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vol.51 issue1ARQUEOLOGÍA Y DERECHOS HUMANOSCOMENTARIO A "EN CONTRA DEL POPULISMO REACCIONARIO: HACIA UNA NUEVA ARQUEOLOGÍA PÚBLICA", DE ALFREDO GONZÁLEZ RUIBAL, PABLO ALONSO GONZÁLEZ Y FELIPE CRIADO BOADO author indexsubject indexarticles search
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Chungará (Arica)

On-line version ISSN 0717-7356

Chungará (Arica) vol.51 no.1 Arica Mar. 2019

http://dx.doi.org/10.4067/S0717-73562019005000804 

Artículo en debate: En contra del populismo reaccionario: Hacia una nueva arqueología pública

Comentaristas

NUNCA FUIMOS APOLÍTICOS: COMENTARIOS A "EN CONTRA DEL POPULISMO REACCIONARIO: HACIA UNA NUEVA ARQUEOLOGÍA PÚBLICA"

Henry Tantaleán2 

2 Instituto Francés de Estudios Andinos, Lima, Perú, henrytantalean@yahoo.es

No les ocultaré a ustedes que, cuando leí el artículo original en la revista Antiquity y los comentarios que lo acompañaban, dejé escapar una sonrisa de satisfacción y complicidad por el valor que tuvieron los autores de este pequeño ensayo para poner en inglés muchas de las ideas que ya habían venido vertiendo en diferentes espacios y foros sobre lo que está ocurriendo con la arqueología en nuestros tan extraños, líquidos y post-veraces tiempos. Más aún, la posibilidad de haber publicado y poder comentar este texto en castellano me parece más que oportuna para nuestra parte del mundo.

Además, de las críticas al liberalismo en la arqueología y a la falta de relevancia de nuestras discusiones académicas para un mundo que necesita más que nunca de sus intelectuales y científicos resulta significativo el interés de los autores en "repolitizar de nuevo la arqueología". A esto solo habría que añadir que, como los autores seguro saben, la arqueología siempre estuvo politizada y, justamente los que menos desean que se hable de dicha relación son los que más utilidad han sacado de mover sus intereses económico-políticos detrás de su supuesta apoliticidad. En cualquier caso, sospecho que repolitizar la arqueología en el caso de los autores supone hacer una política radical que se ponga del lado de los subalternos del presente y del pasado (Bernbeck y Pollock 2018; Hammilakis 2018).

Y en este punto, Sudamérica ha sido y parece que seguirá siendo un importante campo de luchas políticas y los arqueólogos no deberían olvidar esa tradición que los llevó a generar formas creativas de hacer arqueología y, sobre todo, ir hombro a hombro con las luchas de nuestros colegas, los estudiantes y los trabajadores. Justo ahora cuando una gran crisis de corrupción y de regreso de posiciones de extrema derecha parece volver a un continente que ha sufrido varios de sus excesos, hacer una arqueología política parece ser una obligación y una necesidad. Y es que detrás de la máscara del multiculturalismo, con su llamada a la inclusión y en su forma mas utilitarista de patrimonialismo, hemos visto y seguiremos viendo el etnocidio de muchos pueblos y la destrucción de los medios ambientes y la inclusión de una agenda neoliberal que nos llevará a una alienación de nuestra relevancia como antropólogos y arqueólogos en países donde el pasado convive con nosotros y el futuro necesita pensarse ahora.

Por ello, también hacen bien los autores en recordar que los denominados "arqueólogos sociales" han terminado esencializando al "Pueblo" y, dicha esencialización, ha ayudado a abstraernos de las realidades sociales concretas. Después de todo, ¿cómo podríamos apoyar o dirigirnos a nuestros principales interlocutores si ni siquiera sabemos de quienes se tratan? Al final, aun siendo críticos con la forma en la que se hace la arqueología oficial parece que terminamos sirviendo al mismo amo. En este punto, según los autores ciertas prácticas arqueológicas han devenido en un "populismo reaccionario": "[...] una forma política que es anti-liberal en términos de su política de la identidad (en lo que se refiere, por ejemplo, al multiculturalismo, el derecho de aborto, derechos de las minorías o libertad religiosa), pero es liberal en su política económica. Se caracteriza por su nacionalismo, racismo y anti-intelectualismo". Y, es ahí, donde tantos errores del pasado relacionados con el autoritarismo y el totalitarismo cimentados por estudios arqueológicos regresan a nosotros como pesadillas. Pero, también, muchos sueños del capitalismo nacionalista y transnacionalista se hacen reales.

