto
    31 Ago 2020
Grupo de Estudos em Literatura Brasileira Contemporânea, Programa de Pós-Graduação em Literatura da Universidade de Brasília (UnB) Programa de Pós-Graduação em Literatura, Departamento de Teoria Literária e Literaturas, Universidade de Brasília , ICC Sul, Ala B, Sobreloja, sala B1-8, Campus Universitário Darcy Ribeiro , CEP 70910-900 – Brasília/DF – Brasil, Tel.: 55 61 3107-7213 - Brasília - DF - Brazil
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