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Cuadernos de historia (Santiago)

On-line version ISSN 0719-1243

Cuadernos de Historia  no.53 Santiago Dec. 2020

http://dx.doi.org/10.4067/S0719-12432020000200229 

Estudios

“No solamente los nobles y los ricos, sino los plebeyos y mucha parte de las mujeres”. El discurso político de la prensa chilena sobre la educación popular durante la Patria Vieja, 1812-1814

“Not only the nobles and the rich, but the plebeians and much more the women”. The Chilean press’s political discourse on popular education during the ‘Patria Vieja’ (1812-1814)

1Universidad San Ignacio de Loyola. Lima, Perú

2Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Lima, Perú

Resumen:

Esta investigación identifica el discurso político sobre los sectores populares y las propuestas de su educación en los periódicos La Aurora de Chile, El Monitor Araucano y El Semanario Republicano durante la Patria Vieja. Se evidencia el uso pedagógico-político de la prensa y la pretensión de forjar la legitimidad política de las nuevas autoridades en un contexto de cambio y revolución.

Palabras clave: Chile; Independencia; Patria Vieja; Prensa; Pedagogía política

Abstract:

This research identifies the political discourse on the popular sectors and the proposals of their education in the newspapers La Aurora de Chile, El Monitor Araucano and El Semanario Republicano during the Patria Vieja. It is evident the pedagogical- political use of the press and the pretension to forge the political legitimacy of the new authorities in a context of change and revolution.

Keywords: Chile; Independence; Press; Popular education; Political pedagogy

Introducción

Como la libertad es un alimento de digestión difícil, y el pueblo no está preparado para ella, como no tiene principios, miras, ni proyectos, pasará tal vez de la esclavitud a la anarquía, o tomará un movimiento incierto y vacilante en que cada paso sea un absurdo. Se pronunciará con entusiasmo la voz de libertad, pero ni se conocerá su verdadero sentido, ni se sabrá el modo de conservarla 1 .

La rudeza de costumbres e ignorancia de las letras, no puede remediarse si no interviene el brazo poderoso del gobierno y toma a su cargo los primeros fundamentos de la reforma de las escuelas. Es notorio que son las opiniones las que dirigen a los pueblos, y que las escuelas son la cuna donde nacen y se alimentan las opiniones para difundirse después en la plebe 2 .

De esta suerte los Americanos se sacrificaban por la felicidad de los Europeos, al mismo tiempo que fraguaban con sus propias manos los instrumentos de su ruina. Las artes, el comercio, las letras, todo les estaba prohibido de un modo tan insultante y descarado, que aunque hubiesen sido los hombres más bárbaros, debían conocer que la política de sus dominadores estaba en oposición con su felicidad; o por decirlo más claro, que la España para conservarnos en la esclavitud necesitaba tenernos pobres, ignorantes y oprimidos 3 .

Las conmemoraciones de los bicentenarios representan la ocasión propicia para examinar el mundo oficial y popular y sus avatares en el contexto de las revoluciones independentistas. En este período se forjaron una serie de discursos políticos en impresos que se diseminaron a través de diversas redes y medios de comunicación que dan cuenta de un amplio abanico de posibilidades para entender tanto las visiones que las elites tenían de los sectores populares como la identificación de su potencialidad y uso político; los límites de su involucramiento en el proceso político y la lucha revolucionaria; así como el rol que las elites les asignaban dentro de las redefiniciones de las relaciones Estado-sociedad poscoloniales 4 .

Precisamente, los tres fragmentos de los periódicos de la Patria Vieja 5 en Chile utilizados como introducción de esta investigación documentan estos discursos políticos sobre los sectores subalternos, y más aún el tipo de educación popular que debía impartírseles según las elites y que será compartida no solo por las autoridades políticas, sino también por las autoridades religiosas. Mientras que en el primer texto de La Aurora de Chile se señala que la libertad es un concepto equívoco e incluso difícil de comprender para el pueblo por su arraigada ignorancia afectada por una coyuntura de inestabilidad política y guerra; en el segundo texto del mismo periódico se señala que la llamada plebe es dirigida por las opiniones y dichas opiniones son formadas y modeladas en la escuela. En ese sentido, podemos comprender, en el tercer texto, la crítica de El Semanario Republicano en 1813, al accionar de los propios americanos en contra de su libertad y al manejo de la instrucción pública en un contexto de revolución. De todo lo cual se concluye, que es el poder político el que forja, modela y trata de encauzar la opinión pública; y, a través de la educación se busca si no un control, al menos una contención social, y, por ende, mantener el statu quo y evitar toda deriva revolucionaria de los sectores populares en la independencia.

Estos discursos políticos sobre la plebe y su rol en la sociedad evidencian el carácter social y político excluyente no solo de las elites, sino también de las autoridades políticas civiles y religiosas y su afán por difundir un discurso político acorde a sus necesidades e intereses 6 . Por ello, la educación popular que propone y difunde La Aurora de Chile entre 1812 y 1813, El Semanario Republicano y El Monitor Araucano entre 1813 y 1814, si bien tiene como objetivo la instrucción básica también posee un componente político de dominación ideológica, control y exclusión no solo político sino también social.

Desde esa perspectiva, esta investigación busca identificar el discurso político de la prensa de la Patria Vieja, analizando algunas publicaciones y enfocado en su propuesta de educación popular y la necesidad de no perder las riendas de la revolución para que no sea desbordada por el “populacho” en la nueva configuración política de Chile. Se evidencia la relación entre prensa y escritores con el poder político y algunas huellas de su difusión y circulación en las diversas redes y espacios públicos de sociabilidad, lo que nos permite inferir su impacto, importancia y lectoría; así como los discursos políticos sobre la educación popular y los intereses por modelar y gobernar a través de ella la revolución popular 7 .

Prensa, revolución y escritores: La Aurora de Chile, El Monitor Araucano y El Semanario Republicano

La prensa y los impresos son evidentemente vehículos de persuasión masiva y generadores de poder político producido por las elites ilustradas con un leitmotiv claro: forjar su legitimidad. La producción y circulación de estos impresos no están al margen de los intereses políticos inmediatos 8 . La Aurora de Chile 9 , primer periódico de la Patria Vieja tuvo como impulsor, editor y redactor principal a Camilo Henríquez, hombre de letras con influencia entre los círculos de poder políticos en Chile. Incluso, se advierte, a través del análisis del impreso, su vinculación con los revolucionarios de Buenos Aires y sus propuestas pedagógicas y políticas 10 .

