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Revista de ciencia política (Santiago)

On-line version ISSN 0718-090X

Rev. cienc. polít. (Santiago) vol.23 no.2 Santiago  2003

http://dx.doi.org/10.4067/S0718-090X2003000200006 

Revista de Ciencia Política / Volumen XXIII/ Nº 2 / 2003 / 109-147

ARTÍCULOS

Los partidos políticos chilenos:
Cambio y estabilidad en el
comportamiento
electoral 1990-2000*

Eugenio Ortega Frei

Instituto de Ciencia Política, Pontificia Universidad Católica de Chile


Resumen:

Este artículo analiza el cambio y estabilidad del electorado chileno en el período 1990-2000. Chile está experimentando transformaciones significativas en su comportamiento electoral. Ellas coexisten con importantes elementos de continuidad. Bajo una imagen de estabilidad se está gestando un profundo realineamiento del electorado. Entre 1990 y el 2000 se observa un alto nivel de estabilidad electoral agregada; al mismo tiempo que un aumento del desinterés por la política, desidentificación con los partidos y aumento de la desconfianza con las instituciones democráticas. El objetivo específico del artículo es estudiar cuán significativo es el cambio que ha sucedido en la distribución electoral de los partidos, analizar las bases electorales de los partidos políticos chilenos y, finalmente, los efectos de estos movimientos y tendencias en el sistema de partidos.

Abstract:

This paper analyzes the change and stability of Chilean electorate during the period 1990-2000. Chile is experiencing major changes in its electoral behavior. Such changes coexist with important continuity elements. Beneath an image of stability, radical electorate realignment is sprouting up. Between 1990 and 2000, we can observe a high level of aggregate electoral stability; however, during the same period an increase in politics disaffection has developed, together with disidentification with the parties and distrust of democratic institutions. The paper' specific objective is to study the extent to which significant changes have taken place in the distribution of the electorate among the parties, to analyze the foundations of the Chilean political parties' electoral support and, finally, the effects of these movements and tendencies on the party system.

PALABRAS CLAVE • Chile • Comportamiento Electoral • Partidos Políticos • Clases Sociales
• Elecciones


Chile está viviendo importantes cambios en su comportamiento electoral, los que coexisten con elementos de continuidad. Bajo una imagen de estabilidad, se está gestando un profundo realineamiento del electorado. Este artículo analiza las transformaciones, los elementos de estabilidad y los efectos que tiene este proceso en el sistema de partidos.

En el comportamiento electoral chileno existe una interesante paradoja. Entre 1989 y el 2000 se observa un alto nivel de estabilidad electoral agregada, al mismo tiempo que un aumento del desinterés por la política, la desidentificación con los partidos y el aumento de la desconfianza con las instituciones democráticas. Sin embargo, el proceso no es lineal, tal como lo demuestra el aumento del interés por la política que se observó al terminar la década y la mayor participación en algunos eventos electorales, particularmente durante la elección presidencial de 1999.

La imagen que los chilenos tienen sobre su democracia y el valor que le asignan a ella, como asimismo, la confianza en las instituciones públicas, han disminuido dramáticamente en amplios sectores de la sociedad chilena.

El hecho más significativo de la década, con respecto a la identificación partidaria en Chile, es el aumento del nivel de desidentificación con los partidos políticos. Los temas o "issues" que diferenciaban anteriormente a las tendencias políticas, ya no lo hacen. La alta estabilidad agregada en los resultados obtenidos por los partidos en las elecciones chilenas durante la década de los noventa, se debe más a la rigidez que establece el sistema electoral, tanto de las elecciones municipales como parlamentarias, que a una adhesión partidaria estable por parte de los ciudadanos. Los partidos, aquellos instrumentos que en la historia política chilena han sido mencionados ocupando un rol destacado, se encuentran con un alto nivel de desprestigio. Hoy se cuestiona tanto sus capacidades canalizadoras de los intereses de los ciudadanos, como sus capacidades de representación. Los ciudadanos han aumentado su independencia, y cada día aparece aumentar entre ellos un discurso anti-partidario.

Al reducirse la polarización ideológica y la relevancia de los principales issues que marcaron el conflicto político en las décadas pasadas, la importancia de los partidos se ha reducido. De esta forma, sostengo que la reducción del nivel de conflictos políticos en el sistema ha afectado negativamente la fuerza de los partidos. Esto no significa que ellos deban generar conflictos artificiales o intentar repotenciar los conflictos políticos de otras décadas, sino intentar generar elementos que diferencien a los electores y repoliticen la sociedad.

El conflicto político electoral no se está produciendo entre los partidos para acercarse o alejarse de electores con posiciones políticas en diferentes dimensiones (política, cultural, valórica, económica), sino que los partidos deben competir por captar a este nuevo sector de electores desconfiados de la democracia, de sus instituciones públicas y sin interés por la política.

La desafección política generalizada (across the board) ha inducido a un aumento del nivel de desidentificación con los partidos. Este es el caso del PDC, que ha sufrido un fuerte castigo en términos de la identificación política de los ciudadanos a lo largo de la década de los noventa y, especialmente, en sus niveles de votación.

Una de las ideas centrales que surge es que estos cambios se deben, fundamentalmente, a razones políticas, y no a los aspectos socio-estructurales, de esta manera las respuestas se encontrarán en las acciones y omisiones de las instituciones, los partidos y los actores políticos.

Este artículo se concentra en los partidos, en el electorado, siguiendo la distinción elaborada por Montes et al., que distingue entre partidos en el electorado, partidos en el Congreso, partidos como organización y partidos en la sociedad civil organizada (Montes, Mainwaring y Ortega, 2000).

Existe una gran necesidad de saber más sobre el cambio y estabilidad electoral en Chile, Latinoamérica y, en general, en las nuevas democracias1. Se han desarrollado gran cantidad de preguntas, conceptos y métodos para entender la estabilidad, cambios súbitos y lenta evolución del comportamiento electoral en las democracias avanzadas. Sin embargo, no existe ningún intento mayor de analizar el cambio electoral para el sistema de partidos chileno post-autoritario.

Este trabajo tiene tres líneas de investigación. La primera, es analizar la evolución del abstencionismo entre 1990-2000. La segunda, se relaciona con la capacidad de los clivajes o fisuras2 de estructurar el comportamiento electoral de masas e influir en el cambio y en la estabilidad electoral (Bartolini y Mair, 1990). El tercer objetivo, es analizar los diferentes determinantes del cambio electoral. Como han sostenido Bartolini y Mair (1990), mucha de la literatura especializada sobre el comportamiento electoral tiende a ver la volatilidad como un síntoma de la declinación de los clivajes, siendo que estos son solamente uno de los muchos potenciales determinantes de estabilidad/inestabilidad electoral. Si la volatilidad electoral total del sistema representa la suma de la movilidad individual, el cambio electoral puede ser el resultado de: (1) la declinación de la adhesión partidaria; (2) la mantención de las estructuras institucionales (amarres institucionales); (3) cambios en la estructura institucional; (4) inscripción de nuevos votantes o movilización de votantes desencantados, y (5) cambios en la orientación político-programática de los dirigentes y militantes de los partidos mismos. En dicho contexto, una pregunta fundamental es qué variables determinan el comportamiento electoral de los chilenos.

EVOLUCIÓN DEL ABSTENCIONISMO

En esta parte se analiza el aumento de la abstención en el sistema político chileno y las consecuencias que este proceso ha generado. Se concluye que existen factores institucionales que ayudan a que los índices de abstencionismo del sistema sean altos, pero también se desprende que aspectos de percepción y motivación política resultan importantes para los electores que se abstienen, votan en blanco o anulan.

El sufragio es un elemento indispensable de la democracia y el sufragio universal es considerado uno de los criterios básicos para que una elección sea considerada democrática (Dahl, 1989). Durante los siglos XIX y XX una de las controversias políticas fundamentales que dio origen a muchos conflictos fue el derecho al sufragio. Pese a que persisten restricciones a pequeños grupos (presos, deficientes mentales o no ciudadanos), el sufragio universal de los mayores de 18 años es practicado en la gran mayoría de las democracias modernas (Blais, Massiccotte y Yoshinaka, 2001).

Sin embargo, debido al aumento del abstencionismo, ha surgido una preocupación por la salud de las democracias contemporáneas (Lijphart, 1997). Así, un tema de creciente interés en la literatura ha sido el análisis de los factores que influyen en la participación en los procesos electorales y, más específicamente, que determina que la gente vote o se abstenga de ir a las urnas (Powel, 1980, 1982, 1986; Crewe, 1981; Blais y Carty, 1990; Jackman y Miller, 1995; Franklin, 1996; Blondel, Sinnott y Svensson, 1997; Blais y Dobrzynska, 1998).

De esta forma, surgen una serie de importantes preguntas: ¿Qué explica el nivel de participación electoral? ¿Existen diferencias en la participación electoral entre los que adhieren a diferentes partidos, coaliciones o tendencias? ¿A qué se debe el aumento del abstencionismo en el sistema político chileno? ¿El aumento de la abstención y los votos blancos y nulos están creando una reserva de votantes potenciales para un realineamiento? (Wellhofer, 2001).

Como se verá en las páginas siguientes, las causas y consecuencias del abstencionismo han sido analizadas en detalle para el caso de las democracias avanzadas. No obstante, no existe aún una teoría ampliamente aceptada que explique por qué la gente vota o se abstiene (Blais, Young y Lapp, 2000). Los estudios sobre esta temática señalan muchas variables que aumentarían o disminuirían la probabilidad que los individuos voten, pero todavía no surge una explicación sistemática, rigurosa y parsimoniosa que explique qué es lo que hace que la gente vote o se abstenga (Dennis, 1991; Blais, Young y Lapp, 2000).

Bastante menor atención ha acaparado la pregunta sobre por qué la gente vota o se abstiene en las democracias latinoamericanas re-instauradas. Las excepciones son Pérez-Liñan (2001) y Seligson, Conroy, Córdova, Pérez y Stein (1995). En el caso de Chile, pese a que es común que los analistas políticos hablen de un "alto nivel de abstención" (Halpern, 2002), hasta hoy no se ha realizado un esfuerzo sistemático por conocer la real dimensión del problema, sus causas y consecuencias.