Como peruano, soy consciente y he experimentado el juego del "neoliberalismo progresista" como señalan los autores. Desde la arqueología oficial hemos asistido a su naturalización. Más importante, un multiculturalismo se encuentra presente en la patrimonialización de los sitios arqueológicos y de las tradiciones ancestrales. Así, estoy de acuerdo cuando los autores señalan que "La arqueología liberal ha incorporado más y más gente al proyecto del liberalismo global, permitiendo a ésta participar en la producción y consumo de identidades culturales y experiencias patrimoniales. Pero ha sido incapaz de otorgar a estos mismos sujetos la riqueza material que les había prometido: ha ofrecido símbolos, pero no trabajos". Y en este aspecto, siendo positivista, existen harto casos en el Perú, y en concreto, con comunidades tradicionales vinculadas directamente con el turismo contemporáneo, donde la tan cacareada "industriasin chimeneas" ha defraudado a los que ofreció ayudar económicamente. Ya no hablemos de la pérdida parcial o total de su historia y memoria local y, en casos más graves, un importante proceso de desplazamiento y de gentrificación ha sido experimentado en lugares tan emblemáticos como la ciudad del Cusco. Y han sido pocos los gestores del patrimonio cultural, los que han levantado la voz ante esos atropellos. Obviamente, existe una connivencia de intereses concretos y materiales. Otras propuestas más atrevidas y "emprendedoras" han "orientalizado" al ser humano andino y los han incluido dentro de su oferta turística como fósiles vivientes de un pasado, construyendo heterotopías en esta parte de los Andes. Claramente, algunos individuos se han beneficiado económicamente de la creación de una forma de patrimonio cultural que es rápidamente visitado y consumido. Después de todo, vivimos en un mundo capitalista y capitalizado y eso es algo que no podemos negar. No obstante, como científicos sociales, la pregunta que cabría hacerse es ¿a costa de qué? Si lo vemos en perspectiva histórica, el capitalismo ha tardado muy poco tiempo en movilizar, distorsionar, transformar, empaquetar y vender al mejor postor siglos de tradiciones y tecnologías ancestrales en nombre del turismo (García 2018).

Por ello, resulta importante tomar en cuenta nuestro rol activo en la sociedad. Un compromiso con la verdad es importante en un momento en que la post-verdad parece acechar en cada esquina a nuestras explicaciones arqueológicas. Como nos exigen los autores debemos volver a educar. No en el sentido clásico de una educación paternalista que les hace el juego a las políticas patrimonialistas neoliberales, sino a la educación basada en el conocimiento científico que poco a poco se está desvirtuando y ridiculizando por los agentes políticos que no desean que las verdades hagan tambalear el andamiaje económico que se han esmerado por construir en el último siglo. En un mundo plagado de información rápida y masticada, los arqueólogos deben actuar conscientemente sobre las posibilidades de ser agentes de cambio en las formas de percibir a nuestras sociedades y las maneras en que nuestras formas de decir y hacer las cosas pueden afectar concretamente a las comunidades más indefensas de nuestros países.

En países como el mío, siempre se escucha un lamento por parte de los arqueólogos: la gente no protege su patrimonio arqueológico, más bien lo destruye. Pero ¿qué hemos hecho para comunicarnos con ellos? Aunque existen algunas iniciativas deberíamos esmerarnos en dialogar más con ellos. Si algunos sujetos de las comunidades huaquean o destruyen sitios arqueológicos ¿no será en parte culpa nuestra? No podemos seguir exigiendo el conocimiento a alguien sobre algo que no hemos comunicado (o lo hemos hecho mal). Por tanto, resulta importante profundizar en las necesidades históricas de las comunidades. No es suficiente hacer solo una "consultaprevia" si no trabajar con dichas comunidades para conocer su realidad y memoria histórica. Patrimonializar sin consulta los lugares de sus ancestros, quizá, sea la peor forma de acercarnos a ellos.

Si como los autores señalan, los arqueólogos hemos idealizado a las comunidades también las hemos satanizado al constatar que no aceitan la maquinaria patrimonialista. Por ello, si fuésemos tan liberales como se supone, también deberíamos respetar su propiedad. Más bien, como señala Raúl Asensio (2018), los arqueólogos hemos asumido una cruzada por la defensa del patrimonio arqueológico: nos hemos arrogado la responsabilidad y deber cuasi divino de definir cuál es la verdadera manera de utilizar los sitios y objetos arqueológicos. En este punto, algunos gestores del patrimonio arqueológico han promovido y asistido al proceso de cosificación y comoditizacion de los sitios arqueológicos y los han alejado de sus relaciones sociales que las componen y a las que están amarrados desde el comienzo de los tiempos.