Es el mismo caso de El Monitor Araucano 11 que también lo dirigió Henríquez y del cual fue editorialista central y redactor de las principales noticias. Este patriota y revolucionario creyó en la revolución y en la independencia de Chile; y a través de las páginas de La Aurora de Chile y El Monitor Araucano buscó plasmar este ideal en pleno contexto de guerra y revolución 12 .

Por su parte, en esta coyuntura, en agosto de 1813, surgió también El Semanario Republicano 13 bajo la dirección de Antonio José Irisarri 14 . Este escritor, mucho más autónomo del gobierno, pudo manifestar una posición abiertamente revolucionaria 15 . En argumentos de El Chileno de 1818:

El Semanario Republicano fue el único fruto del reglamento de la imprenta libre [y] duró hasta que se cansó de escribir el que dictaba sus papeles, y haciendo justicia al autor debemos confesar, que no tenía miedo para manifestar sus opiniones pues desaprobaba y condenaba las operaciones de los hombres más temibles en aquella época 16 .

Fue por este lenguaje crítico y de oposición, y las repercusiones políticas que sus escritos ocasionaron, que tuvo que dejar el periódico en octubre de 1813, siendo reemplazado en la dirección de El Semanario Republicano por Camilo Henríquez hasta febrero de 1814. La prensa de la Patria Vieja en Chile tuvo en Henríquez al escritor más importante e influyente y destacado líder de opinión de aquellos años 17 .

Esta circulación y difusión de la prensa tuvo muy diversos espacios de sociabilidad y su impacto en Santiago y en las demás regiones fue importante 18 . Tal es el caso de La Aurora de Chile que forjó una amplia red de circulación que no se concentró únicamente en la capital, sino que ejemplares de esta publicación fueron distribuidos y leídos en gran parte del territorio sureño chileno, en Buenos Aires, el Alto Perú y Lima 19 . Sobre la creciente proliferación, importancia y circulación y lectura el propio periódico señala: “En todas las casas aún las más pobres, se encuentran libros y gacetas; todos leen, todos piensan, y todos hablan con libertad” 20 .

La prensa fidelista de Lima no fue ajena a esta difusión, considerándola perniciosa, tanto en el virreinato peruano como en el Alto Perú:

Espíritus sublimes, hombres ilustrados y juiciosos; el gobierno os excita a emplear dignamente vuestras luces ayudándole con sabias producciones a ilustrar a los pueblos, y disipar la espesa niebla que en ellos ha esparcido la obscura Aurora de Chile, el falaz Monitor Araucano, el sedicioso Semanario Republicano, y demás papeles que hasta ahora habían afeado nuestra imprenta, y que eran eternamente proscriptos 21 .

Esta prensa tildada de “sediciosa” tenía nombre propio: La Aurora de Chile, El Monitor Araucano y El Semanario Republicano. Incluso, en 1813, La Gaceta de Gobierno de Lima da cuenta de los diversos impresos, algunos de ellos chilenos, que circulaban por el territorio peruano y eran vendidos en la capital: “el maltes al historiador de Buenos Aires, la Aurora de Chile vindicada, y el estado político de Buenos Aires por un patriota de Coquimbo; y la carta del expion de Valparaíso a un agente del gobierno de Chile” 22 .

Camilo Henríquez en el prospecto de La Aurora de Chile no duda en percibir que se vivían tiempos de cambio: “El monopolio destructor ha cesado; nuestros puertos se abren á todas las naciones. Los libros, las máquinas, los instrumentos de ciencias, y artes se internan sin las antiguas trabas”. Y, más aún, en forma particular subraya:

En medio de tantos bienes, en medio de este aparato consolador de grandes cosas, altos designios, y dulces esperanzas se echaba menos un Periódico, que las anunciase, y difundiese, que generalizase las ideas liberales; consolidase la opinión, y comunicase â todas las Provincias las noticias del día, nunca más interesantes, que en un tiempo en que el antiguo mundo muda de aspecto, y la América recobra su dignidad, se ilustra, se engrandece, se regenera 23 .

Claramente, para el editor de La Aurora de Chile, tanto en América como en Chile, los nuevos vientos revolucionarios impulsados por las juntas de gobierno habían creado la plataforma y el escenario político e ideológico para el ingreso de diversos libros, impresos, periódicos y papeles generando cambios en la configuración del pensamiento político y el influjo de determinados “ruidos públicos” en la sociedad americana 24 .

La idea era forjar y consolidar la opinión a través de una intensa circulación de papeles públicos y discursos políticos, con lo cual se lograría difundir las propuestas de libertad y politizar la sociedad en su conjunto. Al respecto, un fragmento de La Aurora de Chile precisa: “El hombre industrioso a la vuelta de su trabajo lee y se ilustra, y compara su feliz estado con el de los pueblos que lloran bajo un despotismo oriental” 25 .

Por su parte, El Monitor Araucano creía en abril de 1813, que: “La fuerza mayor e incontrastable que puede oponerse a los enemigos es la opinión” 26 . Por ello, sostuvo que “en todas las clases del pueblo se leen los papeles públicos, y por todas partes oímos con admiración ideas luminosas” 27 .

Estos periódicos de la Patria Vieja recibían las noticias por diversos medios: gacetas extranjeras, prensa de Buenos Aires, impresos de Lima y cartas privadas. Por ejemplo, en varios números de La Aurora de Chile se hace referencia a La Gaceta de Lima, El Peruano y El Satélite del Peruano. En El Monitor Araucano igualmente se extracta información de La Gaceta de Buenos Aires y La Gaceta de Gobierno de Lima, múltiples cartas de las provincias de Chile, del Alto Perú y del mismo virreinato peruano 28 . En El Semanario Republicano también podemos advertir estos intercambios de las noticias regionales y la situación europea: “mientras en unos papeles comparecemos con el carácter de vasallos, en otros somos tan soberanos como debemos serlo por las reglas eternas de la naturaleza y de la política, y por el orden mismo de los acontecimientos de España y América” 29 .

Estas noticias sugieren un intenso intercambio de informaciones desarrolladas en diferentes espacios americanos y el papel central de la prensa, el rumor y la opinión en una coyuntura de crisis política y guerra.