Se ha señalado que existiría un aumento del desinterés por la política. Una primera visión indicaría que este desinterés sería la causa de un mayor abstencionismo. Resulta importante analizar si ésta es la responsable o si, por el contrario, existen factores que expliquen de mejor forma lo que está pasando.

EXPLICACIONES ALTERNATIVAS PARA EL AUMENTO DEL ABSTENCIONISMO

Diversas explicaciones han sido adelantadas para el aumento observado en el abstencionismo en las democracias avanzadas. Una primera aproximación se genera desde las Teorías de la elección Racional, Rational Choice Theory (Downs, 1957; Riker y Ordeshook, 1968). Anthony Downs en su clásico libro An Economic Theory of Democracy, sostuvo que cada hombre racional decide votar tal como toma todas las otras decisiones: si los beneficios superan los costos, él vota; si no, se abstiene (Downs, 1957: 260). De esta forma, Downs planteó que el beneficio total que cada ciudadano recibe de votar depende de (1) los beneficios que obtiene de la democracia, (2) cuánto quiere que gane un partido específico, (3) cuán cerrada cree que será la elección, y (4) cuántos otros ciudadanos cree que van a votar (Downs, 1974: 274). Sin embargo, diversos autores han criticado que esta teoría explique efectivamente por qué la gente vota o o se abstiene (Green y Shapiro, 1994). Recientemente, Blais, Young y Lapp (2000) intentaron operacionalizar estos conceptos al estudio del voto y la abstención, llegando a la conclusión que el modelo entrega una explicación útil, pero muy limitada de por qué la gente vota.

Otros autores se concentraron en aspectos institucionales, particularmente en los sistemas de inscripción electoral, afirmando que la existencia de procedimientos burocráticos de inscripción previos a la fecha de la elección aumentaban la probabilidad de la abstención (Wolfinger y Rosenstone, 1980). Esta perspectiva planteó que el registrarse o inscribirse para votar podía ser incluso más difícil que el hecho de votar, dado que el inscribirse, generalmente, es un trámite personal que requiere información precisa de los plazos, horarios y lugares de inscripción. Al analizar las variables que determinan la votación, aparecieron algunas variables fuertemente relacionadas con el sufragio o el abstencionismo, como la edad, y otras variables débilmente relacionadas, entre ellas el interés político y la educación (Squire, Glass y Wolfinger, 1987). En consecuencia, se concluyó que bajar los costos de inscripción era la mejor alternativa para reducir el abstencionismo (Piven y Cloward, 1987; Gans, 1991; Wolfinger, 1991).

Por su parte, Powel (1980; 1982) distinguió tres tipos de factores que influyen en el desempeño político en general y en la participación electoral en particular: la situación socio-económica, el sistema constitucional y el sistema de partidos. Mostró, además, que factores como el voto obligatorio, el registro automático y la presencia de distritos electorales nacionales, eran importantes elementos que explicaban los mayores niveles de votación (Pérez-Liñán, 2001). Siguiendo esta perspectiva fue que Jackman (1987) analizó el impacto de las condiciones institucionales en 19 democracias industrializadas. Recientemente, Blais y Dobrzynska (1998) analizaron la participación electoral en 324 elecciones de la Cámara de Diputados en 91 países diferentes entre 1972 y 1995. Para estos autores, el nivel de participación electoral está determinado por muchos factores, entre estos: el desarrollo económico, el nivel de alfabetismo, el tamaño y densidad de la población, la presencia o ausencia del voto obligatorio, la edad en que se permite votar, el sistema electoral, cuán competitiva es la elección y el número de partidos. Con respecto a la situación socio-económica, concluyeron que el desarrollo económico tendía a facilitar el turnout, sin embargo, establecieron que las diferencias se producían entre los países con niveles bajo y medio de desarrollo, pues un alto crecimiento económico no potencia la participación electoral. Con relación con el marco institucional, Blais y Dobrzynska demostraron en forma consistente con los estudios anteriores, que el voto obligatorio aumentaba la participación en once puntos; que mientras más baja era la edad de votar (entre 21 y 18 años), menor la participación producto de la menor propensión de los electores jóvenes por votar; que la participación, electoral baja en promedio 6 puntos cuando la elección de la Cámara de Diputados es menos decisiva; y que en sistemas proporcionales, la participación es mayor que en sistemas mayoritarios (Blais y Dobrzynska, 1998: 241-248). Lograron concluir, asimismo, que cuando la mayoría de estos factores están presentes, el nivel de participación puede sobrepasar el 90%, y cuando no se cumplen, el nivel puede estar, fácilmente, bajo el 60%.

Por su parte, Wellhofer (2001) ha recalcado que la abstención, votos blancos y nulos, pueden ser un indicador muy sensible de cambios electorales pendientes, particularmente cuando el aumento de la abstención afecta las bases de apoyo de los partidos de gobierno.

Un interesante artículo que entrega algunas distinciones importantes para analizar la participación electoral, es el artículo de Blondel, Sinnott y Svensson (1997) sobre las elecciones del parlamento europeo. Ellos distinguen entre la abstención circunstancial (ausencia del hogar, enfermedad, problemas de registro) y voluntaria (los que no votaron porque sintieron que no estaban informados, o no estaban interesados, o eran críticos o desconfiaban de la política)3. El análisis multivariado realizado por estos autores, confirmó la importancia que tienen razones subjetivas en el porcentaje de participación electoral. Entre estas destacaron: la falta de interés, la desconfianza o desafección con la política y los políticos, y la falta de conocimiento o desafección con el proceso electoral del parlamentario europeo. A partir de esta distinción se analizarán las actitudes políticas de los que se abstienen voluntariamente, argumentado que son un factor detrás del aumento del abstencionismo en Chile, pero que la abstención circunstancial también juega un rol importante en este caso.

Uno de los pocos estudios que analiza la participación electoral en forma comparada para Latinoamérica es el de Aníbal Pérez-Liñán (2001). Este autor analiza dos explicaciones neo-institucionales sobre la participación electoral, la perspectiva de las instituciones como "arenas políticas" (las normas y procedimientos que estructuran las decisiones de los votantes) y el rol de las organizaciones políticas como agentes de movilización. Éste concluye que el Estado y los partidos fueron las instituciones que impulsaron la participación electoral en las transiciones latinoamericanas y que el factor clave que estaría disminuyendo la participación electoral sería la incapacidad de muchos estados para asegurar un registro universal de los votantes.

EVOLUCIÓN DEL ABSTENCIONISMO EN CHILE

Un primer problema que surge para analizar la evolución del grado de abstencionismo del sistema político chileno, es que el número de casos comparables es muy bajo. No se pueden comparar los resultados de las elecciones parlamentarias de 1989 y 1993 con el resultado de la elección de 1997, debido a que las dos primeras elecciones fueron concurrentes con la elección presidencial, mientras que la tercera no. De la misma forma, no se pueden comparar los resultados de las elecciones presidenciales de 1989 y 1993 con la de 1999, pues esta última no fue concurrente con la elección legislativa. Debido a la no-concurrencia, los Diputados y Senadores tenían un menor incentivo para trabajar duro para movilizar el voto en sus distritos y circunscripciones. Como resultado, las únicas elecciones que pueden ser comparadas entre sí, en un sentido estricto, son las elecciones municipales de 1992, 1996 y 2000; las elecciones concurrentes de 1989 y 1993 y las elecciones de Diputados de 1997 y 2001.

En la Figura 1 se muestra el abstencionismo total en cada elección, definido como la suma de los votos nulos, blancos, inscritos que no votaron y no inscritos, expresados como porcentajes de los que tienen derecho a voto4.

Al comparar los resultados de las elecciones municipales de 1992, 1996 y 2000, se observa un leve aumento del abstencionismo de un 27% en 1992 a un 33,3% en 1996 y a un 35,5% en el 2000. También es visible un leve aumento al comparar las elecciones de 1989 y 1993. Mientras en la elección presidencial de 1989 el abstencionismo alcanzó un 15,3%, en 1993 fue de un 21,5%. En las elecciones concurrentes de diputados de 1989 y 1993 se observa el mismo fenómeno. El abstencionismo en 1989 fue de un 17,5% y en 1993 de un 24,2%. Una situación diferente es la que queda de manifiesto al comparar las elecciones de diputados de 1997 y 2001. En ambos años el abstencionismo total alcanzó un 40,1%.

El aumento del abstencionismo total del sistema tiene una estrecha relación con el porcentaje de no inscritos, que aumentó constantemente durante la década de los noventa, alcanzando en el 2001 un 21,4%. Sin lugar a dudas, la existencia de un sistema de inscripción burocrático previo explica, en parte, el aumento de la abstención. La Ley Orgánica Constitucional sobre Sistema de Inscripciones Electorales y Servicio Electoral (Ley Nº 18.556) regula el sistema de inscripciones en Chile. A diferencia de la mayoría de las democracias en que la inscripción es automática, en el caso de Chile, los ciudadanos deben inscribirse meses antes de la elección si desean participar de ella5. Una vez inscritos, los ciudadanos están obligados a votar, pues de no hacerlo se arriesgan a una multa. Asimismo, si se trasladan de ciudad deben concurrir a re-inscribirse, para poder votar en su nuevo lugar de residencia. De esta forma, la no-existencia de un sistema de inscripción automático y voto obligatorio es una de las principales razones que explican el alto porcentaje de abstencionismo total del sistema político chileno. La carencia de un sistema de inscripción automático también ha generado el envejecimiento del padrón electoral chileno. Mientras que para las elecciones presidenciales y parlamentarias de 1989 un 34,4% del padrón eran jóvenes entre los 18 y 29 años, para las elecciones parlamentarias de 2001 los jóvenes inscritos ascendieron sólo a un 14,9% del padrón, es decir, 1.200.000 personas de los más de ocho millones inscritos.

FIGURA 1: Evolución porcentaje total de abstención, voto nulo y blanco del sistema político chileno

Fuente: Base de datos del autor.

