Sr. Editor:

Actualmente el dengue afecta a más de 120 países en el mundo con alrededor de 100 millones de infecciones por año, y es considerado un importante problema de salud pública. La pandemia por COVID-19 ha generado una disminución de la productividad económica, con interrupción de los servicios de salud, desatendiendo de manera eficiente problemas ya presentes como el dengue y otras arbovirosis, lo cual ha ocasionado un retroceso en las medidas de salud pública¹.

En el Perú, por ejemplo, se ha registrado 34% de incremento en el reporte de casos de dengue hasta la semana epidemiológica 10 del año 2021, siendo los departamentos más afectados: Madre de Dios, Cajamarca, Huánuco, Ayacucho, Amazonas, Ucayali, Ica y Piura. Similar situación se presentó en el departamento de Cusco, el cual desde el año 2013 comunicó la presencia de virus dengue en la región, inicialmente identificado en el distrito de Camanti, provincia de Quispicanchis. Los reportes epidemiológicos de la Gerencia Regional de Salud (GERESA) Cusco, muestran que a finales del año 2019 se inició la curva de ascenso de los casos de dengue. Durante el año 2020 se presentó el mayor brote de la región desde que se identificó al virus el año 2013, afectando a 10 distritos y generando cinco nuevos escenarios que mostraron por primera vez la presencia de Aedes aegypti, vector transmisor de la enfermedad, y la consiguiente presencia de nuevos casos en la región² (Figura 1).

Fuente: http://www.diresacusco.gob.pe/inteligencia/epidemiologia/boletines.htm.

Figura 1 Incidencia acumulada de dengue. GERESA Cusco, 2018-2020. 

En ese sentido, debido a las medidas de cuarentena decretadas por el gobierno por la pandemia del COVID-19 en el Perú y otros países de América Latina, la movilidad de las personas ha disminuido, con una mayor exposición de los habitantes a los vectores por más tiempo de permanencia en sus residencias, situación que se ha evidenciado en otros países como Malasia, Singapur y Tailandia³. La distribución de los mosquitos A. aegypti en o alrededor de las casas y áreas con alta densidad poblacional puede haber facilitado el aumento de contacto entre el vector y los seres humanos susceptibles durante el aislamiento social obligatorio. Además, el temor al contagio por COVID-19, asociado a la renuencia de muchos residentes a abrir las puertas al personal de salud, ha limitado la búsqueda de atención de personas con dengue y otras enfermedades arbovirales reduciendo la notificación epidemiológica de casos. Esta situación podría conllevar a serios retrasos en el diagnóstico y por consiguiente mayor riesgo de que se notifiquen casos graves. Aún más, debido a que las manifestaciones clínicas por el dengue y COVID-19 son semejantes, resulta fundamental contar de manera oportuna con suficientes pruebas virológicas para diferenciar el dengue de COVID-19⁴.

Por lo tanto, en ausencia de vacunas efectivas para el dengue y otras arbovirosis, y en paralelo al proceso de vacunación contra el COVID-19, urge intensificar la promoción de prácticas con demostrada efectividad para la prevención de la transmisión por dengue y otras arbovirosis tales como: la eliminación del agua estancada, la reducción de desechos sólidos y plásticos que pueden acumular restos de agua y/o lluvia. Estas medidas deberán implementarse en simultáneo a las actividades del control del virus SARS-CoV-2⁴. Adicionalmente, es pertinente la búsqueda de medidas novedosas que faciliten el control de brotes de dengue y otras arbovirosis con participación intergubernamental y multisectorial. El núcleo familiar y la participación comunitaria deberán ser los ejes centrales de las medidas de control, con actividades semanales de recojo de inservibles, el uso de repelentes por los grupos vulnerables, así como la implementación de acciones y estrategias innovadoras como el desarrollo de desinfectantes de manos contra el virus SARS-CoV-2 que incluyan repelentes contra vectores de enfermedades arbovirales^4,5.

Además, urge fortalecer la estrategia nacional de comunicación de riesgos, en especial en áreas de mayor distribución del vector, en donde el temor y el aislamiento por la pandemia limitaría significativamente el trabajo preventivo promocional.

Recientemente, intervenciones basadas en innovaciones tecnológicas han demostrado el potencial de los mensajes de texto (SMS) enviados a teléfonos móviles para promover cambios de comportamiento y mejorar las prácticas comunitarias para prevenir el dengue en la población, demostrando ser más efectivos que los folletos impresos⁶.

Finalmente, resulta clave fortalecer los programas de entrenamiento tanto en el manejo de brotes de dengue y arbovirus, incluyendo las telecapacitaciones; como en ciencia e inteligencia de datos para el personal a cargo de gestionar datos y en la toma decisiones. Asimismo, resulta crucial incrementar el financiamiento de investigaciones relacionadas a dengue y arbovirosis que ayudarán en la toma de decisiones basadas en la evidencia científica.