En nuestras investigaciones sobre la prensa de Lima y de Buenos Aires en los tiempos de la independencia hemos podido advertir esta fuerte vinculación y circulación de los impresos y el escalamiento e intensificación del debate y la politización de la sociedad. Los periódicos de Lima fueron leídos y debatidos en las principales capitales de los virreinatos y capitanías españolas en América; y la prensa de Buenos Aires también circuló tanto en Lima como en el sur andino, el Alto Perú y el norte peruano, a pesar de su sello insurgente y prohibiciones.

Los periódicos chilenos, por su parte, circularon en el Perú y en el Buenos Aires revolucionario, y llegaron hasta la parte septentrional como Quito, Bogotá, Caracas e incluso México 30 .

La intensa profusión y circulación de los impresos y los ruidos públicos, parafraseando la frase de Robert Darnton 31 muestran que los discursos, las opiniones y los debates políticos fueron gravitantes en la politización de la sociedad y que el influjo de todo este poder de la palabra escrita y los discursos acompañados de la retórica rompieron las barreras locales, provinciales, regionales y virreinales. La Aurora de Chile, El Monitor Araucano y El Semanario Republicano no fueron ajenos a esta tendencia en la prensa de los tiempos de la independencia 32 . Efectivamente, El Monitor Araucano de 1814 reafirmaría esta premisa:

La libertad de prensa y de la lectura es un derecho incontestable fundado sobre el derecho que tenemos a instruirnos […] no está sujeta a inconvenientes; la verdad no puede ser nociva […] La libertad de discutir las materias ante el tribunal del público, y el choque de los discursos y de las opiniones, harán descubrir la verdad, y asegurarse de su evidencia 33 .

Para la prensa en Chile la libertad de pensamiento, de lectura y escritura era fundamental para la pedagogía política y la educación, por ello se percibía como un derecho de instrucción de la sociedad, más aún en el debate de las ideas sometiéndola al escrutinio del tribunal de la opinión pública como una forma de forjar legitimidad política en aquel contexto turbulento.

El discurso político de la prensa chilena sobre la educación popular durante la Patria Vieja (1812-1814)

La circulación de la información y el debate político en los tiempos iniciales de las luchas por la independencia en Chile nos permite advertir ciertas temáticas que fueron materia de análisis plasmadas en el discurso político de tres importantes periódicos: La Aurora de Chile (1812-1813), El Monitor Araucano (1813-1814) y El Semanario Republicano (1813- 1814) 34 . Estos impresos de la Patria Vieja difundieron en sus páginas una diversidad de temas relacionados con la revolución, independencia, ciudadanía, sectores plebeyos, libertad de prensa, el poder político y religioso, formas de gobierno y sus características, acontecimientos de guerra, la instrucción pública y, especialmente, la educación de los sectores populares y las mujeres 35 . El objetivo central de este acápite es la reflexión del discurso político de estos periódicos de Chile sobre la educación popular, entendiendo a esta última como la concepción que tuvieron estos medios de prensa sobre un ideal del nuevo ciudadano ilustrado apegado a la revolución, al nuevo gobierno y el respeto irrestricto de su legitimidad política. En otras palabras, vislumbramos un discurso que busca justificar el poder político en tiempos de revolución y permitir a su vez una reorganización social bajo el modelo de una nueva pedagogía acorde a los intereses de las autoridades de turno 36 .

En abril de 1812, en un extenso artículo bajo el título de “Educación”, La Aurora de Chile reflexionó sobre el carácter de los hombres y las dificultades de la educación para el desarrollo de la nación y los costos que la ignorancia le causa a la sociedad. En aquel artículo afirmaba:

Esta rusticidad en los modales, o maneras, proviene siempre de una perversa educación. La educación se divide en física y moral, y que aquella se dirige a perfeccionar las operaciones del cuerpo, y ésta las del alma. La moral se subdivide en económica, política y eclesiástica. La primera pertenece a los padres, la segunda a las leyes, y la tercera a los eclesiásticos. En toda la Europa se hallan excelentes tratados de esta materia, escritos por hombres doctos y celosos, pero falta el ponerlos en práctica por otros males. La base fundamental de todas las educaciones es la doméstica, que es la que debe darse por los padres; la lástima es que muchos llegan a ser padres sin haber aprendido antes a serlo, de lo cual resulta el que se multiplique todos los días una raza de hombres torpes, ignorantes, bárbaros, sin oficio habilidad y tal vez sin conocimiento alguno de sus obligaciones 37 .

Esta realidad sustentó, para La Aurora de Chile, la existencia de tres agentes importantes del cambio y/o las permanencias en la educación: la responsabilidad paterna en el financiamiento de la instrucción de sus hijos; implícitamente el compromiso legal de la autoridad y la del clero como los hombres de Dios que daban el sustento ideológico y permitían el respeto por el statu quo y que trasunta el binomio poder político-poder religioso. Sin embargo, en la vida cotidiana, el periódico insiste en el papel clave de la educación doméstica, aquella que representa la base de la pedagogía y que se encuentra en poder de los padres. El grave problema residía, según La Aurora de Chile, en la incapacidad de estos de poder guiar la educación de sus hijos si ni ellos mismos podían con la suya. Estas limitaciones terminaban afectando seriamente la conducta y la educación de los hombres convertidos con el tiempo en agentes de la ignorancia y la rusticidad, de la opresión y del libertinaje. Por ello, el impreso vislumbra la necesidad de que los otros agentes plasmen su influencia en la educación de los hombres; y los eclesiásticos y las autoridades políticas debían modelar la opinión de los educandos en beneficio de la legitimidad y la connivencia al reconocer las obligaciones hacia el poder político y religioso. En ese sentido, La Aurora de Chile creía que: “son las opiniones las que dirigen a los pueblos, y que las escuelas son la cuna donde nacen y se alimentan las opiniones para difundirse después en la plebe” 38 .

Plebe, en la acepción de la época, aludía a los sectores populares, aquellos que se encontraban en la escala social más baja y sufrían la dominación económica, social y política de parte de las elites. Término que dependiendo del contexto podía adquirir connotaciones despectivas o muy negativas y que admite variantes conceptuales equívocas o imprecisas tanto en los actores sociales de la época como en la historiografía contemporánea: populacho, bajo pueblo, la canalla, pueblo o plebeyos 39 .