Además, la información presentada indica que se pueden identificar diferentes grados de participación, dependiendo del tipo de elección que se trate. La gente le asigna una mayor importancia a algunas elecciones por sobre otras, por cuanto el abstencionismo en elecciones de diputados y municipales tiende a ser bastante mayor que en las presidenciales. Esto es concordante con estudios de otros países (como el caso de EE.UU.) en donde votan una mayor cantidad de personas en las elecciones de presidentes que en las realizadas en otro momento (Wolfinger y Rosenstone 1980; Wolfinger, 1994). Cabe destacar que, en el caso chileno, cuando han coincidido las elecciones de diputados con la elección presidencial el abstencionismo baja sustancialmente.

Los resultados de encuestas confirman esta visión, pues mientras más importante sea percibida la elección, más gente votará. En el caso chileno, los ciudadanos confieren menor grado de relevancia a las elecciones de diputados y de senadores, a la vez que valoran más la elección presidencial y de su alcalde. Mientras un 11,6% de los entrevistados afirma que la elección del Presidente es poco o nada importante y un 13,5% que la elección de su Alcalde es poco o nada importante, un 38,9% y un 34,2% lo hacen en relación a las elecciones de diputados y senadores respectivamente6.

Encuestas de otros países latinoamericanos también han demostrado que la gente le asigna dispares niveles de importancia a diferentes elecciones. En el caso de Brasil, existe un mayor interés en las presidenciales que en las parlamentarias (Meneguello, 1994).

Otro aspecto significativo es la alta estabilidad de los votos nulos y blancos en las elecciones comparables. Al analizar los resultados de las municipales de 1992, 1996 y 2000, se observa que los votos nulos fueron 418.775 en 1992; 562.418 en 1996; y 392.331 en el 2000. Los votos blancos fueron 214.032 en 1992; 216.930 en 1996 y 181.981 en el 2000.

La misma situación se da al comparar las elecciones de 1989 y 1993. Mientras en la elección presidencial de 1989 los votos nulos fueron 103.611 y los blancos 75.222, en la elección presidencial de 1993 los votos nulos fueron 271.389 y los blancos 136.950. Aunque se produjo un aumento de los votos nulos y blancos entre estas dos elecciones, lo que explica el bajo porcentaje de nulos y blancos es el hecho que la elección de 1989 fue la primera elección presidencial desde 1970.

Un hecho importante es la baja que se observa al comparar los votos nulos y blancos en las elecciones de diputados de 1997 y 2001. Si en 1997 los nulos fueron 952.014 votos, en el 2001 fueron 652.334 votos. Por su parte, los votos blancos en 1997 fueron 298.564 y en el 2001 bajaron a 237.955. Estos datos confirman la estabilidad del voto de rechazo en el sistema político chileno post-autoritario. A la vez, indican que no existe un aumento explosivo del voto de rechazo en todas las elecciones, sino más bien distintos grados de participación dependiendo del tipo de elección que se trate, y que bajo determinadas condiciones los votos blancos y nulos pueden disminuir.

¿CAMBIARÍA EL ESCENARIO ELECTORAL SI VOTARAN LOS QUE HOY NO LO HACEN?

Algunos investigadores han argumentado que pueden haber diferencias significativas entre los que no votan y los que votan, por lo cual el voto obligatorio, además de aumentar la participación, evitaría que estas distorsiones se expresen electoralmente (Lijphart, 1997). Un caso interesante es el de Australia, donde se introdujo, exitosamente, el voto obligatorio en la década de 1920, con el claro objetivo de aumentar la participación electoral. Mackerras y McAllister (1999) demostraron que en las elecciones de 1996 el sistema ayudó a los partidos de izquierda y castigó a los de derecha. Esto, por cuanto el voto obligatorio redujo el sufragio de la coalición Liberal-Nacional en un 5%, comparado con los votos esperados bajo un sistema voluntario. Pero, otros autores han cuestionado la validez de la idea que los resultados electorales serían distintos si todos votaran (Highton y Wolfinger, 2001).

El aumento de aquellos que en las encuestas de opinión no señalan intención de voto nos obliga a enfrentar un difícil problema metodológico. ¿Son estas personas independientes puros o partidarios encubiertos de los partidos? Desde 1990 ha disminuido en Chile, significativamente, el porcentaje de personas que declaran intención de voto. Una pregunta central es el grado de independencia de éstas. Siguiendo el análisis de Keith et al., que diferenciaron entre los independientes puros o independientes con algún grado de simpatía con los partidos, se puede concluir que en el caso chileno, entre aquellos que en las encuestas declaran que no votaron (no estaba inscrito o estando inscrito no votó) o no sabe - no responde por quién votará (NS-NR), existe un porcentaje importante de entrevistados que pueden ser catalogados como independientes puros y un porcentaje de entrevistados que manifestaron que votaron por algún partido en la elección anterior, es decir, son independientes con alguna afinidad política. En la Tabla 1 se entregan los datos para la crostabulación de la intención de voto por los partidos y el recuerdo que tienen los entrevistados de cómo votaron en el plebiscito de 1988, la elección parlamentaria de 1997 y las elecciones presidenciales de 1999 (segunda vuelta). Siguiendo el análisis de los independientes, sólo se entrega la intención de voto por partido de los que señalan que no votaron o no saben, no responden (NS-NR).

Como señalamos en el párrafo anterior, un alto porcentaje de las personas que no votan no tienen intención de voto con los partidos. La mitad de los que dicen que no votaron en 1988 manifiestan que no tienen intención de voto. A su vez, el 67% de los que no votaron en la elección parlamentaria de 1997 señalan que no tienen intención de voto. El porcentaje incluso aumentó en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de 1999, realizada en enero del 2000. En ella, un 74,3% de los que dicen que no votaron señalan no tener intención de voto por los partidos.

Por lo tanto, existe un grupo de los que manifiestan que no votaron, no saben o no responden por quién votaron, que no tiene intención de voto con los partidos. Sin embargo, también existe un conglomerado importante que tiene intención de voto y que se distribuye en forma bastante homogénea entre los partidos.

TABLA 1: Intención de voto de los que no votaron o no manifiestan cómo votaron en el plebiscito de 1988, Parlamentarias de 1997 y segunda vuelta presidencial del 2000.

Fuente: Calculado a partir de la Base Datos de la Encuesta CERC, Diciembre 2000.

Nota: Nivel Significancia p < .01

Pregunta: Partido político por el que votó en las elecciones parlamentarias del '97.

En síntesis, los datos mencionados nos indican que, efectivamente, existiría en el caso chileno un sector menor de personas que pueden ser calificados como independientes con algún grado de simpatía partidaria, y un porcentaje mayor de personas que pueden ser calificados como independientes puros.

Como hemos visto, la señal más importante del grado de involucramiento político en los sistemas democráticos es el hecho de votar en las elecciones. La visión preponderante ha sido que mientras más alta sea la lealtad por partidos, mayor será la probabilidad que una persona vaya a votar (Bibby, 1987). ¿Cuál es la situación con respecto a las personas que tienen intención de voto por los partidos versus los que no la tienen respecto a participar en el proceso electoral? De esta forma, una primera interrogante es si existen diferencias en cuanto a la inscripción electoral entre aquellos que tienen intención de voto y los que no. Para analizar esta situación se realizó una regresión logística multivariada con las variables socio-demográficas y la variable de inscripción electoral, asignando un valor uno en el caso de estar inscrito, y dos en el caso contrario. Los Odds Ratios confirman que existe una relación entre no estar inscrito en los registros electorales y el no tener intención de voto por los partidos.

TABLA 2: Preferencia partidaria vs. no preferencia partidaria por clivajes sociales e inscripción electoral, 2000 (regresión logística)

Fuente: Calculado a partir de la Base Datos de la Encuesta CERC, Diciembre 2000.

(*) Significante al p < .05; (**) Significante al p < .01; (***) Significante al p < .001

Una segunda pregunta a la hora de analizar el posible impacto que estos potenciales votantes pudieran tener en los resultados electorales, es el grado de disponibilidad a inscribirse. Del total de los encuestados no inscritos, un 57,5% señala que no está dispuesto a inscribirse para votar en la elección presidencial, mientras tan sólo un 35,8% señala que se inscribirá7. Dado que todas las campañas realizadas para inscribir nuevos votantes implementadas en los noventa no han logrado aumentar los niveles de inscripción, y que durante el año 1999 sólo se inscribió un porcentaje bajo de los no inscritos para la elección a la que la población asigna mayor importancia, es descartable un proceso de inscripción masiva para las elecciones municipales del 2004 y presidenciales del 2005. Sólo la inscripción automática y el voto obligatorio aseguran un aumento de los niveles de participación.

El último paso necesario con respecto al análisis de los independientes puros o partidarios encubiertos, es estudiar el grado de continuidad del abstencionismo a nivel del votante individual, lo que Green y Shachar (2000) han llamado el factor hábito o costumbre de no votar. En otras palabras: ¿cuál es el porcentaje de los que anulan o votan en blanco que han adoptado esta práctica de una elección a otra? Esto resulta importante, pues un indicador de que aquellos que no votan son independientes puros es que exista un alto porcentaje que señala que no votan por costumbre. Esto, por cuanto se puede asumir que los que no votaron por razones circunstanciales tienen una mayor probabilidad de ser partidarios encubiertos. Lamentablemente, no tenemos una serie de encuestas sobre esta materia, por lo que futuras investigaciones tendrán que analizar el punto. Sin embargo, el estudio del resultado de las elecciones de diciembre de 1997 del Ministerio Secretaría General de Gobierno entrega alguna información. Un 33,6% de los entrevistados señala haber anulado o votado blanco en elecciones anteriores y un 62% que anuló o voto en blanco por primera vez en la elección de 19978. Esto indica que existe un porcentaje de personas (alrededor de un tercio) que habitualmente anulan o votan en blanco y que pueden ser calificados como independientes puros.

CLIVAJES SOCIALES Y TEMAS POLÍTICOS

Uno de los objetivos de este estudio es identificar si desde 1989 un nuevo clivaje ha surgido (clivaje autoritarismo-democracia), o si, simplemente, los antiguos quiebres sociales han reaparecido (tales como clase y religión). Pretendo, de esta forma, contribuir a un mejor entendimiento del rol de los clivajes sociales y políticos, que subyacen en el sistema político chileno y que afectan los términos de la competencia política partidista (Scully, 1992: 190).