Quizás, como modelo alternativo a ese patrimonialismo neoliberal, sería importante tomar en cuenta las percepciones del mundo y el paisaje que poseen los grupos originarios (como también señala Hammilakis 2018:518). Aprender de ellos puede resultar más fructífero que simplemente aplicar recetas desde fuera y, peor aún, sin consultar a las comunidades implicadas. Por lo menos, los investigadores deberíamos plantearnos visibilizar las contradicciones inherentes al sistema capitalista contemporáneo en el cual nos insertamos, a la vez que, encontramos y recuperamos a los grupos invisibilizados, perseguidos o desaparecidos del pasado.

Desde hace más de dos décadas, la mayoría de los arqueólogos peruanos hemos vivido en esta forma de hacer las cosas. Sin embargo, cada vez más, debido a las crisis económicas, la baja de los precios de los minerales en el mercado internacional, las nuevas geopolítica y economía global que están moviendo el eje del poder económico hacia Oriente, y finalmente, la liberalización de las políticas gubernamentales relacionadas con la defensa de los sitios arqueológicos, encontramos menos puestos de trabajo dentro de una legión de arqueólogos que se formaron en esa dinámica laboral. En este punto, esta masa de arqueólogos tendrá que reconvertirse o comenzará a criticar al sistema que los albergó.

Por ello, el texto de los autores llega en un momento en el cual más que antes es posible contar con un número de arqueólogos ilustrados que puedan ser agentes de cambio de las formas en las que se ha patrimonializado a los sitios arqueológicos. Más importante aún, será que tomemos en serio las demandas de los grupos sociales de nuestros países. En este caso, debemos ser conscientes de que cada grupo tiene sus propios intereses y la única forma de valorar su pertinencia para el desarrollo de una sociedad más justa y equitativa radicará en reconocer las experiencias negativas del pasado y buscar las mejores alternativas de solución a problemas concretos. Y la información para ello, solo puede proceder de los arqueólogos e historiadores.

En este momento crucial, tenemos que desarrollar instrumentos para criticar y valorar la historia pasada y los arqueólogos, espero, estemos preparados para hacerlo. Deberíamos dejar de mercantilizar y, sobre todo, de trivializar la arqueología (Zimmerman 2018:524). Obviamente, esto no nos convertirá en los más populares de las reuniones de arqueólogos. Sin embargo, como exigen los autores: "Debemos abandonar nuestras zonas de confort y estar listos para luchar nuestras batallas". Y, al menos, porque como todos, tenemos nuestros intereses particulares, deberemos ser capaces de hacer escuchar nuestras voces y reclamar nuestra parcela entre las personas que decidirán su futuro. Espero que elijamos bien hacia donde queremos ir. Aunque por momentos, la frustración nos inmoviliza, siempre hay un nuevo día. Debemos informarnos y trabajar en la búsqueda de esa "objetividad crítica", la que pueda ser ofrecida como evidencia para convencer al resto de lo que sería correcto hacer. Sin embargo, al despertar con todo ello, nuevamente, habrá que salir a luchar.

Referencias Citadas

Asensio, R. 2018. Señores del Pasado. Arqueólogos, Museos y Huaqueros en el Perú. IEP, Lima. [ Links ]

Bernbeck, R. y S. Pollock 2018. Archaeology's 'People'. Antiquity 92 (362):516-517. [ Links ]

García, P. 2018. En Nombre del Turista. Paisaje, Patrimonio y Cambio Social en Chinchero. IEP, Lima. [ Links ]

Hammilakis, Y. 2018. Decolonial archaeology as social justice. Antiquity 92 (362):518-520. [ Links ]

Said, E. 2002 [1997]. Orientalismo. Mondadori, Barcelona. [ Links ]

Zimmerman, L. 2018. Changing archaeology's 'brand' would be helpful. Antiquity 92 (362):523-524. [ Links ]

1Nota de la editora: Chungara Revista de Antropología Chilena presenta los comentarios críticos realizados por ocho arqueólogos latinoamericanos al estimulante y provocativo artículo recientemente publicado en inglés “Against reactionary populism: toward a new public archaeology” en la revista Antiquity 2018, 92 (362):507-515, de los autores Alfredo González-Ruibal, Pablo Alonso González y Felipe Criado-Boado, cuya versión en español se encuentra disponible en www.chungara.cl. Los destacados arqueólogos Manuel Gándara Vázquez (México), Wilhelm Londoño (Colombia), Pedro Paulo A. Funari y Andrés Alarcón-Jiménez (Brasil), Henry Tantaleán (Perú), Alejandro Haber (Argentina), Félix Acuto (Argentina), y Dante Angelo (Chile), contribuyen sustancialmente al debate, desde sus visiones críticas de cómo el patrimonio y la arqueología pública es entendida y practicada en nuestros países latinoamericanos.

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