En esa perspectiva, el pueblo o populacho no podía conocer el verdadero significado de libertad ni de independencia debido a su ignorancia. Para el periódico: “La libertad, decía un gran filósofo, es un alimento de digestión difícil, y conviene que los pueblos se preparen para ella de antemano. Ella es como la luz que debe comunicarse por grados a los ojos débiles” 40 .

La libertad y por ende la aplicación cotidiana de aquel concepto en los sectores subalternos no podía darse de una forma abrupta, sino paulatina, debido a la debilidad de los caracteres y la razón de la plebe. Y, como reitera el periódico, en un contexto de guerra “de tendencia violenta y rápida”, es necesario “preparar con suavidad y lentitud los hombres a los grandes trastornos e innovaciones políticas, a menos que una revolución repentina en las opiniones los conduzca por caminos nuevos e insólitos” 41 . En otras palabras, evitar por todos los medios una revolución política y social en donde los protagonistas de los cambios sean los sectores populares porque son ellos los generadores de trastornos y crisis de diversa naturaleza por su condición de hombres iletrados. Entonces, controlar las opiniones en tiempos de revoluciones, a través de una educación mediada, resultaría fundamental para la legitimidad política, el equilibrio de los intereses y poderes y el sofocamiento de revueltas plebeyas.

Tal es el caso que difunde persuasivamente La Aurora de Chile sobre los excesos de la revolución de Santo Domingo: “Si el pueblo es de costumbres feroces, se verá la anarquía acompañada de atrocidades, y esto sucedió en la revolución de la isla de Santo Domingo” 42 .

El mismo parecer lo observamos en El Semanario Republicano de 1813, cuando el periódico subrayó los efectos y alcances de la revolución: “Esta conducta […] hizo casi a un mismo tiempo su estrago en Buenos Aires, en Chile, en Quito, en Santa Fe, en México, en Caracas y en algunas provincias del reino de Guatemala. Los cabildos, convocando a sus Pueblos y llamando a los representantes de los otros, fueron en todas partes los autores de las revoluciones” 43 .

Los excesos de las revoluciones podrían evitarse si se aplicase una política y una legislación acorde a las necesidades de la población y, obviamente, en relación con los intereses de los grupos de poder político. La ilustración y la cultura, la seguridad y la libertad, así como el libre ejercicio de la ciudadanía y el control del poder de las armas sirven para evitar un movimiento de corte insurreccional popular y, en palabras del periódico, debe elegirse una forma de gobierno o sistema que deba “acomodarse a las circunstancias actuales de los

pueblos, y éstas son diversas”, por lo cual, los intereses y la lucha por el poder también y, todo ello, conduce necesariamente a la guerra y a los conflictos por forjar una legitimidad política y construir una hegemonía.

En ese sentido, la prensa de la coyuntura de la Patria Vieja cree firmemente en la educación popular y su dirección en manos de las autoridades políticas 44 . Dicha educación es, por lo tanto, dirigida y controlada en relación con los intereses del poder y las elites. Por ejemplo, El Monitor Araucano señala en 1813:

Jamás han logrado las Naciones una felicidad sólida, y estable sino a proporción del progreso de las ciencias, y de los conocimientos útiles. Las escuelas literarias son el taller donde se forman el apologista de las verdades reveladas, el Pastor del rebaño de Jesucristo, el profundo Legislador e intérprete de los derechos, el Filósofo que pone en tortura a la Naturaleza para arrancarle sus íntimos secretos, el Político cuyo genio fecundo eleva los estados al trono de su prosperidad, el Militar que defiende, y el Ciudadano virtuoso, que forma las delicias de su Patria. Todas estas ventajas se lisonjea conseguir el Gobierno con el arreglo de la enseñanza y una reforma general 45 .

El establecimiento de escuelas literarias en manos de gente letrada era clave para que el gobierno pudiera manejar eficientemente la enseñanza pública en todos los ámbitos y espacios. Incluso, si analizamos detenidamente el discurso del impreso, estas escuelas servían para fortalecer el aparato de control político, religioso, militar y social al incidir en la preeminencia del pastor y legislador, el filósofo y el político y del militar y el ciudadano virtuoso. En otras palabras, los sectores encumbrados de la sociedad debían recibir estos conocimientos útiles con el objetivo de controlar todo el aparato social para un buen gobierno. ¿Y los sectores populares donde estaban incluidos? En el discurso de El Monitor Araucano los grupos plebeyos no entraban en esa iniciativa de las autoridades, quizás podrían estar entre los “ciudadanos virtuosos”, pero entendemos que ese término se empleó a menudo para la población acomodada y era poco probable que hiciera referencia a los sectores iletrados. Existió en el discurso del periódico la idea recurrente de las escuelas literarias como espacios de formación política y pedagógica de un conjunto seleccionado para la futura dirección del poder político. Ergo, de la élite. No obstante, en aquel contexto, discursos y voces opuestas sostendrían la necesidad de extender esa instrucción a un conjunto social más amplio y heterogéneo. Al respecto, La Aurora de Chile afirmaría:

No solamente los nobles y los ricos deberían ser doctrinados en estos principios, sino los plebeyos, los artesanos, los labradores y mucha parte de las mujeres. Si estas artes se difundieran de las capitales a las villas, y de éstas a las aldeas, producirían los admirables efectos de dar a toda la nación un cierto aire de civilidad, y unas modales cultas; de introducir en las familias el buen orden y la economía; de corregir la educación, que por lo común se entiende mal; de modificar los ingenios de muchos, enseñándoles a hacer el uso que deben de los talentos que Dios les ha dado y, finalmente, de perfeccionar las artes, haciéndolas más expeditas, más comunes y más útiles 46 .

El discurso del periódico es claro cuando hace la diferenciación entre los nobles y ricos que venían recibiendo instrucción y la invocación de hacer extensivo estas acciones a los plebeyos y especialmente a las mujeres. Los ciudadanos virtuosos en las escuelas literarias y los grupos plebeyos junto a las mujeres en las diversas capitales, villas y aldeas tenían que educarse unos en el control del gobierno y los otros para evitar una revuelta popular y mantener el statu quo. Visto así, “los plebeyos, los artesanos, los labradores y mucha parte de las mujeres” formaban parte de los sectores populares en el Chile revolucionario de 1812. Y era la educación de aquellos, lo que más interesaba al poder político, por ello incidieron en que su instrucción debía dotarlos de “cierto aire de civilidad”, evitando movimientos de insurrección, corrigiendo los ingenios, costumbres y talentos de estos. En ese objetivo jugaron una labor primordial los que se han denominado los intermediarios culturales e ideológicos de la época: las autoridades religiosas y civiles que tenían relación directa con los sectores populares. El Monitor Araucano reconoce la necesidad de una alianza de facto: “El gobierno mira con la mayor satisfacción a V. S. Ilma., consagrado a instruir a los Pueblos en virtud de su apostólico ministerio y a infundirles respeto y amor a la Patria y a las autoridades” 47 .