Primero se analiza la relación entre los clivajes sociales y la intención de voto por las coaliciones y los partidos. Estos clivajes o fisuras han sido reconocidos como importantes determinantes del voto en el sistema de partidos chileno (Scully, 1992; Scully, 1995; J.S. Valenzuela, 1995, Tironi y Agüero, 1999; Tironi, Agüero y Valenzuela, 2001). La principal conclusión es que los tradicionales clivajes sociales tienen una muy limitada capacidad para explicar las preferencias por las coaliciones y por los partidos políticos en Chile.

Posteriormente, se analiza la relación entre los temas políticos y la intención de voto por las coaliciones y los partidos, el que se ha considerado como uno de los indicadores de mayor importancia para comprender el comportamiento electoral de los ciudadanos. Los partidos políticos chilenos han sido importantes actores (aunque inestables electoralmente) del proceso político. De esta forma, entender cuán determinante en el voto es la adhesión de los ciudadanos a los partidos, es otra de las principales interrogantes sobre el comportamiento electoral chileno.

Clivajes Sociales

En esta parte se analiza la relación entre las principales variables socio-demográficas y la intención de voto por los partidos chilenos. Diversos estudios han investigado en forma introductoria los efectos de clase, religión, el clivaje rural-urbano y el género en la intención de voto (Torcal y Mainwaring, 2002). Éstos han sido reconocidos como importantes determinantes del voto en el sistema de partidos chileno (Scully, 1992; Scully, 1995; J.S. Valenzuela, 1995, Tironi y Agüero, 1999; Tironi, Agüero y Valenzuela, 2001). Tales trabajos se basan en la teoría de los clivajes sociales o fisuras generativas que Lipset y Rokkan plantearon para explicar el origen de los sistemas de partidos de Europa Occidental. Lipset y Rokkan afirmaron que estos surgieron a raíz de cuatro conflictos emergidos durante la formación de los Estados nacionales y la revolución industrial: centro-periferia, religión, clase y el conflicto rural-urbano (Lipset y Rokkan, 1967). Una parte fundamental de la teoría de Lipset y Rokkan era que una vez producido el conflicto, sus efectos tendían a permanecer estables a través del tiempo ("freezing hypothesis"). Esta interpretación sociológica de la teoría de los clivajes, que sostiene que la principal fuerza generadora y de cambio de los sistemas de partidos eran las divisiones sociales, generó un sinnúmero de estudios y debates en las democracias avanzadas9.

El debate sobre los clivajes sociales generó tres modelos interpretativos: uno sociológico, siguiendo de cerca el modelo original de Lipset y Rokkan (Rose, 1968; Rose y Urwin, 1969; Heath et al., 1985; Kelley et al.1985; Weakliem y Heath, 1994); una segunda posición que, aunque aceptando la importancia de los factores estructurales, da más relevancia a los factores políticos (Inglehart, 1984; Dalton, 1988, Knutsen, 1988; Knutsen, 1989; Inglehart, 1990; Bartolini y Mair, 1990), y un tercer enfoque que pone mayor atención a la forma en que los factores políticos determinan el sistema de partidos desde arriba (Przeworski y Sprague, 1986). En esta última línea, un estudio reciente sobre el caso de España ha recalcado que en las nuevas democracias, donde las organizaciones partidarias y sociales tienden a ser débiles, las elites tienen mayor posibilidad de estructurar la relación entre las divisiones sociales y el apoyo electoral para los partidos (Chhibber y Torcal, 1997). Esta perspectiva se basa en la visión que, para que exista una relación entre las divisiones sociales y el voto, deben existir decisiones estratégicas sobre políticas realizadas por las elites, por lo que no existe una relación axiomática entre clivajes sociales, el voto y el sistema de partidos. En esta misma línea, analizando el caso Holandés, Nan Dirk De Graaf, Anthony Heath y Ariana Need argumentaron que la declinación en las divisiones políticas dominantes en Europa Occidental (clase y religión) no debe ser sólo explicado por cambios en procesos sociales como la secularización y el aumento del individualismo, sino que las decisiones de voto resultan del mutuo juego entre fuerzas sociales y políticas: cambios en las estrategias partidarias podrían, en principio, explicar en parte la declinación de las divisiones sociales tradicionales (Nan Dirk De Graaf, Anthony Heath y Ariana Need, 2001).

Otro grupo de autores (Franklin, Mackie y Valen, 1992; Nieuwbeerta y Ultee, 1999), han sostenido que existe un proceso general de depresión de las capacidades de las divisiones sociales de estructurar las opciones individuales de voto, en forma más o menos intensa, en todos los países de Europa Occidental y de Norteamérica. Franklin (1992) incluso agrega que la baja de las capacidades estructuradoras de los antiguos clivajes, no es balanceada por un aumento de éstas en los nuevos.

Aunque menos voluminosa en cantidad de publicaciones, también se ha usado esta teoría, para explicar la formación y desarrollo de los sistemas de partidos en países de América Latina (Roberts y Wibbels, 1999). Dix cuestionó la validez de este enfoque argumentando que en los países latinoamericanos predominaban los catch all parties, en un marco de coaliciones a través de las clases y de pragmatismo programático (Dix, 1989). Recientemente, Roberts y Wibbels (1999) han afirmado que la alta volatilidad electoral en esta parte de América se debe, entre otros factores10, a la relativa fluidez de las estructuras de clivajes y al consiguiente limitado encapsulamiento que han tenido las organizaciones políticas de los electorados nacionales. Para estos autores lo que sería confuso de entender en el período actual es el grado de volatilidad en los resultados a pesar de la continuidad de opciones partidarias que han tenido los votantes (Roberts y Wibbels, 1999 p. 576). De esta forma, concluían que el sistema de partidos en Latinoamérica no ha estado congelado por la organización política de los clivajes de clase como lo fue en la Europa de post - 1920 (Roberts y Wibbels, 1999).

Un caso paradigmático en este sentido es Chile, comúnmente considerado como un sistema político con una fuerte influencia de los clivajes sociales en la formación del sistema de partidos (Scully, 1992; Scully, 1995; J.S. Valenzuela, 1995; Roberts y Wibbels, 1999). Como ha sostenido recientemente J.S. Valenzuela: "Dichas fisuras surgen de conflictos o divisiones sociales importantes que producen un alineamiento de segmentos de una población nacional con una u otra de las posiciones enfrentadas, generando identidades políticas colectivas" (J. S. Valenzuela, 1999). Según lo que sostiene este autor, las fisuras "no mantienen la misma importancia e intensidad con el correr del tiempo. A pesar de ello, incluso aquéllas cuya fuerza disminuye, forman parte del acervo histórico de un país, con lo cual siguen generando divisiones partidarias e identidades políticas aun mucho tiempo después de producidos los acontecimientos que las originaron" (J. S. Valenzuela, 1999).

Para testear si las variables socio-demográficas influyen en las preferencias por las coaliciones (Concertación - Alianza por Chile) y partidos se usaron los odds ratios. Los índices basados en éstos miden la fortaleza de la relación entre cada variable del modelo y las preferencias por las coaliciones y los partidos. Ellos miden la asociación no-simétrica, una negativa va de 0 a 1; donde 1 representa una asociación neutra, y la positiva tiene un rango de 1 hasta infinito (Torcal y Mainwaring, 2002). La Tabla 3 muestra los bivariate odds ratios para el modelo de las preferencias por las coaliciones en que se incorporan las variables de religiosidad, edad, nivel de educación autopercepción de clase y la calidad de cesante u ocupado. Con respecto a la religiosidad, se usó la pregunta que mide la frecuencia de asistencia a servicios religiosos, excluyendo bautismos, matrimonios y entierros (el rango de respuestas van de 1, más de una vez por semana, a 5, nunca).

En general, las variables socio-demográficas tienen un muy bajo impacto sobre la preferencia por cada coalición. Tanto el modelo para el año 1996, como para el año 2000, no son estadísticamente significativos y el seudo R-cuadrado es muy bajo (.039 para 1996 y .027 para el 2000). La única variable que tiene significación al nivel .05 es la auto-localización de clase. Lo anterior confirma lo señalado por Torcal y Mainwaring (2002), en cuanto que los clivajes sociales tienen una muy limitada capacidad de explicar las preferencias por las coaliciones en el sistema de partidos post-autoritario chileno.

TABLA 3: Competición de coaliciones por clivajes sociales, 1996, 2000 (regresión logística)

Fuente: Calculado a partir del Estudio Mundial de Valores - Mori Chile, 1990, 1996 y 2000.

(*) Significante al p < .05; (**) Significante al p < .01; (***) Significante al p < .001

A continuación (Tablas 4 a 8), se entregan los modelos en que se analizan la influencia de los tradicionales clivajes sociales (religiosidad, edad, nivel de educación, auto percepción de clase y la calidad de cesante o ocupado) para cada partido versus todos los demás para los años 1990, 1996 y 2000. Una hipótesis que debe ser considerada es si los clivajes sociales, pese a no explicar las preferencias por las coaliciones, pueden explicar una parte significativa de la variación de las preferencias por determinados partidos. Éste no es el caso, todos los modelos no son estadísticamente significativos y el seudo R-cuadrado es muy bajo para todos los partidos.

TABLA 4: Competición partidaria por clivajes sociales, UDI, 1990, 1996 y 2000 (regresión logística)

Fuente: Calculado a partir del Estudio Mundial de Valores - Mori Chile, 1990, 1996 y 2000.

(*) Significante al p < .05; (**) Significante al p < .01; (***) Significante al p < .001

TABLA 5: Competición partidaria por clivajes sociales, RN, 1990, 1996 y 2000 (regresión logística)

Fuente: Calculado a partir del Estudio Mundial de Valores - Mori Chile, 1990, 1996 y 2000.

(*) Significante al p < .05; (**) Significante al p < .01; (***) Significante al p < .001

TABLA 6: Competición partidaria por clivajes sociales, PDC, 1990, 1996 y 2000 (regresión

Fuente: Calculado a partir del Estudio Mundial de Valores - Mori Chile, 1990, 1996 y 2000.

(*) Significante al p < .05; (**) Significante al p < .01; (***) Significante al p < .001

TABLA 7: Competición partidaria por clivajes sociales, PPD, 1996 y 2000 (regresión logística)

Fuente: Calculado a partir del Estudio Mundial de Valores - Mori Chile, 1990, 1996 y 2000.