En las misas y homilías, el clero difunde muchas de las premisas básicas contenidas en las páginas de la prensa. En no pocas ocasiones centraron su discurso en los sectores indígenas: “Los indios están en estado de considerarse como una nación nueva, y por consiguiente fácil y dispuesta para ser ilustrada” 48 . Los indios eran vistos como gente sumisa y de fácil ilustración –o adoctrinamiento para decirlo sin eufemismos–, pero siempre y cuando respetaran y obedecieran más que a la ley, a la autoridad; lo que denota pugnas entre el poder secular y el poder temporal 49 .

El propio periódico en otro discurso consideraba ciertas barreras definidas como barbarie –por oposición a la civilización– y la escritura en latín, en el establecimiento de las luces y la educación popular:

Las obras sabias necesitan hallar en los pueblos una disposición feliz. ¿De qué sirve escribir, si la barbarie es tan grande, que no hay quien lea? Entonces la marcha de las luces se retarda, y el día dista mucho de la aurora. La ilustración debe hacerse popular, pero las instituciones antiguas fueron bien contrarias á la difusión de las luces. Las ciencias tratadas en latín es el mayor obstáculo que puede ofrecerse no solo á su difusión, sino también á su perfección. De aquí es que la ilustración es más general en los países que han desterrado esta práctica bárbara 50 .

El pueblo vive en pobreza y en miseria en medio de la mayor abundancia: las primeras materias de las artes, o se pierden, o no producen todas las ventajas posibles: la ociosidad de la plebe es lastimosa: la agricultura por sí sola no emplea á todos los hombres, ni en todos los tiempos; las mujeres, los niños, los viejos no tienen disposiciones para sus fatigas 51 .

Una de estas barreras en sus manifestaciones bárbaras –por incivilizada– era la ociosidad de la plebe, denostada a partir de las reformas borbónicas, que impedía la ilustración popular. Ociosidad que se materializó en la improductividad de las labores de los sectores populares, donde estaban además las mujeres y los niños. En ese sentido, afirmaría el periódico, el poder político al producir y dirigir la opinión y modelar la educación debía extirpar aquellos males en el pueblo y prepararlo para su inserción en la nueva configuración política del poder, sin que esto signifique un papel activo en este proceso, sino más bien una intervención mediada y controlada desde las instancias del Estado: “Sin duda hay muchos abusos que extirpar en un pueblo, que es hijo de un pueblo viejo, y en el qual había hecho tan pocos progresos la ilustración: hay mucho, que reformar donde la policía, y la educación estuvieron tan abandonadas, y la ociosidad había hallado su asilo” 52 . En otras palabras, la recurrencia al impacto de estos males atribuidos a los grupos plebeyos justificaba la práctica educativa que las elites deseaban establecer con el objetivo de afianzar su legitimidad política en tiempos de revolución.

La propuesta pedagógica de la educación popular en la prensa de la Patria Vieja también incluía la educación del “bello sexo”. En un artículo de oficio, La Aurora de Chile en agosto de 1812, señaló:

La indiferencia con que miró el antiguo Gobierno la educación del bello sexô, sino pudo ser un resultado del sistema depresivo, es el comprobante menos equivoco de la degradación con que era considerado el Americano: parecerá una paradoja en el mundo culto, que la capital de Chile poblada de más de cincuenta mil habitantes, no haya aun conocido una escuela de mujeres; acaso podría creerse à la distancia un comprobante de aquella máxima bárbara, de que el americano no es susceptible de enseñanza; pero ya es preciso desmentir errores, y sobre todo dar ejercicio à los claros talentos del sexô amable 53 .

El impreso marca un punto de inflexión entre el antiguo régimen colonial y la aún brumosa etapa iniciada en septiembre de 1810 en Chile. Parte de una crítica férrea al tipo de instrucción desarrollada en la capital y la indiferencia de las autoridades españolas por la educación no solamente del americano en general, sino además de las mujeres de forma precisa. El discurso político incide en la marginación del “bello sexo”, de su casi nulo acceso a la cultura letrada, puesta de manifiesto incluso en 1812, por la inexistencia de una escuela de mujeres. Los pretextos para aquella situación, enfatiza el periódico, no estaría únicamente en la indiferencia del gobierno, sino en el argumento de que el americano y dentro de ello, todas las mujeres, no serían susceptibles de enseñanza.

Este parecer de La Aurora de Chile se asemeja a las críticas del periódico El Investigador del Perú que circulara entre 1813 y 1814. Para el impreso limeño, la educación de las mujeres estaba en decadencia y eso era terriblemente perjudicial para la nación porque eran ellas las que debían educar a los futuros ciudadanos de la patria: “¿Cómo formarán ciudadanos de provecho, y buenas madres de familia las que no pueden dar a sus hijos las nobles ideas y sentimientos que no adquirieron ellas mimas?”. Por ello, El Investigador, al igual que La Aurora de Chile, creía en “una educación pública bien dirigida bajo los auspicios de las autoridades encargadas de nuestra prosperidad” 54 .

Este contexto de cambios en tiempos de revoluciones permite advertir que, a pesar de las oposiciones de intereses producto de la guerra, los grupos de poder en Lima y Santiago mantenían ciertas similitudes en el discurso político sobre la educación popular y la instrucción de las mujeres 55 . Incluso, un activo agente revolucionario a través de la prensa de Lima como Fernando López Aldana, diría en El Satélite del Peruano: “el más ínfimo de nuestros conciudadanos, el pobre artesano, el indio infeliz, el triste negro, el pardo, el ignorante, todos serán objeto de nuestras tareas. A todos queremos hablar é instruir, porque todos tienen derecho de oír y ser instruidos” 56 . La libertad de imprenta permitió en Lima que estas ideas de una educación popular circularan a pesar de la negativa del virrey Abascal, y más aún, si en 1811, de forma clandestina el mismo autor hiciera circular un discurso político sedicioso en las páginas de El Diario Secreto de Lima donde también prestó mucha atención al rol de las mujeres en las tertulias como espacios de socialización y generadoras de las ideas revolucionarias, semejantes a los intereses de las otras capitales en guerra 57 . Por ello, en el

manuscrito clandestino se pedía la máxima difusión de estas ideas y del mismo papel volante para que se pueda respirar “el dulce fuego de la libertad”, porque –sostuvo El Diario Secreto de Lima– “en el nuevo gobierno, vosotras habréis de tener también una gran parte, pues la naturaleza os ha concedido los mismos derechos en la sociedad que a los hombres” 58 .

Estas premisas de la educación del “bello sexo” y papel clave de las mujeres en las revoluciones también están presentes en la prensa de Buenos Aires 59 . Por ejemplo, la capacidad de lectura de los impresos y reuniones en tertulias por parte de mujeres se advierte en este discurso: “En una sociedad de amigas hasta entonces sin título oímos leer el primer número del nuevo periódico intitulado El Observador Americano, y el interés propio llamó nuestra particular atención el artículo educación de las mujeres […] continuó la conversación […] Esta se redujo a que todos los lunes nos reuniríamos en el mismo lugar para leer el Observador” 60 .

La publicación constante en Buenos Aires de una sección con el sugerente título de educación de las mujeres y la práctica de lectura y debate en las tertulias se vinculan a los argumentos referidos por La Aurora de Chile y El Diario Secreto de Lima lo cual deja vislumbrar un factor común: la importancia de ciertos espacios de socialización donde las mujeres y demás sectores populares acceden a la cultura letrada, se politizan, construyen argumentos y defienden sus puntos de vista e intereses en determinados espacios de influencia.

Estos impresos buscan incluir en sus discursos al “bello sexo” con el objetivo de obtener una mayor legitimidad política en tiempos convulsos. Mientras El Observador Americano creía: “hacer al ‘bello sexo’ participe de esta ventaja; porque está demostrado, que las mujeres influyen en las costumbres de la generación actual” 61 , La Gaceta de Buenos Aires en 1811 criticaba la política española de exclusión de las mujeres, cuando en realidad: “en nuestra revolución han tenido las mujeres una parte principal” 62 . En el caso de La Aurora de Chile de 1812 este equilibrio del poder político era inseparable de las verdaderas virtudes que se conseguían con la educación: “un pueblo de muchachos o mujercillas, por muchas que sean, siempre será despreciado y poco temido; y si una nación se compone de ignorantes, torpes, viciosos y holgazanes, aunque sea numerosísima, siempre será una nación de niños y mujeres” 63 . Si bien el significado que el impreso le atribuye a un pueblo de niños y mujercillas denotan un carácter despectivo, esto se entiende por el largo proceso de invisibilización y abandono que diversos grupos populares padecieron durante la dominación española. Por ello, en los tiempos de revolución, el discurso político de los impresos tanto en Santiago de Chile como en Lima y Buenos Aires mostró una tendencia similar y ciertos puntos discrepantes sobre la educación popular y en relación específica con la instrucción de las mujeres.

Esta realidad y preocupación a su vez por la educación del “bello sexo” llamaría la atención de las autoridades políticas en Chile en junio de 1813, cuando El Monitor Araucano publicara “El Reglamento para los Maestros de primeras letras”. En este reglamento señala que “recuperada nuestra libertad, el primer cuidado del Gobierno ha sido la educación pública” y, en ese sentido, subrayaba el periódico: “se establecerá en cada villa una escuela de mujeres, es en donde se enseñe a las jóvenes a leer y escribir, y aquellas costumbres y ejercicios análogos a su sexo […] en la capital se establecerán las escuelas de mujeres con las mismas circunstancias en los Monasterios de Monjas, y en la forma del decreto citado” 64 . Recién en 1813, las autoridades enfrentaban el reto de la educación femenina a través de escuelas para mujeres en las villas y la capital, y aun así tuvo que mantener la relación con el poder religioso a través de la intervención de los eclesiásticos. Esta situación también se produjo en Lima. El Verdadero Peruano en aquel año indicó: “en tan gloriosa empresa nadie puede ayudarle en el Perú, como los cuerpos religiosos. No solo en las capitales, sino en casi todos los pueblos” 65 . Incluso la revolucionaria Buenos Aires no pudo soslayar la realidad de la necesidad de contar con la colaboración del clero. El deán Gregorio Funes rescató el enlace de la educación de las primeras letras con la prosperidad de la República y la labor fundamental de los preceptores, la mayoría de ellos del clero regular; es decir, las órdenes religiosas 66 .

Por su parte, un examen del Reglamento chileno de 1813 revela una prevalencia de la educación de los varones sobre el de las mujeres, situación comprensible en la época debido a que la visión era que el hombre sería el mayor de edad y libre y futuro ciudadano. Esta realidad se evidencia cuando se inauguró el Instituto Nacional en Chile que fue calificado como uno de los actos “más interesantes de la revolución” y en donde se promovería la “educación e industria popular, para formar artesanos virtuosos y hábiles, y llenar al Estado de fuerza y virtudes pacíficas” 67 .

Este enfoque de la educación popular también fue advertido por Antonio José Irisarri desde una perspectiva crítica en El Semanario Republicano en 1813: “La educación de los vasallos afeminada e ignorante; las falsas ideas religiosas, en que se hace apoyar el despotismo; las no menos falsas ideas de lealtad y sumisión, con que se envilecen los vasallos, todo contribuye a consolidar la miseria de los pueblos” 68 . En otras palabras, Irisarri concluía que “la ignorancia de los pueblos solo es conveniente al interés de los tiranos; y por eso se empeñan en apartar de sus dominios todo lo que puede conducir a la ilustración de sus esclavos”

69 . Estos argumentos plasmados en el periódico denotan una fuerte posición del escritor sobre la educación popular antes de 1810 y también una crítica a la situación existente de la instrucción de los grupos populares y dentro de todo ello el de las mujeres. La existencia de una cultura letrada opuesta a un conjunto amplio de grupos sin ilustración fue una de las barreras que encontró Irisarri para dotar de una propuesta coherente de instrucción popular, pero esto no significó que él creyera que el “bello sexo” siempre anduvo en quietud y no tuviera capacidad de politización. Sus opiniones desaparecieron con su retiro de la dirección del periódico. No obstante, no solamente en Chile, sino en otras regiones pudieron advertirse estas críticas y situaciones en donde las mujeres hicieron uso de su poder en los espacios públicos. Al respecto, es sugerente el caso que informa El Investigador en 1813 sobre un incidente en el locutorio de un monasterio de Lima cuando un parroquiano hacía lectura del impreso y la respuesta femenina fue que “se levantó un tole tole”, comenzaron a vociferar contra el contenido del periódico, “que porquería, que suciedad […] haremos que el capellán denuncie esta grosería dijeron todas. Váyase con su papel, no nos desgracie […] no queremos oír”. Ante este conato de tumulto conventual el lector señaló: “tuve que volver mis espaldas con mi Investigador en la mano” dejando el lugar y “que hablen, que charlen las damas” 70 .