(*) Significante al p < .05; (**) Significante al p < .01; (***) Significante al p < .001

TABLA 8: Competición Partidaria por clivajes sociales, PS, 1990, 1996 y 2000 (regresión logística)

Fuente: Calculado a partir del Estudio Mundial de Valores - Mori Chile, 1990, 1996 y 2000.

(*) Significante al p < .05; (**) Significante al p < .01; (***) Significante al p < .001

En síntesis, la información proporcionada confirma lo sostenido por Torcal y Mainwaring (2002) en orden a que los tradicionales clivajes sociales tienen una muy limitada capacidad para explicar las preferencias por las coaliciones y los partidos políticos en Chile. La declinación de los clivajes tradicionales no significa, necesariamente, que ha llegado a su fin la estructuración de la política en base a las divisiones sociales (Kriesi, 1998). Lo anterior, abre la posibilidad para que nuevos tipos de divisiones sociales se transformen en clivajes políticos. De esta forma, se hace necesario identificar, teórica y empíricamente, las nuevas divisiones sociales relevantes y estudiar cómo los grupos sociales van adquiriendo identidad colectiva y los actores políticos van dando coherencia y expresión política organizada a este conjunto de creencias, valores y experiencias de los miembros de algún grupo social.

Temas políticos y el voto por las coaliciones y partidos

La intención de voto por los partidos y las coaliciones es uno de los indicadores de mayor importancia para comprender el comportamiento electoral de los ciudadanos. Sin embargo, algunos autores han argumentado que en las democracias industriales avanzadas cada vez menos personas votan de acuerdo a los partidos, lo que explicaría una disminución en la intención de voto por los partidos, el aumento de la volatilidad partidaria y el voto cruzado (Dalton y Wattenberg, 2000).

Generalmente, se ha asumido que los partidos políticos chilenos (haciendo un paralelo con los partidos políticos en Europa Occidental) han sido actores fuertes e importantes del proceso político democrático (Gil, 1962; A. Valenzuela, 1977, 1978; M. A. Garretón, 1989). Pese a que recientemente Montes et al. han argumentado que la visión dominante acerca que los partidos políticos chilenos son fuertes, particularmente en el electorado, es exagerada; los partidos políticos chilenos han sido importantes actores (aunque inestables electoralmente) del proceso político. Crecientemente se ha argumentado que el rol de los partidos en la sociedad chilena habría disminuido (Hagopian, 1992) y que los partidos ya no serían los principales estructuradores del voto. De esta forma, entender cuán determinante en el voto es la adhesión de los ciudadanos a los partidos es una de las principales interrogantes de este artículo. Así, este texto analiza el impacto de los clivajes políticos y culturales en el sistema de partidos en Chile a partir de la restauración del sistema democrático en 1990.

Siguiendo el análisis de diversos investigadores que han recalcado que los factores políticos son los principales estructuradores del sistema de partidos y de los conflictos políticos y sociales (Sartori, 1969; Kitschelt, 1994; Pakulski y Waters, 1996; Chhibber y Torcal, 1997; Kriesi, 1998); reflexionamos sobre el comportamiento electoral de los chilenos entre 1990 y el 2001.

Este trabajo, siguiendo el estudio de J. S. Valenzuela (1995), Kriesi (1998), Torcal y Mainwaring (2002), parte de la base que, aunque los clivajes tienen un componente social, son construidos políticamente por los actores políticos; que es imposible entender la formación y erosión de los clivajes sin analizar los factores políticos; y, finalmente, que es importante analizar la capacidad de las elites políticas para influir el sistema de partidos desde arriba durante el período de transición. Como sostiene J.S. Valenzuela, "El hecho que broten o no partidos específicos sobre la base de las fisuras generativas depende de los recursos organizacionales -incluida la disponibilidad de liderazgos capaces- con que dispongan los distintos segmentos de la población para hacerlo, y de las oportunidades políticas e institucionales definidas por el régimen político en que se encuentren" (J.S. Valenzuela, 1999). En este sentido, como sostuvo Kriesi (1998) en la "1997 Stein Rokkan lecture", la declinación de los clivajes tradicionales no significa, necesariamente, el fin de la estructuración de la política en base a las divisiones sociales. Estas últimas, los cambios valóricos que se observan en las sociedades modernas, más los legados políticos de los tradicionales clivajes, son fuerzas poderosas que pueden llevar a la aparición de nuevos quiebres. De la misma forma, sostuvo Knutsen (1986), una serie de valores e ideales políticos que se contrastan y relacionan con otro grupo de valores e ideales políticos, pueden constituir conjuntos de orientaciones ideológicas contrapuestas y constituir, por lo tanto, clivajes ideológicos o basados en valores. Del análisis del caso Noruego este autor concluye: no es correcto asumir como un hecho que la declinación del clivaje de clase implica que el conflicto tradicional entre la ideología de los socialistas y la burguesía (izquierdismo versus materialismo de derecha) está desapareciendo. Lo que habría cambiado es la ubicación social de estas ideologías opuestas, pues seguiría siendo el clivaje ideológico el dominante en la cultura política noruega (Knutsen, 1986).

Recientemente diversos estudios se han concentrado en estudiar los clivajes políticos en América Latina (Roberts y Wibbels, 1999) y también en Chile (Tironi y Agüero, 1999; Tironi, Agüero y Valenzuela, 2001; J.S. Valenzuela, 1999). Incluso Roberts y Wibbels (1999), han afirmado que sus análisis demuestran que la polarización ideológica, pudiendo ser una fuente de conflictos políticos, en vez de desestabilizar el electorado sirve para anclar a los partidos con bases de apoyo estables y diferenciadas.

Tres son las formas que se han usado comúnmente para medir el grado de partidismo de los electores: la intención de voto (a través de una pregunta simulando una elección el próximo domingo); la identificación partidaria (preguntando sobre el grado de cercanía con los partidos) y un ranking de los partidos (por medio de las percepciones de los electores sobre las posiciones de los partidos). Como Sinnott (1998) demostró, cada uno de estos indicadores genera un porcentaje diferente, e incluso varían, dependiendo de las palabras que se ocupan para preguntar por la identificación y la intención de voto11. Sólo cuando el porcentaje de identificación es muy alto y coincide con el de personas que señalan intención de voto y que se identifican con los partidos, es posible asumir que estas variables están midiendo cosas similares. Sin embargo, dado que en el caso chileno se ha producido un constante aumento de los no identificados en las encuestas de opinión, llegando en el 2001 a un 43% de los entrevistados, y que los resultados electorales por partido difieren substancialmente del porcentaje de identificación de los partidos, resulta mejor analizar por separado ambos aspectos. Por esta razón, asumimos que los resultados no son comparables y, por ende, resulta importante definir qué método se usará. En definitiva, la preferencia partidaria medida como la intención de voto por los partidos (empleando la siguiente interrogante: ¿Si la elección fuera el próximo domingo, Ud. por quién votaría?) es la variable dependiente que se utilizará a lo largo de este artículo.

Siguiendo con la metáfora del "funnel of causality" planteada por Campbell, Converse, Miller y Stokes en The American Voter (1960), desarrollada por Miller y Shanks (1982; 1996) y aplicada a Chile por Torcal y Mainwaring (2002), el análisis de las preferencias partidarias y la intención de voto lo realizamos en etapas sucesivas buscando determinar qué variables influyen en forma directa y cuáles de ellas están más lejos en términos de causalidad12. Las variables políticas que consideramos responden a temas que han sido importantes en el proceso de transición a la democracia y que podrían asociarse con mayor fuerza a la intención de voto con un determinado partido o con las coaliciones.

Para averiguar si las variables socio-demográficas y políticas influencian las preferencias por las coaliciones (Concertación - Alianza por Chile) y las preferencias por los partidos se emplearon los odds ratios. Siguiendo con el análisis de las regresiones logísticas en etapas sucesivas, a los primeros modelos basados en las Encuestas del Estudio Mundial de Valores (EMV) de 1990, 1996 y 2000, y en los que testeamos el impacto de las variables sociodemográficas en las preferencias por las coaliciones y los partidos, se le agregaron, en una segunda etapa, las variables políticas con el objetivo de ver la importancia de los clivajes políticos en las preferencias por las coaliciones y los partidos. En forma paralela se hizo lo mismo con la Encuesta 2000 del CERC, para así chequear los resultados y verificar el impacto en el voto de algunos temas que no aparecían en la encuesta del EMV.

Primero se estudia el impacto que tienen en la intención de voto variables políticas como la auto-localización en la escala izquierda-derecha, la confianza en el Congreso y Fuerzas Armadas, el interés por la política en general, la disposición a asistir a manifestaciones y la evaluación del gobierno y sus acciones.

Dada la importancia que ha tenido en Chile la discusión sobre un posible nuevo clivaje político, el autoritarismo-democracia, posteriormente se analiza este tema en forma independiente.

Como se señaló en la introducción, los partidos (entendidos como agentes movilizadores y estructuradores del conflicto social y político) tienen un rol fundamental para crear identidades sociales y encauzar el conflicto social y político hacia determinados temas. Existen dos razones que explican la importancia de analizar la influencia de estos tópicos. En primer lugar, y debido a que las variables socio-demográficas no logran predecir bien las preferencias políticas de los chilenos, es imprescindible considerar otras variables que pudieran estar afectando en mayor medida este comportamiento. En segundo término, y ya que es un argumento central de este artículo que los factores políticos explican mejor el surgimiento y cambio de las preferencias políticas, es fundamental estudiar estas variables, ver su impacto en el tiempo y determinar cuáles de éstas predicen mejor la intención de voto por los partidos.

CLIVAJES POLÍTICOS: ANÁLISIS DE REGRESIONES LOGÍSTICAS

A continuación se entregan los resultados de las regresiones logísticas. Para analizar el impacto de las variables políticas en la decisión de voto por las coaliciones y los partidos, agregamos cinco variables políticas independientes al modelo previo que incluía sólo las variables socio-demográficas. Las dos primeras miden el grado de participación en la política en términos generales. La variable uno pedía a los entrevistados señalar cuál era su interés por la política. Las respuestas van desde uno (muy interesado) a cuatro (nada de interesado). La variable dos es la disposición a participar en manifestaciones públicas. Las respuestas tienen un rango de uno (ha asistido) a tres (nunca asistiría). La pérdida de confianza en las instituciones políticas parece ser un importante factor político que podría estar afectando la disposición por las coaliciones y los partidos. Dos variables miden esta situación. La primera es el grado de confianza en el Congreso. Las respuestas tienen un rango de uno (mucha confianza) a cuatro (nada de confianza). La segunda es la confianza en las Fuerzas Armadas, con un rango de uno (mucha confianza) a cuatro (nada de confianza). Finalmente, se incluyó la auto-localización ideológica en la escala izquierda-derecha. El rango de las respuestas va de uno (derecha) a diez (izquierda). La justificación para incluir esta variable es el amplio consenso que existe en la literatura en cuanto a que la auto-localización en la escala izquierda-derecha es una importante variable de actitud para predecir las preferencias por las coaliciones y por los partidos, pues es conceptualmente y empíricamente separable de las preferencias.

La Tabla 9 presenta los resultados para dos modelos similares de regresiones logísticas multivariadas, los resultados de las encuestas del Estudio Mundial de Valores - Mori Chile para 1996 y 200013. Se confirma que las variables políticas tienen mayor importancia y significado estadístico que las variables sociológicas. De esta forma, se ratifica lo señalado por Torcal y Mainwaring (2001) con respecto a la importancia de las variables políticas para entender las preferencias por las coaliciones y los partidos en el Chile post-autoritario. El chi-cuadrado y el pseudo R-cuadrado aumentan, considerablemente, en comparación con los modelos sociológicos. Mientras éste no era significativo al nivel .05, el modelo con las variables políticas alcanza un nivel de significación al nivel .001. Igualmente, se observa un aumento del seudo R-cuadrado entre 1996 y el 2000. Mientras en 1996 el seudo R-cuadrado era de un .46, en el 2000 llegó a un .60. De las variables políticas incorporadas en los modelos la auto-localización en la escala izquierda-derecha de los entrevistados, es el más poderoso determinante de la competencia entre las coaliciones políticas. El modelo logra predecir correctamente un alto porcentaje de los que se identifican con cada coalición. Para 1996 el modelo tiene un porcentaje correcto de predicción de un 84% de los casos, 93,3% para los de Concertación y 54,8% para los de la Alianza por Chile. A su vez, el modelo para el año 2000 tiene un porcentaje correcto de predicción del 86,4% de los casos, 95,6% para los de la Concertación y 63% para los de la Alianza por Chile. Lo anterior confirma que existe una competencia dominada por las coaliciones políticas basadas en factores políticos y que se ha profundizado a lo largo de la década.

TABLA 9: Preferencia de coaliciones por clivajes sociales y variables políticas (regresión logística)

Fuente: Calculado a partir del Estudio Mundial de Valores - Mori Chile, 1990, 1996 y 2000.

(*) Significante al p < .05; (**) Significante al p < .01; (***) Significante al p < .001

Las Tablas 10 a 14, presentan los resultados del análisis similar (usando las mismas variables independientes) para cada partido comparado con el resto de ellos (e.g. UDI versus todos los no-UDI).

Los resultados de la Tabla 10, para la UDI versus el resto de los partidos, indican que las variables sociológicas no tienen un patrón significativo de estadística coherente. La auto-percepción de clase resulta importante en 1990, pero no en 1996 y el 2000; y el nivel educacional aparece relevante en el 2000, pero no así en 1990 y 1996. En contraste, al incluir las variables políticas el modelo adquiere una significación al nivel .001 y el seudo R-cuadrado aumenta notoriamente. Al igual que lo sucedido con las preferencias por las coaliciones, en el caso de la UDI versus los otros partidos el seudo R-cuadrado aumenta significativamente entre 1990 y el 2000: .21 en 1990; .27 en 1996; y .37 en el 2000. La auto-localización en la escala izquierda-derecha aparece como la variable más importante en términos de la preferencia por la UDI.

TABLA 10: Preferencia partidaria para la UDI por clivajes sociales y variables políticas (regresión logística)

Fuente: Calculado a partir del Estudio Mundial de Valores - Mori Chile, 1990, 1996 y 2000.

(*) Significante al p < .05; (**) Significante al p < .01; (***) Significante al p < .001

Los resultados de la Tabla 11, para RN versus el resto de los partidos, indican que las variables sociológicas no tienen significado estadístico. Nuevamente, al incluir las variables políticas el modelo adquiere una trascendencia al nivel .001 y el seudo R-cuadrado aumenta considerablemente. Al igual que lo sucedido con las preferencias por las coaliciones y por la UDI, el seudo R-cuadrado aumenta notoriamente entre 1990 y el 2000: .27 en 1990; .29 en 1996; y .37 en el 2000. En consecuencia, estos resultados confirman la importancia de las variables políticas en la predicción de las preferencias por los partidos de Derecha en Chile. Junto a la auto-localización del entrevistado en la escala izquierda-derecha aparecen como relevantes otras variables en determinados años: confianza en las Fuerzas Armadas en 1990 y el participar en manifestaciones en el 2000.

TABLA 11: Preferencia partidaria para RN por clivajes sociales y variables políticas (regresión logística)

Fuente: Calculado a partir del Estudio Mundial de Valores - Mori Chile, 1990, 1996 y 2000.

(*) Significante al p < .05; (**) Significante al p < .01; (***) Significante al p < .001

Los resultados de la Tabla 12, para el PDC versus el resto de los partidos, indican que las variables sociológicas no son significativas estadísticamente. Sin embargo, a diferencia del caso de la UDI y RN, al incluir las variables políticas el modelo no adquiere relevancia y el seudo R-cuadrado se mantiene en un bajo nivel: .05 en 1990; .06 en 1996; y .11 en el 2000. La auto-localización en la escala izquierda-derecha no aparece como una variable determinante de la preferencia por este partido. Esto nos lleva a concluir que hay otras razones políticas que determinan el voto por este partido.

TABLA 12: Preferencia partidaria para el PDC por clivajes sociales y variables políticas (regresión logística)

Fuente: Calculado a partir del Estudio Mundial de Valores - Mori Chile, 1990, 1996 y 2000.

(*) Significante al p < .05; (**) Significante al p < .01; (***) Significante al p < .001

Los resultados de la Tabla 13, para el PPD versus el resto de los partidos, indican que las variables sociológicas no tienen importancia estadística. Nuevamente, al incluir las variables políticas el modelo adquiere una significación mayor al nivel .05 aunque el seudo R-cuadrado se mantiene bajo y no aumenta ampliamente entre 1996 y el 2000 (.09 y .08 respectivamente). La auto-localización del entrevistado en la escala izquierda-derecha aparece como significativa, a diferencia de lo ocurrido con el PDC, pero a un nivel más bajo que lo sucedido con la UDI y RN. Lo anterior indica que, tal como ocurre con el PDC, existen otras razones políticas que determinan la preferencia de voto por este partido.

TABLA 13: Preferencia partidaria para el PPD por clivajes sociales y variables políticas (regresión logística)

Fuente: Calculado a partir del Estudio Mundial de Valores - Mori Chile, 1990, 1996 y 2000.

(*) Significante al p < .05; (**) Significante al p < .01; (***) Significante al p < .001

Finalmente, los resultados de la Tabla 14, para el PS versus el resto de los partidos, indican que las variables sociológicas no tienen significado estadístico. A diferencia de lo ocurrido con el PDC, y en menor medida con el PPD, en que la importancia del modelo era baja, al incluir las variables políticas el modelo para el PS adquiere una significación al nivel .001 y el seudo R-cuadrado es bastante mayor al de estos dos partidos. Indistintamente a lo sucedido con las preferencias por las coaliciones, por la UDI y por RN, el seudo R-cuadrado se mantiene estable entre 1990 y el 2000: .26 en 1990; .25 en 1996; y .29 en el 2000. En consecuencia, estos resultados confirman la relevancia de las variables políticas en la predicción de las preferencias por el PS en Chile. La auto-localización del entrevistado en la escala izquierda-derecha aparece como un determinante poderoso de la preferencia por este partido. A su vez, tres de las cuatro variables políticas presentan niveles trascendentes en algunos años, lo que refuerza la importancia de las variables políticas en las preferencias por los partidos y nos indica que a lo largo de la década algunas variables políticas tuvieron un efecto transitorio y declinaron en su impacto en las preferencias por algunos partidos.

TABLA 14: Preferencia partidaria para el PS por clivajes sociales y variables políticas (regresión logística)

Fuente: Calculado a partir del Estudio Mundial de Valores - Mori Chile, 1990, 1996 y 2000.

(*) Significante al p < .05; (**) Significante al p < .01; (***) Significante al p < .001

Sobre la base de la encuesta CERC se profundizó en el análisis del interés por la política. Surge una interesante paradoja de estos resultados. Se observa que en todos los sectores políticos aumentó el desinterés por la política. Sin embargo, las variables políticas aparecen como poderosos determinantes del comportamiento electoral. En otras palabras, a lo largo de la década de los noventa hay más gente que no tiene interés por la política, a la vez que aumenta el poder predictivo de las variables políticas. Nacen dos hipótesis con respecto a esta situación. La primera, es que la pregunta sobre el interés por la política tiene asociado un bias negativo, de forma que al preguntar directamente por esta temática, los entrevistados de todos los sectores manifiestan bajo interés. Es así que para testear esta hipótesis se agregaron dos variables indirectas. Éstas miden prácticas habituales que no debieran tener un bias negativo. En la uno se mide la frecuencia con que los encuestados siguen las noticias políticas en la Televisión. Las respuestas van desde uno (frecuentemente) a tres (nunca). En la dos se considera la habitualidad de las conversaciones políticas en familia. Las respuestas van desde uno (frecuentemente) a tres (nunca). Finalmente, la tercera mide el interés general por la política. Las respuestas van desde uno (muy interesado) a cuatro (nada interesado). En la Tabla 15 se presenta el resultado de la regresión logística multivariada de las preferencias por las coaliciones y por partidos. El seudo R-cuadrado es bajo para las coaliciones, aunque la pregunta sobre habitualidad de conversaciones en familia es significativa al nivel .01. Los resultados permiten desechar la hipótesis de un bias negativo y confirman el bajo poder predictivo que tiene el grado de interés por la política (nivel de politización) para las preferencias por las coaliciones. Para profundizar el análisis en las preferencias por los partidos se realizó la misma regresión logística multivariada para cada partido comparado con el resto de los partidos. Para la mayoría de los partidos las tres variables consideradas no son significativas y los modelos tienen un bajo seudo R-cuadrado. El interés por la política, tal como sucedía para las preferencias por las coaliciones, no es un buen predictor para las preferencias por los partidos.