Otro episodio es reproducido en La Gaceta de Buenos Aires, cuando en 1811 un anónimo de 1810 publicado en Lima circuló en la capital porteña y fue leído, comentado y criticado en una tertulia de varones y mujeres y en donde al final se mostró “un apóstrofe al “bello sexo”, excitándole a que concurra a mantener la arbitrariedad”. La respuesta de las mujeres fue inmediata: “nuestro sexo ha dado ya en este continente repetidas pruebas de su valor y talento” 71 . Las evidencias de estas mujeres en acción y vinculándose con la política en tiempos de revolución denotan una tendencia de irlas visibilizando en los discursos políticos de los periódicos de Chile y además de los impresos de Lima y Buenos Aires.

Entonces, la visión de la prensa en torno a la pedagogía del “bello sexo” y de los sectores populares en Chile revolucionario (Patria Vieja) partió de la premisa de la ignorancia de aquellos grupos y la necesidad de una educación popular dirigida por las autoridades políticas y en connivencia con las religiosas. Este enfoque tuvo un objetivo claro: la legitimidad de la naciente autoridad civil y el control y contención social de los grupos populares.

Conclusiones

La invasión francesa a España en 1808 y la crisis de la monarquía absolutista originada por aquel suceso ocasionó en Hispanoamérica la formación de juntas de gobierno, que a la postre serían el punto de partida de la autonomización y la independencia.

En aquel contexto surge la prensa política y la circulación de los impresos por múltiples redes de comunicación en las diversas capitales en conflicto. Tal es el caso de los periódicos de la Patria Vieja en Chile: La Aurora de Chile entre 1812 y 1813; El Semanario Republicano y El Monitor Araucano entre 1813 y 1814. La difusión de estos periódicos permitió la politización de la sociedad chilena de aquellos tiempos convulsos y la construcción de una agenda política plasmada en discursos políticos.

Precisamente, esta investigación identificó el discurso político sobre los sectores populares y sus propuestas de educación incluyendo al “bello sexo” en la prensa de la Patria Vieja. De forma puntual, los periódicos incidieron en el uso pedagógico y político del discurso de los impresos para forjar una legitimidad política en tiempos de revolución. Para ello, mostramos la educación de los grupos encumbrados de la sociedad y especialmente de los sectores plebeyos. Esta doble entrada permitió observar diferentes formas de darle significado a una propuesta de instrucción que buscó formar al ciudadano virtuoso, así como a los miembros de la plebe. Los discursos políticos en la prensa discurrieron en la educación popular en un sentido amplio en donde indios, mestizos, negros, pardos y mujeres pudieron acceder a la cultura letrada de forma mediada con el objetivo de instruirse evitando en todo momento una revolución social de corte popular. La construcción del discurso de la educación del “bello sexo” fue importante en las páginas de estos periódicos debido a su creciente politización. Y la lectura de los impresos y el debate en las tertulias fueron los antecedentes para la creación de escuelas para mujeres y su inserción política en tiempos de revolución. Ello permitió que en el discurso político fueran visibilizadas y cobren cierto protagonismo.

Esta realidad de la prensa chilena entre 1812 y 1814 fue contrastada, a manera de ejemplo, con el discurso político y los estudios de casos de los periódicos de Lima y Buenos Aires, encontrándose patrones comunes en cómo fueron vistas y difundidas en estas capitales en conflicto. Recordemos que el discurso de la educación popular y la instrucción de las mujeres fue utilizado tanto por revolucionarios y realistas, como un instrumento político sea para subvertir el orden o para reafirmarlo, ganar legitimidad o no perderla. Y aunque ambos bandos nunca plantearon otorgar derechos políticos, ello no impidió que tuvieran participación relevante. Finalmente, se pudo advertir que el estudio de esta temática traspasa fronteras y se puede enmarcar muy bien en las denominadas historias conectadas de las guerras de independencia 72 .

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1La Aurora de Chile, N° 2, Santiago, 20 de febrero de 1812.

2La Aurora de Chile, N° 9, Santiago, 9 de abril de 1812.

3El Semanario Republicano, N° 1, Santiago, 7 de agosto de 1813.

4Ver Chust y Rosas, 2018; Morán y Carcelén, 2019; Morán y Calderón, 2014; Bonilla, 2010; Di Meglio, 2007; Pinto Vallejos y Valdivia, 2009.

5Período de la historia de Chile que comprende desde la instalación de la Primera Junta de Gobierno en septiembre de 1810 hasta la batalla de Rancagua en octubre de 1814 y que significó la reconquista española de Chile.

6Morán y Aguirre, 2013.

7Pinto Vallejos y Valdivia, 2009; Couyoumdjian, 2010; Rebolledo, 2010; Araya, 2011; Pérez, 2005; Serrano, 2003 y 1998; Serrano, Ponce de León y Rengifo, 2012; Bonilla, 2012.

8Glave, 2003; Guerra, 2002; Goldman, 2008; Díaz, 2012; y Morán, 2013, 2017 y 2018a.

9La Aurora de Chile fue un semanario que se publicaba los jueves. En total se editaron 58 números entre el 13 de febrero de 1812 y el 1 de abril de 1813 en la Imprenta del Superior Gobierno en Santiago de Chile.

10Pérez, 2005.

11El Monitor Araucano se publicaba tres veces por semana. En total se editaron 134 números entre el 6 de abril de 1813 y octubre de 1814 en la Imprenta del Gobierno, por S. B. Johnston y S. Garrison en Santiago de Chile y luego en la Imprenta del Estado, por D. J. C. Gallardo.

12San Francisco, 2010, pp. 47-48; Pérez Guerra, 2005.

13El Semanario Republicano se publicaba los sábados. En total se editaron 31 números entre el 7 de agosto de 1813 y el 19 de febrero de 1814, en la Imprenta del Estado por D. J. C. Gallardo en Santiago de Chile.

14Pérez Guerra, 2005.

15San Francisco, 2010, pp. 48-49.

16Prospecto El Chileno, Santiago, 15 de julio de 1818.

17Morán, 2017; Pinto Vallejos y Valdivia, 2009; Soto, 2004.

18Desramé en Guerra y Lempérière, 1998.

19Bragoni, 2012; Araya, 2011; Peralta, 2007; Desramé, 1998; Serrano, 1998.

20La Aurora de Chile, N° 13, Santiago, 7 de mayo de 1812.

21La Gaceta del Gobierno de Lima, N° 40, Lima, 26 de noviembre de 1814. Indirectamente se está reconociendo su importancia y difusión.

22La Gaceta del Gobierno de Lima, N° 10, Lima, 30 de enero de 1813.

23Prospecto de La Aurora de Chile, Santiago, febrero de 1812.

24Este amplio repertorio textual ha sido puesto en evidencia al estudiar la Revolución francesa. Ver Guerra, 1992; Darnton, 2008; Chartier, 1992.

25La Aurora de Chile, N° 13, Santiago, 7 de mayo de 1812.

26El Monitor Araucano, N° 7, Santiago, 20 de abril de 1813.

27El Monitor Araucano, N° 70, Santiago, 18 de septiembre de 1813.

28Morán, 2017 y 2019a; Earle, 2004; Glave, 2003.

29El Semanario Republicano, N° 4, Santiago, 28 de agosto de 1813.

30Morán, 2013 y 2018a.

31Darnton, 2008.

32Pérez, 2005; Desramé, 1998; Iglesias, 2009.

33El Monitor Araucano, N° 64, Santiago, 25 de julio de 1814.

34Araya, 2011; Pérez, 2005; Earle, 2004; Morán, 2019a.

35Morán, 2017; Morán y Aguirre, 2015; Enríquez, 2011; Pérez, 2005.

36Para un estudio sistemático de la educación chilena en el siglo XIX, véase: Cavieres, 1989-1990 y 1997; Egaña, 2000; Egaña, Núñez y Salinas, 2003; Ossenbach, 1993; Serrano, 2014, 2003, 1998 y 1994; Serrano, Ponce de León y Rengifo, 2012; Ponce de León, 2010; Cid y San Francisco, 2009; Pinto y Valdivia, 2009; Iglesias, 2009, Peralta, 2007; Aljovín y Cavieres, 2005; Romero, 1994.

37La Aurora de Chile, N° 9, Santiago, 9 de abril de 1812.

38Idem.

39Di Meglio, 2007; Morán y Aguirre, 2013. Para apreciar similitudes, diferencias y mutaciones que podían transformar o no a la plebe en pueblo ver Fernández, 2009; Fernández Sebastián, 2009; Guerra, 1992; Knight, 1996.

40La Aurora de Chile, N° 2, Santiago, 20 de febrero de 1812.

41Idem.

42Idem.

43El Semanario Republicano, N° 3, Santiago, 21 de agosto de 1813.

44Pérez, 2005; Enríquez, 2011.

45El Monitor Araucano, N° 14, Santiago, sábado 8 de mayo de 1813.

46La Aurora de Chile, N° 9, Santiago, 9 de abril de 1812.

47El Monitor Araucano, N° 12, Santiago, 4 de mayo de 1813.

48La Aurora de Chile, N° 12, Santiago, 30 de abril de 1812.

49Morán y Aguirre, 2013.

50La Aurora de Chile, N° 13, Santiago, 7 de mayo de 1812.

51La Aurora de Chile, N° 23, Santiago, 16 de julio de 1812.

52Idem.

53La Aurora de Chile, N° 29, Santiago, 27 de agosto de 1812. Sobre la educación del “bello sexo” en el virreinato peruano, ver Rosas, 2007, 1999 y 1998; Velásquez, 2001.

54El Investigador, N° 39, Lima, 8 de agosto de 1813.

55Morán y Aguirre, 2015, pp. 94-99.

56El Satélite del Peruano, introducción, Lima, febrero de 1812.

57Morán, 2019b.

58El Diario Secreto de Lima, N° 3, Lima, 6 de febrero de 1811.

59Morán, 2018b.

60El Observador Americano, N° 7, Buenos Aires, 30 de septiembre de 1816.

61El Observador Americano, N° 12, Buenos Aires, 4 de noviembre de 1816.

62La Gaceta de Buenos Aires, N° 72, Buenos Aires, 24 de octubre de 1811.

63La Aurora de Chile, N° 9, Santiago, 9 de abril de 1812.

64El Monitor Araucano, N° 36, Santiago, 29 de junio de 1813.

65El Verdadero Peruano, N° 24, Lima, 4 de marzo de 1813.

66Morán y Aguirre, 2015, p. 82.

67El Monitor Araucano, N° 55, Santiago, 12 de agosto de 1813.

68El Semanario Republicano, N° 7, Santiago, 18 de septiembre de 1813.

69El Semanario Republicano, N° 9, Santiago, 2 de octubre de 1813.

70El Investigador, N° 34, Lima, 4 de octubre de 1813.

71La Gaceta de Buenos Aires, N° 40, Buenos Aires, 14 de marzo de 1811.

72Subrahmanyam, 1997; Morán, 2013 y 2017; Earle, 2004; Aljovín y Cavieres, 2005.

Periódicos

El Chileno, Santiago de Chile, 1818. El Diario Secreto de Lima, Lima, 1811. El Investigador del Perú, Lima, 1813-1814. El Monitor Araucano, Santiago de Chile, 1813-1814. El Observador Americano, Buenos Aires, 1816. El Satélite del Peruano, Lima, 1812. El Semanario Republicano, Santiago de Chile, 1813-1814. El Verdadero Peruano, Lima, 1813. La Aurora de Chile, Santiago de Chile, 1812-1813. La Gaceta de Buenos Aires, Buenos Aires, 1811. La Gaceta del Gobierno de Lima, Lima, 1811-1814.

Received: June 05, 2019; Accepted: March 24, 2020

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