TABLA 15: Preferencia por las coaliciones y partidos por clivajes y nivel de politización, 2000

Fuente: Calculada a partir de la Base de Datos CERC, Diciembre 2000.

(*) Significante al p < .05; (**) Significante al p < .01; (***) Significante al p < .001

INTENCIÓN DE VOTO Y EL CLIVAJE AUTORITARISMO-DEMOCRACIA

En esta parte analizamos la idea que existe un nuevo clivaje autoritarismo-democracia en Chile. ¿Cuán importante sigue siendo Pinochet y su Gobierno en la intención de voto?. Existen dos líneas de pensamiento sobre esta temática. Para algunos la figura de Pinochet y su legado permiten pensar que se estructuró un nuevo clivaje que influenciará por largo tiempo el sistema de partidos chileno (Tironi y Agüero, 1999; Tironi, Agüero y E. Valenzuela, 2001). Mientras otros, rechazan que este clivaje de régimen político se transforme en un clivaje generativo del sistema de partidos chileno (Scully, 1992, J.S. Valenzuela, 1999).

En el trasfondo de esta discusión un aspecto importante es cómo se entiende el concepto de clivaje. En su libro sobre el centro político y el sistema de partidos chileno, Scully fue el primero en plantear la importancia que tendría la división entre autoritarios y demócratas en el sistema de partidos chileno post-autoritario. Sin embargo, este autor veía difícil que este clivaje de régimen político se transformara en un clivaje fundamental (o generativo en sus palabras) sobre el cual se desarrollaría la futura competencia político-electoral (Scully, 1992: 192). Por su parte, J.S. Valenzuela ha rechazado que esta división constituya una nueva "fisura generativa" en el sentido usado por Lipset y Rokkan. Para él se trataría, en cambio, "de una de aquellas divisiones meramente políticas que crean alineamientos y realineamientos partidarios" (J.S. Valenzuela, 1999).

En este artículo, y siguiendo a Scully y Valenzuela, sostenemos que no se ha producido un clivaje generativo basado en la disputa autoritarismo-democracia, sino que se trata de un clivaje político, producido por la aceptación - rechazo a Pinochet y su gobierno, por lo cual es preferible hablar de un clivaje político basado en el Pinochetismo - anti pinochetismo.

El reciente estudio de Torcal y Mainwaring (2002) analiza con detalle este nuevo clivaje político. Ellos sugieren tres conclusiones fundamentales sobre este nuevo clivaje político. Primero, que existe un clivaje autoritarismo-democracia al nivel de las bases estructurales, los valores políticos y las diferencias partidarias. Segundo, que las diferencias en las actitudes que han emergido después de la experiencia autoritaria no han condicionado fuertemente las decisiones de los líderes políticos en la transición. Tercero, que los legados de los conflictos políticos del pasado pre-autoritario siguen siendo una limitación para la unidad de la coalición de centro-izquierda pese a la fuerza del clivaje autoritarismo-democracia (Torcal y Mainwaring, 2002). Así, concluyen que "The authoritarian/democratic cleavage will probably diminish over time as the memories of the 1973-90 dictatorship soften, as a new generation of voters comes on the scene, and as the right seeks to distance itself with respect to Pinochet and the dictatorship", agregando que "Moreover, if our argument is correct, the authoritarian/democratic cleavage will recede not primarily because of structural or cultural changes, but rather because new political issues will come to the fore and this one will gradually lose its ability to mobilize and differentiate among Voters" (Torcal y Mainwaring, 2002).

Sin lugar a dudas el régimen de Pinochet tuvo un importante impacto en el sistema de partidos chilenos post-autoritario y en la competencia política electoral que se ha desarrollado desde 1990 en Chile. Los regímenes autoritarios, particularmente los que han ejercido el gobierno por un largo período, pueden provocar cambios profundos en el sistema de partidos (Torcal y Mainwaring, 2002). Estos autores señalan correctamente que el régimen militar a través de cuatro legados, remodeló el sistema de partidos: a) el régimen militar impuso un nuevo sistema electoral con distritos de dos miembros que, como Carey (1998) demostró, cambió el sistema de partidos desde un dinámica tripartita (Izquierda-Centro-Derecha) a una bipartita (Alianza por Chile-Concertación); b) el régimen militar y sus aliados políticos remodelaron el sistema de partidos a través de políticas económicas y laborales que disminuyeron el tamaño de la clase trabajadora sindicalizada y la articulación de intereses de las clases trabajadoras en las zonas rurales (Shamis, 1991), lo que tuvo importantes consecuencias políticas en la competencia partidaria. Como Przeworski y Sprague plantearon, sin sindicatos poderosos no hay organización que una a los trabajadores como una clase, lo que reduce las posibilidades de que se conviertan en un grupo político organizado (Przeworski y Sprague, 1986; Kitschelt, 1993); c) las políticas económicas neoconservadoras adoptadas por el régimen autoritario favorecieron sectores específicos (los orientados a las exportaciones) y castigaron a otros (algunas áreas industriales), lo que generó una importante base de apoyo para la coalición conservadora; y d) el régimen militar polarizó a la sociedad chilena entre los partidarios del régimen y sus enemigos (todos los sectores opositores), generando un clivaje político que ha estructurado el sistema de partidos chileno desde 1988.

Como sostienen Torcal y Mainwaring (2002), el clivaje político entre los que apoyaron o fueron opositores al gobierno militar se ha mantenido en forma poderosa. De esta forma, no sorprende que existen significativas relaciones entre la intención de voto por los partidos y la evaluación que existe sobre el gobierno del General Pinochet, el Golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 y los juicios que se le siguen adelante en Chile. Los que votan por los partidos UDI y RN tienen un mismo patrón de comportamiento. No están de acuerdo con el hecho que Pinochet esté siendo juzgado por los tribunales; creen que la Unidad Popular pasará a la historia como un gobierno que arruinó al país; creen que Pinochet pasará a la historia como uno de los mejores gobernantes de Chile; no creen que a Pinochet lo recuerde la historia como un dictador; creen que Chile se habría desarrollado menos si hubiera habido siempre democracia; creen que en definitiva el Gobierno de Pinochet fue bueno y que el golpe militar de 1973 liberó a Chile del marxismo. Al contrario los partidarios del PDC, PPD y PS sostienen el punto inverso: están satisfechos con el hecho que Pinochet esté siendo juzgado por los tribunales; creen que la Unidad Popular no pasará a la historia como un gobierno que arruinó al país; creen que Pinochet no pasará a la historia como uno de los mejores gobernantes de Chile; creen que Pinochet será recordado como un dictador; creen que Chile se habría desarrollado más si hubiera habido siempre democracia; creen que, en definitiva, el Gobierno de Pinochet fue malo; y sostienen, finalmente, que el golpe militar de 1973 destruyó la democracia (Tabla 16).

Al analizar en detalle la crostabulación de las preguntas más significativas sobre el procesamiento judicial de Pinochet y la intención de voto por los partidos se confirma este panorama. Mientras un 68,7% de los que señalan intención de voto con la UDI y un 70% de los que lo hacen por RN están en desacuerdo con el procesamiento de Pinochet, un 83,2% de los que señalan intención de voto con el PDC, 87,2% de los que lo hacen por el PPD y un 92,3% de los que lo hacen por el PS están de acuerdo con su juzgamiento.

La evaluación del golpe militar es similar a la visión que existe con respecto a las violaciones a los Derechos Humanos. Mientras los que señalan intención de voto con los partidos de Derecha creen mayoritariamente que con el golpe de 1973 se liberó a Chile del marxismo, los que señalan intención de voto con los partidos de la Concertación afirman que se destruyó la democracia. Cabe destacar que nuevamente los que señalan intención de voto con otros partidos o no señalan intención de voto se dividen en alrededor de un 30% que piensa que se liberó al país del marxismo y sobre un 40% que cree que se destruyó la democracia.

Finalmente, la evaluación general del Gobierno militar nos entrega una apreciación con mayores matices que lo señalado anteriormente. Naturalmente existe un grupo en cada uno de los partidos de la Concertación (PDC, PPD y PS) que cree que el Gobierno Militar fue solo malo y un grupo entre los partidos de Derecha (UDI y RN) que cree que fue bueno. Sin embargo, en todos los sectores (salvo el PC) existe un porcentaje significativo que cree que tuvo aspectos negativos, pero también positivos.

TABLA 16: Intención de voto por partidos y evaluación del Golpe Militar, Gobierno Militar y procesamiento del General Pinochet, 2000

Fuente: Calculado a partir de la Base Datos de la Encuesta CERC, Diciembre 2000.

Nota:Preguntas:

- Evaluación Golpe Militar: ¿Qué frase se acerca más a su manera de pensar con respecto al

11 de septiembre de 1973? Nivel Significancia p < .05

- Procesamiento Pinochet: Esta de acuerdo o en desacuerdo que el general Pinochet esté siendo procesado por los Tribunales de Justicia. Nivel Significancia p < .05

- Opinión sobre el régimen del general Augusto Pinochet. Nivel Significancia p < .01

Desde la reinauguración democrática el tema de las violaciones a los derechos humanos cometidas durante el Gobierno Militar ha sido un aspecto relevante en la agenda pública. Los gobiernos de la Concertación han intentado enfrentar el pasado con diversas iniciativas (Comisión Rettig durante el Gobierno de Aylwin y la Mesa de Diálogo Cívico-Militar durante los Gobiernos de Frei y Lagos). Estas iniciativas han buscado, primero, dar a conocer la verdad de lo sucedido y, posteriormente, buscar una salida al tema, particularmente del destino de los más de dos mil casos de detenidos desaparecidos cuyos restos aún no han sido encontrados. ¿Cuál es la percepción entre los que votan por los partidos de cómo se debería cerrar el tema?. A partir de la información presentada parecería lógico que los partidarios de la UDI y RN desearían cerrar el tema cuanto antes y que los partidarios del PDC, PPD y PS serían proclives a proseguir las responsabilidades judiciales. Efectivamente, como se observa en la Tabla 17, un alto porcentaje de los que dicen votar por la UDI (43,3%) y RN (49,5%) creen que se debe dar por superado el problema y dar vuelta la hoja. Al contrario, los que votan por el PDC, PPD y PS creen en un alto porcentaje que se debe esclarecer la verdad y juzgar a los responsables, sean estos todos los responsables o los casos más graves (76,4% para los que señalan intención de voto con el PDC, 82,9 para los que lo hacen con el PPD y 94,8% para los que lo hacen con el PS). Como era de esperarse, los que señalan intención de voto con el PC, que ha hecho del tema de los Derechos Humanos su principal bandera, se manifiestan en un 100% partidarios de juzgar a los responsables. Es interesante que entre los que señalan intención de voto con otros partidos o no señalan intención de voto, los porcentajes son más balanceados, alrededor de un 30% de ambos grupos creen que hay que dar por superado el tema y sobre un 40% de ambos grupos creen que hay que juzgar a los responsables.

TABLA 17: Intención de voto por partido y evaluación sobre cómo solucionar el tema de los Derechos Humanos en Chile, 2000

Fuente: Calculado a partir de la Base Datos de la Encuesta CERC, diciembre 2000.

Nota: Nivel Significancia p < .05

Pregunta: Frase con la que está más de acuerdo sobre cómo solucionar los problemas de las violaciones a los derechos humanos durante el Gobierno Militar.

De la información proporcionada, se concluye que existe una clara diferenciación con respecto a la figura del General Pinochet y las violaciones a los derechos humanos por parte de los que señalan intención de voto con los partidos políticos chilenos.

De esta forma, resulta importante replantear ahora el tema de la persistencia de este nuevo clivaje autoritarismo-democracia, en otras palabras, si este es un fenómeno permanente del nuevo sistema de partidos chilenos, o si a medida que se reduzca el "efecto Pinochet", éste desaparecerá.

CLIVAJE AUTORITARISMO-DEMOCRACIA: ANÁLISIS DE REGRESIONES LOGÍSTICAS

Para ver el impacto del clivaje autoritarismo-democracia en las preferencias por las coaliciones y los partidos se realizó un modelo con cinco variables sobre esta temática. La primera variable es la tradicional pregunta sobre la preferencia por régimen político. La segunda es una opinión general acerca de la importancia que tiene para la democracia la existencia de partidos (partidos son indispensables para que haya democracia). Las respuestas tienen un rango de uno (muy de acuerdo) a cuatro (muy en desacuerdo). La tercera mide la opinión con relación el golpe militar de septiembre de 1973. Es una variable dicotómica, en que uno es "liberó a Chile del marxismo" y dos "destruyó la democracia". Finalmente, la cuarta variable mide el grado de acuerdo (1) o rechazo (2) con el procesamiento de Pinochet por los Tribunales. El modelo con estas variables tiene una significancia al nivel .001 y un seudo R-cuadrado de .69, lo que confirma la importancia de este clivaje. Sin embargo, la variable que influye más en las preferencias por las coaliciones es la que mide la opinión del 11 de septiembre de 1973 y no la preferencia por régimen político. Esto confirma que lo que determina las preferencias por la Concertación o la Alianza por Chile es el clivaje político Pinochetismo - Antipinochetismo. Obviamente, los que apoyaron a Pinochet y justifican su gobierno, tienen un mayor rechazo a la democracia. Sin embargo el hecho que importantes sectores concertacionistas señalan su decepción con la democracia indica que un proceso más profundo está ocurriendo.

Los resultados de preferencias con los partidos son consistentes con los de las preferencias por las coaliciones. El que todos los modelos tengan una significación al nivel .001, indica claramente que el clivaje Pinochetismo - Antipinochetismo es un importante determinante de la votación por cada partido. La UDI tiene una fuerte relación con la variable de preferencia de régimen como por la variable de la opinión sobre el 11 de septiembre de 1973. En este caso el pseudo R-cuadrado es relativamente fuerte: .46. En otras palabras, tienen un fuerte rechazo a la democracia y son fuertemente influidos por Pinochet y su gobierno.

Al analizar la situación de RN, se observa que la variable de régimen político no es significativa, siendo la variable que influye en este partido el rechazo al juzgamiento a Pinochet. En el caso del PDC y el PS, el pseudo R-cuadrado es bajo, .17 y .18 respectivamente, siendo la variable procesamiento a Pinochet la más significativa.

TABLA 18: Preferencia por las coaliciones y los partidos por clivajes sociales y clivaje político autoritarismodemocracia, 2000 (regresión logística)

Fuente: Calculado a partir de la Base Datos de la Encuesta CERC, diciembre 2000.

(*) Significante al p < .05; (**) Significante al p < .01; (***) Significante al p < .001

En síntesis, se concluye que el clivaje político pinochetismo-anti pinochetismo ha resultado más duradero de lo que se pensó a comienzos de la transición. Efectivamente, se mantienen importantes diferencias en cuanto al valor asignado a la democracia por los partidos. Existe una fuerte relación entre la intención de voto y el valor que se asigna a la democracia entre aquellos que respaldan a la UDI y RN, por un lado, y aquellos que respaldan al PDC, PPD, PS y PC por el otro. Sin embargo, la insatisfacción con la democracia no sólo abarca a los que señalan intención de voto con los partidos UDI y RN, entre el resto de los sectores se aprecia también una creciente insatisfacción con el funcionamiento de la democracia, que tiene su origen en la creciente desafección con las instituciones democráticas.

Esto nos lleva a concluir, tal como lo señala J. S. Valenzuela, que el clivaje autoritarismo-democracia, no es un nuevo clivaje "generativo", sino más bien un efecto del rechazo o aceptación al Gobierno de Pinochet.

 

* Agradezco a Michael Coppedge, Scott Mainwaring y J. Samuel Valenzuela por sus sugerencias y comentarios a una version anterior de este paper. De la misma forma, a Carlos Hunneus y Marta Lagos por facilitarme las bases de datos de la encuesta CERC y EMV Mori-Chile, respectivamente.

1 Sobre la volatilidad electoral: para Venezuela, Coppedge (1994, 1995); para Brasil, Mainwaring (1995). Sobre el comportamiento electoral: para Brasil, von Mettenheim (1990, 1995) y Ames (1994); para Venezuela, Baloyra, E y Martz, J. (1979); para Mexico, Domínguez y McCann (1992, 1995). Estudios comparados de varios casos: Coppedge (1995) y Remmer (1991, 1993).

2 Mientras algunos autores han usado la palabra "fisura" (J.S. Valenzuela, Scully) otros han ocupado el término "clivajes" (Tironi y Agüero). En este artículo usaremos ambos términos indistintamente.

3 Esta distinción no es absoluta, pues los que se abstienen circunstancialmente podrían haber tratado de superar los obstáculos que los inhabilitaban para votar.

4 Mientras algunos autores miden el nivel de sufragios del sistema (turnout) usando el porcentaje de los registrados que votan (Crewe 1981; Blais y Carty 1990; Franklin, 1996; Blais y Dobrzynska, 1998); otros usan una medida diferente: el porcentaje de la población en edad de votar que efectivamente vota (Powel, 1980, 1982, 1986).

5 El artículo 34 de esta Ley establece que las inscripciones sólo se pueden realizar "a) En los siete primeros días hábiles de cada mes, y b) En cualquier día hábil dentro de los noventa días anteriores a la fecha de cierre de los Registros". En el inciso siguiente del artículo se establece que los registros se cierran 120 días antes de la fecha de la elección.

6 Fuente: Encuesta "Estudio Cuantitativo. Resultado de las Elecciones de Diciembre de 1997" del Ministerio Secretaría General de Gobierno.

7 Corresponde sólo a las personas que no están inscritos en los registros electorales, el 14,7% del total de entrevistas. La pregunta era: En las próximas elecciones presidenciales que se realizarán el año 1999. ¿Usted se inscribirá o no en los registros electorales? La fuente es: Encuesta "Estudio Cuantitativo. Resultado de las Elecciones de Diciembre de 1997 del Ministerio Secretaría General de Gobierno.

8 La pregunta era: ¿Es esta la primera vez que usted anula el voto, o vota en blanco en una elección...? La muestra corresponde sólo a las personas que anularon el voto o votaron en blanco en diputados y senadores. Corresponde al 12,6% de la muestra total.

9 Incluso recientemente Marks y Wilson (2000) aplicaron la teoría de los clivajes sociales de Lipset y Rokkan para explicar las posiciones de los partidos de los diferentes países europeos ante la integración europea.

10 Fluctuaciones económicas y la fragilidad institucional de los sistemas democráticos y de los sistemas de partidos.

11 Este autor demostró que se obtienen porcentajes diferentes si se pregunta en forma absoluta (¿es usted cercano a algún partido?) o en forma relativa (¿es usted más cercano a un partido que a otros?) (Sinnott, 1998).

12 La premisa básica es que las variables estables -variables sociodemográficas- debieran preceder (i.e. entenderse como causas) a aquellas que son menos estables -evaluación del gobierno de turno- (Bartle, 1998).

13 No se realizó la regresión logística multivariada para el año 1990 porque en la encuesta realizada ese año no se preguntó por la intención de voto por el PPD, por lo cual no serían comparables los resultados de la regresión de 1990 con las de 1996 y 2000.

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Eugenio Ortega Frei (PhD 2003, Universidad de Notre Dame, EEUU) es actualmente Profesor Asociado del Instituto de Ciencia Política de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Sus áreas de investigación son las instituciones democráticas, ingeniería electoral, toma de decisiones y gobernabilidad. Entre sus publicaciones se encuentran: «Rethinking the Chilean Party System» (con Esteban Montes y Scott Mainwaring), Journal of Latin American Studies 2000, (32): 795-824. Historia de una Alianza: El Partido Socialista de Chile y el Partido Demócrata Cristiano. 1973-1988. Editorial CED-CESOC. 370 páginas. 1992.

(E-mail: e_ortega_1@hotmail.com)


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